Para Proust, la literatura era el arte de fijar el tiempo, de esclarecer la impresión de los recuerdos. Y eso es, precisamente, lo que hacen estos libros cortos: reconstruir con la nitidez y también con la melancolía que da la distancia aquellos días en los que los protagonistas vivieron sin ser conscientes de que estaban siendo felices. Ninguno de ellos tiene un sólo fallo, como una lectura muy pausada, un sinfín de páginas sin sentido… Eso sí, son todos tremendamente adictivos. Te invitamos a leer estos libros, incluido el que está leyendo la princesa Leonor, perfectos para el verano.

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‘Las gratitudes’, de Delphine de Vigan
Gratitudes expresadas, las pendientes, las dolorosas, las arriesgadas, las sistemáticas, todas nos sobrevuelan y conforman nuestro universo. Así lo refleja maravillosamente esta historia de Delphine de Vigan, aparentemente pequeña, que de nuevo abre una brecha a la reflexión sobre esas cosas pequeñas que al final tanto importan y, tal vez, por eso el libro fascina a ctodo aquel a quien le cae en sus manos. Nos dejemos transportar por su belleza, su nostalgia, tristeza, humor y sobre todo, por su amor.

‘La ciudad de los prodigios’, de Eduardo Mendoza
Ésta es una novela histórica ambientada en Barcelona entre las dos Exposiciones Universales (1888 y 1929). A través del ascenso social de Onofre Bouvila, un joven ambicioso y sin escrúpulos, Mendoza retrata con ironía y lucidez la transformación de la ciudad y los contrastes de una sociedad en plena modernización. Publicada en 1986, la obra combina elementos de sátira, costumbrismo y realismo mágico, y se ha convertido en un clásico de la literatura contemporánea española.
Con unas 430 páginas, es el libro que está leyendo actualmente la princesa Leonor, según reveló durante la ceremonia de entrega de los Premios de la Fundación Princesa de Gerona, celebrada este año en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.

‘La dulce existencia’, Milena Busquets
La dulce existencia es un relato atravesado por la búsqueda de la belleza y por el peso de la memoria. Los vientos y la luz dorada de Cadaqués, las mañanas en el Casino, el magnetismo de los actores y productores, el coqueteo, los restaurantes de playa, los libros de cabecera… Todo ello en un vaivén constante entre la realidad y la invención, entre lo que se vive y lo que se recuerda.

‘Los renglones torcidos de Dios’ de Torcuato Luca de Tena
Comenzamos con Los renglones torcidos de Dios, una novela negra donde nos ponemos en la piel de Alice Gould. Gould es una detective que viaja hasta un centro psiquiátrico siguiendo las pistas de un homicidio. Para escribir la novela, el autor visitó numerosos sanatorios mentales. Incluso, simulando una psicosis depresiva, ingresó en una institución psiquiátrica y convivió, durante 18 días con los enfermos mentales allí ingresados. Testigo directo de la impagable labor realizada por la clase médica, «unos hombres y unas mujeres heroicos y sufridos cuya profesión era atemperar los dolores ajenos». Así lo describe en esta maravillosa novela.

’84, Charing Cross Road’ de Helene Hanff
Un día, en octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel incalculables número de volúmenes. Veinte años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en una intimidad casi amorosa. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en nuestra vida los libros… y las librerías.
