Ayer por la noche, en el corazón de la simbólica Plaza de San Pedro, en el Vaticano, sucedió algo digno de recordar. Más de 100.000 asistentes se reunieron en este enclave para disfrutar de uno de los conciertos más especiales que se han podido vivir y que estamos seguros de que pasará a la historia. Con grandes nombres como Pharrell Williams (maestro de orquesta), John Legend o Jennifer Hudson, la música se dio la mano con la fe en Grace for the World y la emoción se sentía en el aire. Pero el momento más especial llegó cuando la voz de Andrea Bocelli fue acompañada de una elegante Karol G.

Aunque ya se sabía que la cantante era una de las voces esperadas en la celebración, su interpretación junto al vocalista italiano fue algo de otro mundo. Hace meses escuchábamos la versión de la colombiana de Vivo por ella, tema que, originalmente, se lanzó años atrás y se reconoce por la interpretación de la cantante española Marta Sánchez.
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Ambos se dieron la mano y, en medio de un silencio estremecedor, Karol G nos demostró que no le hace falta el autotune para cantar. Además de esto, otra cosa que deslumbró, literalmente, fue el elegante vestido que llevó.

Lejos de los extravagantes estilismos con los que nos suele deleitar encima del escenario, Karol G optó por una elegancia basada en el lujo, profundamente marcada por la espiritualidad, la historia y la solemnidad que se respiraba en el ambiente. La pieza, firmada por Robert Wun, destaca por un negro absoluto, que se define a través de una silueta ceñida, además de unas líneas sobrias. Pero ante todo, hay que reconocer un hecho. De los eventos en los que hemos podido ver a la cantante, podríamos afirmar con rotundidad que este estilismo es de los más elegantes que ha llevado hasta la fecha.

Realizado en un tejido fluido y estructurado a la vez, con un sutil brillo satinado, la prenda incorporaba aplicaciones de pedrería finísima, colocadas con una precisión que aportaba una estética única. Con los focos en su persona, cada destello no era ostentación, sino acento en cada nota de la interpretación. Un lenguaje visual contenido, pero poderoso. Porque cuando el marco es el Vaticano, el exceso se transforma fácilmente en irreverencia. Karol G, sin embargo, eligió el camino opuesto: la sofisticación del detalle.

Las joyas que complementan a esta imponente pieza de costura, en este caso un par de pendientes de diamantes en forma de lágrima, acompañados de un anillo con un solitario, las firma Messika.

La sobriedad del vestido debe llevar una propuesta beauty que le acompañe, en este caso, acorde al ambiente solemne que se respiraba en el Vaticano. El peinado de moño messy con rizos le daba un toque desenfadado y complementaba la personalidad de la cantante, mientras que esto se acompañaba de un maquillaje con sutiles brillos perla y una suavidad que nos lleva a esa moda actual de la naturalidad.

Desde que la artista colombiana saltó a la palestra hace varios años, se la encasilló dentro del mundo de la música latina con la etiqueta de que el autotune le ayudaba a cantar. Con este evento, Karol G no sólo nos ha demostrado que es una mujer elegante y con talento, sino que nos ha deleitado con una interpretación única y digna de ser recordada.