Hay diseñadoras que visten cuerpos y otras que visten emociones. En el caso de Claudia Llagostera, fundadora de Claudia Llagostera Atelier, lo suyo tiene más de lo segundo. Su nombre se ha convertido en sinónimo de naturalidad, de tejidos que respiran y de novias que se reconocen frente al espejo. Entre ellas, Bea Gimeno, cuya boda, una de las más comentadas del año pasado, llevó la firma de su amiga de la infancia. «Ella confió en mí desde el principio e hicimos algo muy ella. Por eso gustó tanto», recuerda Claudia con una sonrisa. Esa naturalidad que todos percibieron, asegura, es el hilo que cose su manera de entender la moda nupcial.
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Claudia Llagostera, diseñadora de vestidos de novia
«Al principio ni siquiera sabía que quería estudiar moda», confiesa. «Siempre me ha apasionado el diseño y las cosas bien hechas, pero cuando éramos pequeños no era una opción real. Era medicina, derecho o ADE. Nadie te decía: sé diseñadora». Un día, sin embargo, se dio cuenta de que aquello era lo que realmente le movía. Estudió diseño de moda en el IED de Madrid y fundó su primera marca, Lentejita, un proyecto que bautizó con el apodo cariñoso que su padre le daba de niña. «Era una marca muy casual, pero ya tenía el mismo espíritu que lo que hago hoy. Con el tiempo empezamos a crear vestidos a medida y las clientas nos pedían cosas personalizadas. Así fue como nació la primera novia».
De aquella petición espontánea han pasado ya once años. «Me acuerdo perfectamente. Me dijeron: «Claudia, quiero que tú me hagas el vestido de novia», y yo pensé: estás loca. Pero luego me di cuenta de que teníamos el equipo, las modistas, todo. Sólo faltaba lanzarse. Y salió bien», recuerda entre risas.

Un estilo natural, cómodo y versátilç
«Las novias ya no quieren colas infinitas. Piensan en poder moverse y disfrutar»
Cuando le pides que defina su estilo, lo tiene claro: «Es muy natural. Defiendo la comodidad por encima de todo. Una mujer no puede estar guapa si no está cómoda primero». Esa filosofía impregna cada uno de sus vestidos, que parecen sencillos, pero esconden horas de trabajo. «Me gusta ese equilibrio entre la calidad y la sencillez. Técnicas muy pulidas, pero que no parezcan forzadas. Que fluyan».
En su atelier, cada día es distinto. Hay mañanas de primeras pruebas, tardes de volúmenes y tejidos, y días de ensayo general con las novias ya emocionadas. «Cada proceso tiene su magia. Hay pruebas en las que apenas estamos empezando, y otras en las que la novia viene con sus amigas a vivirlo todo. Verlas reír, emocionarse… Eso es lo más bonito».

La novia contemporánea
«Este año las novias buscan tejidos más rústicos, más naturales, incluso en tonos beige o lino»
Aunque le gusta ir por libre, Claudia observa con curiosidad las tendencias que marcan el pulso de la moda nupcial. «Este año las novias buscan tejidos más rústicos, más naturales, incluso en tonos beige o lino. Antes me decían que estaba loca por proponer algo que no fuera blanco, pero ahora lo entienden más».
Su estilo coincide, casi por azar, con lo que se lleva: «Han vuelto los corpiños, que favorecen mucho, y los velos bohemios, bordados, con historia. Esas cosas me encantan. Esta temporada, la tendencia me acompaña».

Los pequeños grandes detalles
«El error más común es seguir las tendencias sin pensar si te favorecen»
Para Claudia, los accesorios son tan importantes como el vestido. «Un buen zapato es fundamental. Pero, sobre todo, que sea cómodo. Hay zapatos preciosos que luego te destrozan el pie, y no tiene sentido. Lo mismo pasa con el maquillaje: tiene que ser natural, que no te disfrace. Que te veas tú».
Esa naturalidad parece haberse convertido en un valor compartido. «Estamos rompiendo protocolos. Por ser novia no tienes que hacerte un moño o llevar tacones si no te apetece. Tengo novias que se casan con zapato plano y están ideales. Lo importante es ser tú misma».

Su consejo favorito para las novias es claro: disfrutar. «Pasa todo tan rápido. Y muchas veces, en lugar de vivir el proceso, se estresan con los detalles o con si va a gustar en Instagram. Hay que ser más conscientes del privilegio que supone poder hacerte un vestido a medida, celebrar la boda que quieres. Vivirlo desde ahí, desde la gratitud y la ilusión».
«La boda pasa en un abrir y cerrar de ojos. Por eso las pruebas, los nervios, todo eso forma parte del recuerdo. No hay que dejar que se convierta en una fuente de angustia», insiste.

Bea Gimeno, una novia luminosa
«Aún vienen novias enseñándome la foto de Bea y diciéndome: quiero algo así. Y yo siempre les digo: perfecto, pero ahora hay que hacer el tuyo»
Cuando habla de Bea Gimeno, su tono se llena de cariño. Ella se casó el pasado año con el hijo de Emilio Aragón, Nacho Aragón. «La conozco desde que éramos pequeñas, así que fue muy especial. Ella confió en mí desde el principio y el resultado fue muy ella. Creo que por eso gustó tanto. Las fotos de su boda transmiten felicidad pura».
El vestido, delicado y natural, se convirtió en referencia inmediata. «Aún vienen novias enseñándome la foto de Bea y diciéndome: quiero algo así. Y yo siempre les digo: perfecto, pero ahora hay que hacer el tuyo», ríe. «Porque lo bonito de Bea fue precisamente eso: que era ella misma».

Lo que no se ve: errores y aprendizajes
«A veces se cambian tantas veces de vestido que pienso: si no te va a dar tiempo a disfrutarlo»
No todo son historias de cuento. Claudia reconoce que a veces ve a novias equivocarse en decisiones clave. «El error más común es seguir las tendencias sin pensar si te favorecen. Puedes llevar un vestido precioso, perfectamente ejecutado, pero si no saca lo mejor de ti, no sirve».
Otro fallo habitual, dice, es no apostar por profesionales. «Por ahorrarte un poco, acabas con un primo haciendo las fotos o una amiga maquillando, y luego vienen los disgustos. Es un día irrepetible, y hay que rodearse de gente que sepa lo que hace».

La novia del futuro
Como diseñadora de la firma belga Carta Blanca, con la que colabora desde hace años, Claudia tiene una visión clara del futuro. «Estamos terminando la colección 2027 y veo que la moda nupcial cambia más despacio que la moda general. Pero hay algo que se mantiene: la búsqueda de comodidad y autenticidad».
«Las novias ya no quieren colas infinitas o tejidos armados. Piensan en la practicidad, en poder moverse y disfrutar. Por eso triunfan los vestidos desmontables o los segundos looks más cortos. Y me encanta que se atrevan a romper moldes. Para nosotras, los diseñadores, es mucho más divertido».
Eso sí, pone un límite: «A veces se cambian tantas veces de vestido que pienso: si no te va a dar tiempo a disfrutarlo. Prefiero un vestidazo que se adapte a los distintos momentos, no tres cambios que te roben horas de tu propia boda».

Un atelier con alma
«Ahora vienen novias desde Nueva York o Sudamérica… Es bonito ver cómo viajan para hacerse el vestido conmigo»
Su taller sigue siendo un espacio pequeño, íntimo, donde cada prenda se hace con las manos y la mirada. «No quiero crecer en cantidad. Me gusta trabajar así, con pocas novias, poder estar presente en cada detalle. Es la única manera de que sea tan personal».
Esa filosofía ha traspasado fronteras. «Ahora vienen novias desde Nueva York o Sudamérica. Muchas viven fuera, otras se casan fuera. Es bonito ver cómo viajan para hacerse el vestido conmigo, o cómo conectamos por FaceTime antes de su primera visita. Me parece un acto de confianza enorme».
Parte de ese interés internacional, explica, tiene que ver con el estilo español: «En Latinoamérica, por ejemplo, los vestidos suelen ser más pomposos, con brillos y volumen. Aquí trabajamos con encajes antiguos, tejidos naturales… Hay una sensibilidad distinta. Y Madrid está llena de diseñadores con muchísimo talento. El mundo está empezando a mirar hacia aquí».

Un sueño en equilibrio
Quizá por eso, cuando se le pregunta por el futuro, responde con serenidad. «A veces me doy cuenta de que estoy donde soñé estar hace años. Que una novia coja un avión para venir a mi atelier era impensable. Así que muchas veces pienso: que me quede como estoy».
Lo dice sin resignación, con la calma de quien ha encontrado su sitio. «Seguir creciendo, haciendo cosas cada vez más bonitas, disfrutando del proceso… Ese es mi plan. No quiero dejar de disfrutarlo, porque en el fondo este trabajo va de eso, de crear algo que haga felices a los demás».
