Netflix lo ha vuelto a hacer: Sirenas, el thriller psicológico protagonizado por Julianne Moore y Kevin Bacon, se ha convertido en uno de los fenómenos del momento. Con una trama llena de secretos, traiciones familiares y misterios que se esconden tras una fachada de lujo, la serie ha atrapado a la audiencia. Pero más allá del guion, hay otro gran protagonista que no pasa desapercibido: la imponente mansión en la que se desarrolla buena parte de Sirenas, conocida en la ficción como el Cliff House. ¿Dónde está realmente esa casa? ¿Existe tal cual la vemos en pantalla? ¿Podrías visitarla? Aquí te contamos todos los secretos detrás de esta joya arquitectónica que ha hecho suspirar a medio planeta.
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La verdad detrás de la mansión de ‘Sirenas’
En la serie, Michaela Kell (interpretada por Julianne Moore) y su esposo Peter (Kevin Bacon) viven en una espectacular casa de estilo colonial, ubicada al borde de un acantilado, con vistas infinitas al océano Atlántico. Este lugar se convierte en un personaje más, un testigo silencioso de los dramas familiares que se van desatando episodio tras episodio.

Pero atención: la mansión tal como la ves en Netflix no existe en la realidad… Al menos no como un único lugar. Las escenas exteriores de la casa fueron filmadas en el Caumsett State Historic Park Preserve, en Lloyd Harbor, Long Island, Nueva York. Este parque estatal no es precisamente una mansión privada, sino una antigua finca reconvertida en espacio público. Construida en 1921 por el financiero Marshall Field III, la propiedad incluye un enorme terreno de bosques, jardines, senderos costeros y edificios históricos.
Los interiores, por su parte, no pertenecen a ninguna casa real: fueron meticulosamente construidos en los Steiner Studios, en Brooklyn. El equipo de producción recreó desde cero los salones, comedores, dormitorios y hasta el espectacular estudio de arte de Michaela, cuidando cada detalle para transmitir ese aire elegante, sofisticado y ligeramente inquietante que respira la serie.

Long Island: el escenario perfecto
Aunque Sirenas está ambientada en la ficticia Port Haven, los productores decidieron rodar en diferentes puntos de Long Island para capturar la esencia costera y aislada que la historia requería. Además de Lloyd Harbor, se grabaron escenas en pueblos como Northport, Southold y Cutchogue.
¿Por qué Long Island? Porque tiene ese aire de lujo clásico, de casas familiares llenas de historia, alejadas del bullicio de Nueva York pero con todo el magnetismo de la costa este. Además, muchos de estos lugares tienen reglas de conservación muy estrictas, lo que significa que las construcciones mantienen su autenticidad arquitectónica intacta.

¿Puedes visitar el lugar?
Sí y no. El Caumsett State Historic Park Preserve está abierto al público, así que puedes recorrer sus senderos, disfrutar de las vistas al mar, explorar los jardines e incluso hacer actividades como ciclismo o pesca. Sin embargo, no esperes encontrar la famosa mansión del Cliff House tal cual aparece en la serie, porque esa es una combinación de exteriores, interiores de estudio y, por supuesto, mucha magia cinematográfica.
Eso sí, los fanáticos de la serie y los amantes de la arquitectura histórica disfrutarán paseando por este parque, donde aún se respira el aire de la alta sociedad neoyorquina de principios del siglo XX.

El peso simbólico de la mansión de ‘Sirenas’
Lo interesante de Sirenas es que la mansión no sólo sirve como escenario, sino que se convierte en un símbolo del estado emocional de los personajes. Es grande, hermosa, casi perfecta por fuera… Pero llena de grietas emocionales por dentro. La decoración, los cuadros, los espacios vacíos, los rincones oscuros: todo está pensado para subrayar las tensiones que atraviesan la familia Kell.
Además, la casa refleja la temática central de la serie: el choque entre las apariencias y la verdad, entre lo que mostramos al mundo y lo que escondemos en privado. En este sentido, el trabajo del equipo de diseño de producción es magistral. Según han contado en entrevistas, uno de los desafíos fue precisamente equilibrar la opulencia con un toque de frialdad, para que el espectador sintiera, desde el primer momento, que algo no encajaba.
