Los sombreros son algo más que un complemento; de alguna forma nos representan y dejan entrever pinceladas de nuestra personalidad. Genís Whylan y Anabel Blond son el alma de Why Hats, la firma de sombreros hechos a mano que dan forma a cada personalidad. El actor Johnny Depp ha confiado en la pareja para lucir uno de los diseños más especiales de su amplia colección. Todos y cada uno de los sombreros de Why Hats atesoran una indudable exclusividad y, para nuestra sorpresa, parte de su magia reside en su lugar de fabricación: España. Hemos tenido el placer de charlar con Genís Whylan para hablar de los diseños de sus sombreros que, tal y como él los define, son puro «fuego, color y alma».
Pregunta: Why Hats viste personajes conocidos. ¿Podrías destacar algunos?
Respuesta: «Sí. Algunos de ellos son Luis Fonsi, Alejandro Sanz, Angel Rose, Lola Índigo, Mikel Erentxun y, el más reciente, Johnny Depp».
Pregunta: ¿Cómo llega un sombrero Why Hats a manos de Johnny Depp?
Respuesta: «Su manager nos descubrió por Instagram y le mostró la marca a Johnny. A él en un principio le gustaron varios sombreros y elementos. Entonces, a partir de ahí, lo empezamos a diseñar a su gusto. Nos pidieron que le diésemos un toque creativo. Le agregamos un forro de una obra de Picasso, ya que es un apasionado del pintor. Además, también añadimos un portapuros hecho con piel. Se lo hicimos llegar hace poco y lo hemos visto usándolo por Londres en varias ocasiones».
Pregunta: ¿Cómo surge tu pasión por los sombreros?
Respuesta: «Desde adolescente me han apasionado los sombreros, es por ello que siempre he tenido mucha fijación por este tipo de sombreros que hacemos. Son una mezcla entre los sombreros vaqueros de toda la vida y los americanos, que tienen un fieltro mucho más grueso. Siempre me han gustado, pero aquí en España ha sido muy difícil conseguirlos. Alguien joven no se puede gastar 400 € en un sombrero, entonces, lo típico, terminas recurriendo a sombreros más asequibles. Siempre me han llamado la atención porque dan un toque especial y una esencia única».
Pregunta: ¿Cuándo decidiste emprender este camino?
Respuesta: «En su momento, cuando desconocía el proceso, tenía entendido que se hacían en fábricas con maquinaria. No sabía mucho más. Entonces, en 2018 me mudé a Ibiza y conocí a un chico que hacía sombreros. Su nombre es Curro Coronel, y ver que hacía los sombreros a mano me alucinó. Hacía un estilo totalmente diferente a lo que a mí me gustaba, que era un estilo muy pirata, es decir, sombreros sin forma. Le ponía cualquier cosa que encontraba, cualquier cuerda, todo valía. Entonces yo me pregunté: «Si él puede hacerlo a mano, ¿Por qué yo no puedo hacer los míos?». Pero, en este mundillo de la sombrerería nadie te quiere contar sus secretos, cosa que con los años he ido entendiendo.
Aprender a hacer sombreros conlleva una búsqueda bastante larga. El encontrar materiales, las técnicas adecuadas, las herramientas… Cuando decidí empezar a hacer sombreros invertí unos 200 euros en una plancha, una mesa y unos fieltros. ¡Fue un desastre! Pero, a partir de ahí, uno sigue obsesionado con la idea de lo que quiere hacer, y sigue».
Pregunta: ¿Tienes algún tipo de formación o eres autodidacta?
Respuesta: «Con el tiempo empecé a encontrar técnicas. Por ello, siempre digo que en eso he sido muy autodidacta. Con el tiempo fui perfeccionando y encontrando mejores materiales. Ahí fue cuando empezó la cosa a despegar un poco».
Pregunta: ¿Dónde fabricas los sombreros?
Respuesta: «Hemos tenido en total ocho talleres. Si algo tenemos es que nos movemos mucho y, al final, siempre buscamos cómo mejorar el sitio de trabajo. Piensa que, como trabajamos tanto en redes y hacemos tanto contenido, el sitio de trabajo es esencial. Estamos ubicados ahora mismo en Valencia«.
Pregunta: ¿Cuál es el proceso de creación de vuestros sombreros y cuál es el paso más complejo de todos para ti?
Respuesta: «El primer paso es saber la talla del cliente y, para ello, se utilizan unos bloques de madera como referencia. Cada bloque es una talla. Nosotros trabajamos con capelina. Esto viene a ser un trozo de fieltro con forma cónica a la que se le aplica vapor para acertar con la talla y moldearlo. Una vez ya se tiene eso, se corta el ala y, luego, se le da la forma. Ese es el paso más complejo para mí. En nuestro caso, y en el caso de otros sombrereros, lo hacemos a mano. Tienes que ser bastante preciso a la hora de hacer la forma porque te puede quedar un lado más alto que el otro».
Pregunta: ¿Todos los clientes te piden diseños personalizados?
Respuesta: «Sí, el 90%. O sea, al final a mí lo que me gusta de lo que hemos creado, sin ni siquiera quererlo, es vivir la experiencia de crear un sombrero. Aunque, también tenemos sombreros de colecciones que hemos creado. Cada año sacamos una colección y la ponemos en la web porque hay gente a la que no le apetece diseñar un sombrero. Pero, el 90% de los clientes que tenemos lo prefieren 100% personalizado».
Pregunta: ¿Acuden los clientes al taller o cómo se lleva a cabo ese primer contacto?
Respuesta: «Nos reunimos por videollamada o bien acuden al taller. Hay gente que viene de todas partes del mundo sólo para venir a hacerse el sombrero. Los que no pueden o no quieren, se hace a través de una videollamada. Al final, el resultado es el diseño de ambos: cliente y sombrerero».
Pregunta: ¿Cuántos sombreros tienes para tu uso personal?
Respuesta: «Pues sonará un poco egocéntrico, pero la gente se cree que tengo muchos sombreros y, si te digo la verdad, tengo sólo tres. La verdad que no le acabo de encontrar una explicación, pero son tan especiales y han venido conmigo a tantos lugares que son a los que les tengo más cariño».
Pregunta: ¿Cómo definirías el trabajo de Why Hats?
Respuesta: «En primer lugar, el fuego, porque es la técnica que utilizo. En segundo lugar, los colores. Si te fijas en mis sombreros, todos tienen sombras, blancas o negras. ¿Por qué pasa esto? Pues, cuando yo empecé, evidentemente no podía tener un stock de materiales en diferentes colores. Compraba unidad en unidad cuando alguien hacía un pedido. Y, un día, apareció un chico que necesitaba un sombrero verde para la semana siguiente. Recurrí a un fieltro blanco y un spray de color verde. Entonces, lo pinté y esperé un par de días a que se secara. Después, lo lijé, le hice la forma, lo quemé, ¡y aluciné porque el color era precioso! Es por ello que creo que los colores forman parte de la firma.
Por último, diría el alma porque como cualquier artista cuando estás creando algo con tus manos o tu mente, vas diseñando e improvisando. Yo creo que es algo que sale mucho del alma y que, al final, se puede ver reflejado en la obra, el resultado final».