Lleva más de medio siglo escuchando a mujeres. No sólo en el quirófano, sino en su consulta, en su observación como médico, como esteta y como hombre que ha dedicado la vida a la cirugía plástica. Javier de Benito es uno de los cirujanos más reputados del mundo. Ha presidido la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), ha ejercido durante años en países como Rusia, Arabia Saudí o Brasil, y entre las que han confiado en su bisturí hay actrices de renombre internacional, aunque él huye del nombre propio. «No hablo de Gina Lollobrigida. Hablo de Dina», bromea en alusión a un pasaje de su nuevo libro, Lo que aprendí de las mujeres, una declaración de amor (y de profunda admiración) hacia ellas.
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«El 85% de mis pacientes son mujeres. Las respeto profundamente, las admiro desde que son niñas hasta que tienen 90 años. Son el verdadero sexo fuerte», afirma con convicción. De Benito ha sido testigo privilegiado de cómo la imagen, la autoimagen y el envejecimiento se viven de forma radicalmente distinta según el género, la cultura o la etapa vital.
«La belleza no es sólo una nariz o unos labios. Es una sonrisa, es una mirada luminosa. Es armonía, es algo que te deleita la mente a través de los sentidos»
Su nuevo libro, sin tecnicismos, está salpicado de anécdotas humanas y reflexiones sobre la belleza que trascienden lo puramente físico: «La belleza no es sólo una nariz o unos labios. Es una sonrisa, es una mirada luminosa. Es armonía, es algo que te deleita la mente a través de los sentidos. Como una dedicatoria que ilumina lo que hay alrededor».

«Las actrices están sometidas a una exigencia brutal. Lo que buscan muchas de ellas no es cambiar, sino ese lavado que yo siempre comparo con ir a la tintorería, pero sin que nadie lo note»
Mucho ha cambiado el mundo desde que comenzó su carrera, pero hay algo que permanece: la presión estética que recae sobre las mujeres, especialmente las que viven expuestas. «Las actrices están sometidas a una exigencia brutal. La cámara es muy traicionera, engorda, deforma… La televisión te roba luz. El físico se convierte en su herramienta de trabajo. Lo que buscan muchas de ellas no es cambiar, sino ese lavado que yo siempre lo comparo con ir a la tintorería, pero sin que nadie lo note».
«Mira Demi Moore. No se trata de hacerse mucho de golpe, sino de pequeños retoques sostenidos en el tiempo. Así mantienes tu esencia y siempre estás bien. Nadie lo nota»
Y cuando hablamos de retoques bien hechos, surgen ejemplos como el de Anne Hathaway o Demi Moore. «Mira a Demi. Tiene 62 años y parece de 40. ¿Cómo lo ha logrado? Con buena genética, sí, pero también con intervenciones discretas y bien pautadas. No se trata de hacerse mucho de golpe, sino de pequeños retoques sostenidos en el tiempo. Así mantienes tu esencia y siempre estás bien. Nadie lo nota. Solo saben que estás estupenda».

«La cirugía es un apoyo más. Un lujo, sí, pero no sólo por el dinero. El lujo es poder mirarte al espejo y estar feliz con lo que ves»
¿Y cuánto cuesta mantenerse así? «Nunca me habían hecho esa pregunta» responde, divertido. «No lo sé. Pero lo cierto es que ellos (los actores y actrices) invierten mucho, también en maquillaje. Y cuando se lo quitan, te das cuenta de cuánto ayuda. La cirugía es un apoyo más. Un lujo, sí, pero no sólo por el dinero. El lujo es poder mirarte al espejo y estar feliz con lo que ves. Es sentirte mejor contigo mismo».
Hoy, la verdadera revolución en la medicina estética, asegura, no ha sido una técnica quirúrgica. «La anestesia ha sido el gran cambio. El propofol nos ha permitido operar sin ingresos, con postoperatorios rápidos, lo que ha hecho accesible la cirugía a mujeres que trabajan, que no pueden permitirse estar de baja semanas. Y eso ha dado paso a técnicas mínimamente invasivas: elevaciones de ceja con endoscopia, remodelado de cuello sin apenas cicatrices, intervenciones ambulatorias que hace 20 años eran impensables».
«Un lifting no es estirar la piel hasta que brille, sino de devolver al rostro su arquitectura. Y que nadie note nada»
Javier de Benito domina el lifting como nadie, cada vez lo realiza con mayor sutileza. «Ya no estiramos. Remodelamos. Tocamos glándulas, músculos, estructuras óseas. Porque no se trata de estirar la piel hasta que brille, sino de devolver al rostro su arquitectura. Y que nadie note nada».
Pero el bisturí, insiste, es la última herramienta. Lo primero es escuchar. «Hoy enseñamos a los cirujanos jóvenes que antes que especialistas, somos médicos. Detrás de cada cirugía hay una emoción, un deseo, una historia. Hay que proteger, cuidar, orientar y, sobre todo, ser honestos. Saber decir: Esto no te lo puedo conseguir. Porque a veces el problema no es físico, sino mental».

De Benito cuenta que ha visto casos de pacientes felices con una operación técnicamente imperfecta y otras que, tras un resultado espectacular, no se ven bien. «El doctor Ivo Pitanguy decía que el éxito no está en lo que hace el cirujano, sino en cómo lo usa la paciente después. ¡Y es verdad! La percepción lo es todo».
«No hay una edad ideal para empezar con la cirugía. Hay quien tiene bolsas de grasa en los ojos a los 25 por herencia… El momento es cuando tú lo necesitas»
«No hay una edad ideal para empezar», responde. «Envejecemos desde los 21 o 22 años, aunque los signos no se notan hasta los 30. Hay quien tiene bolsas de grasa en los ojos a los 25 por herencia, o flacidez a los 30 por haber adelgazado. No hay una norma. El momento es cuando tú lo necesitas».
Y en su día a día, esa diversidad también se refleja en las culturas. «Las mujeres árabes, por ejemplo, se operan mucho más de lo que creemos, aunque vayan tapadas. Porque compiten entre ellas en el ámbito privado. En Rusia, donde trabajé más de 10 años, son bellísimas, pero a veces hay que frenarles. Quieren prevenir demasiado pronto. Cada país, cada cultura, cada clima, influye», explica Javier de Benito.
A sus 77 años, Javier de Benito no tiene intención de parar. Sigue al frente de su Instituto en Barcelona y Madrid, formando a nuevas generaciones, escribiendo y operando. Y lo hace con la misma pasión de siempre. «Porque al final, la belleza es sólo un reflejo. Lo importante es cómo se siente una persona consigo misma. Y si con un pequeño cambio ayudamos a que esa persona se sienta mejor, entonces merece la pena».