Magalhães & Santos llevan al Palacio Real una obra perdida hace 100 años: «Faltaba esta pieza del puzle»
El arte por el arte. En ojos de dos galeristas, esta mítica frase asociada al coleccionismo puede ir más allá. Adquirir un sentido conector para devolver el orden de las colecciones históricas que fueron perdiendo componentes con el paso de los años. Por eso hoy hablamos de cómo Friedrich Magalhães y Enrique Santos, fundadores de la Galería Magalhães & Santos, han devuelto al Palacio Real un templete de Valadier que perteneció a Carlos IV, Rey de España.
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El pórtico del templo de Minerva no es una pieza cualquiera. Hablamos de un diseño para cuyo origen nos tenemos que remontar a 1778, obra de Luigi Valadier. Quien, bajo encargo del Rey Carlos IV elaboró un detallado dessert, perdido en el paso del tiempo a lo largo de los siglos. Hasta ahora.
Porque el hecho de que hablemos del pórtico del templo de Minerva como una pieza inédita potencia la importancia de este descubrimiento, que llevaba más de 100 años perdido. Alejado del resto de piezas del conjunto, junto a las que hoy descansa como parte de la colección permanente del Palacio Real.
Claro que llegar a estas obras no es algo sencillo: «Es un constante trabajo de llegar a lo mejor. No basado en el precio, sino en la calidad de la obra», explica Friedrich. Y en este transcurso de obras y piezas de colección se encuentran con el rescate de piezas perdidas, olvidadas. «Hemos encontrado un Morales que está en el Getty Center» y un Valadier que ahora se encuentra en el Palacio Real.
«Empecé a investigar y fui a la biblioteca del Museo del Prado para ver el catálogo de Valadier y cuando lo abrí encontré la imagen. En ese momento llamé a Fritz corriendo»
¿Cómo se llega a recuperar una pieza perteneciente a la realeza española y devolverla a su origen? Esta es la primera pregunta que se le viene a una a la cabeza cuando te sientas a hablar con dos personas que han restaurado una pieza tan importante el Patrimonio Nacional.
«A nosotros nos llegó la pieza y sabíamos que era algo muy bueno por el material, porque el material del que estaba hecho, era algo que estaba a la altura sólo de la monarquía», explica Enrique. Entrando en los detalles de una pieza elaborada con mármol, lapislázuli, pórfido, jaspe, bronce y esmalte. «A raíz de ahí empezamos a indagar y a investigar».
Tirando de memoria y de mucho trabajo, ya que fue gracias a una exposición que visitó Enrique en Nueva York en 2017 por lo que pudieron juntar las piezas para encontrar el origen de esta pieza. «Yo había estado en el 2017 en una exposición en The Frick Collection. Ahí juntaron el dessert completo, que hoy se encuentra en el Palacio Real en una mesa enorme».
Enrique nos cuenta cómo tenía la imagen de ese dessert en la memoria y cómo, cuando les llegó la pieza empezó el trabajo de campo para averiguar su origen. «Empecé a investigar y fui a la biblioteca del Museo del Prado para ver el catálogo de Valadier y cuando lo abrí encontré la imagen. En ese momento llamé a Fritz corriendo». Al fin y al cabo, no todos los días se encuentra una pieza que llevaba perdida más de 100 años.
«Cerrar esta venta es la venta ideal. Estamos orgullosos porque vuelve a donde tiene que estar y lo va a poder disfrutar la gente por el resto de la historia»
Mirando con detenimiento los detalles de la pieza, esta brinda una auténtica lección de historia sobre el contexto del momento. «Da la casualidad de que Carlos III, padre de el que compra el dessert, fue quien financió los primeros descubrimientos de Pompeya. De ahí todos los motivos que se encuentran en los símbolos de la parte superior de la pieza».
Aunque, lejos de mantenerse unido, las diferentes piezas que formaban el dessert acabaron perdidas por diferentes partes. «Según las investigaciones, esta pieza la heredaría Isabel II y la vendería por deuda, para hacer subastas, como regalo… Hacia 1820/1830″.
Cerrando el círculo del arte y devolviendo esta pieza a su origen: el Palacio Real. «Para nosotros, cerrar esta venta es la venta ideal en cuanto a tu trabajo. Estamos orgullosos porque vuelve a donde tiene que estar y lo va a poder disfrutar la gente por el resto de la historia. Eso como galeristas es como poner la pieza del puzle que faltaba», cuenta Enrique
Hoy todo quien se adentra en el Palacio para contemplar sus colecciones puede disfrutar de esta pieza junto al resto de elementos que se conservan de ese dessert.
«Una colección no se compone de obras de pintores famosos, sino la obra maestra de artistas conocidos. Esto es lo que determina el valor de una colección»
Su idea es crear un espacio de arte, «en vez de decir cómo nos definimos, tenemos muy claro cómo queremos que la gente entre, y que vea en nosotros un espacio de inspiración y de buen gusto, alejado de la idea del impacto sólo por el impacto». Por eso en su galería traducen el arte a un lenguaje común. Concretamente, el old masters, o lo que todos conocemos como la época clásica.
Donde su labor no sólo es servir de punto de paso de obras de arte, sino saber localizarlas, «seleccionar e identificar la mano del artista», como define Friedrich. Gracias a lo que consiguen devolver la valía a piezas perdidas por el paso del tiempo.
Por su galería han pasado piezas únicas. Porque a ojos de Friedrich, «una colección no se compone de obras de pintores famosos, sino la obra maestra de artistas conocidos. Esto es lo que determina el valor de una colección».
Y con esta filosofía, entendemos que la suya no es una galería clásica. «ya que tenemos la posibilidad de acercar el arte de esta manera, lo hacemos de forma que sea entretenido», subraya Enrique.
Recientemente las pareces mostraban la obra de Jorge Parra, «un tío que forma parte de la imagen de este año de Dior y Cartier. Y ha abierto este año el Karl Lagerfield Café en París con una de sus obras». Todo centrado en dar algo único a la gente, «esas piezas en las que sabes que solo tú tienes una unidad».