Arquitectura

Francisco Ortega, Premio Internacional de Arquitectura: «Nuestro legado está en el medio rural»

(Collage: COOLthelifestyle)

El arquitecto asturiano Francisco Ortega Montoliu, afincado en Madrid, es reconocido con el Premio Rafael Manzano de Nueva Arquitectura Tradicional 2025, uno de los galardones más prestigiosos y mejor dotados de Europa, con 50.000 euros. El jurado ha querido premiar su visión para dar una nueva vida al patrimonio histórico situado en el medio rural, respetando su identidad y devolviéndole su lugar en el presente.

Sus proyectos, centrados en Asturias, han rescatado palacios y casas señoriales que estaban al borde del olvido, transformándolos en espacios habitables y contemporáneos sin renunciar a su esencia. Entre ellos destacan el Palacio de las Torres de Donlebún en Barres, el Palacio del Marqués de Santa Cruz en Castropol o el Palacio de los Pardo Donlebún en Figueras, ejemplos de cómo la arquitectura puede ser un puente entre la memoria y la modernidad.

El Premio, convocado por la Fundación Culturas Constructivas Tradicionales en colaboración con INTBAU España y Portugal, reconoce cada año a aquellos arquitectos que mantienen viva la herencia constructiva y estética de nuestro entorno. En esta edición también se han distinguido al portugués Francisco de Calheiros, Medalla Richard H. Driehaus por su labor en la recuperación de casas históricas y paisajes rurales, y a Carmen Añón, figura clave en la rehabilitación de jardines tan emblemáticos como El Retiro o El Capricho. Pero el foco, este año, recae sobre Francisco Ortega: un arquitecto que ha hecho del respeto, la coherencia y la autenticidad su manera de entender el oficio.

(Foto: Francisco Ortega)

La arquitectura como legado vivo

«Recibir el Premio Rafael Manzano supone el reconocimiento a un trabajo muy intenso durante más de diez años de mi vida», confiesa Ortega. Una década dedicada a rehabilitar palacios asturianos con la delicadeza de quien no sólo restaura piedra, sino historias. «Como buen asturiano, conocía esos edificios desde niño y me hizo muchísima ilusión saber que podía participar en su historia como uno de sus arquitectos».

«Recibir el Premio Rafael Manzano supone el reconocimiento a un trabajo muy intenso durante más de diez años de mi vida»

Su manera de mirar la arquitectura tradicional no es nostálgica, sino profundamente contemporánea. Cree que para que los edificios históricos sigan teniendo sentido hoy, deben adaptarse a nuevos usos sin perder su esencia: «Estoy convencido de que los edificios históricos necesitan un cambio de uso para seguir teniendo vigencia, pero ese cambio debe mantener su identidad original. No puedes subdividir un palacio porque el estudio económico lo aconseje: en ese momento desaparece su alma».

«No puedes subdividir un palacio porque el estudio económico lo aconseje: en ese momento desaparece su alma»

En su discurso se percibe una idea constante: la arquitectura como vehículo de transmisión cultural, pero también como un acto de coherencia ética. Para Ortega, la belleza y la verdad están en los materiales, los oficios y la memoria. «Cuando trabajas con artesanos, canteros, carpinteros, herreros, aprendes que su oficio es mucho más elevado que el industrial. Una viga con trescientos años tiene una pátina que es el legado del tiempo. Si la cortas con una sierra industrial, la destruyes. Si la trabajas con herramientas tradicionales, conservas toda su historia».

(Foto: Fundación Culturas Constructivas Tradicionales)

El valor de las raíces

«Para ser persona de mundo hay que tener buenas raíces», recuerda Ortega citando a un amigo. «Y lo mismo ocurre con la arquitectura. Para tener una arquitectura contemporánea de calidad hay que aprender del legado de nuestra historia».

«Para ser persona de mundo hay que tener buenas raíces»

En un momento en que la disciplina parece obsesionada con lo digital y lo futurista, sus palabras resuenan con fuerza. Para Francisco Ortega, mirar hacia atrás no es un acto conservador, sino una forma de entender de dónde venimos para proyectar hacia dónde vamos: «El tiempo tiene la virtud de dejar sólo lo mejor construido, lo más aceptado por nuestra sociedad. Por eso es tan importante aprender de esos valores».

«El tiempo tiene la virtud de dejar sólo lo mejor construido, lo más aceptado por nuestra sociedad. Por eso es tan importante aprender de esos valores»

Su mirada está íntimamente ligada al paisaje asturiano, a esa «infancia que es la patria de los hombres», como cita de Jodorowsky. «Asturias representa para mí la vida acompasada a tu propio ritmo, donde todo sucede de manera más humana. Si aplico eso a la arquitectura, hablo de espacios donde las cosas ocurren naturalmente, sin prisas, donde lo que está tiene que estar porque si no se echaría en falta».

(Foto: Fundación Culturas Constructivas Tradicionales)

El oficio y la sostenibilidad

En tiempos de discursos grandilocuentes sobre sostenibilidad, Ortega reivindica una verdad elemental: no hay nada más sostenible que lo local. «No se me ocurre una manera de ser más sostenible que empleando materiales del propio entorno o reciclando los del edificio original. Así ahorras energía, transporte y recuperas saberes que estaban a punto de desaparecer. La arquitectura vernácula tiene precisamente esa virtud: se hace con lo que hay, y eso la hace profundamente respetuosa con el medio ambiente».

«No se me ocurre una manera de ser más sostenible que empleando materiales del propio entorno o reciclando los del edificio original»

Esa filosofía se traduce también en su relación con los maestros de obra y los artesanos locales, sin los cuales, dice, «la autenticidad sería imposible». En sus proyectos, las instalaciones contemporáneas quedan ocultas, integradas con discreción para no restar protagonismo a lo esencial. «Los sistemas de calefacción, las luminarias, los elementos de confort están, pero no deben imponerse. Hay que dar relevancia a lo que realmente importa».

(Foto: Fundación Culturas Constructivas Tradicionales)

La arquitectura como antídoto contra el éxodo rural

Buena parte del trabajo de Francisco Ortega se ha desarrollado en zonas rurales asturianas, donde su labor ha tenido un efecto más allá de lo arquitectónico. Sus rehabilitaciones han contribuido a revitalizar núcleos en declive, demostrando que el patrimonio puede ser también una herramienta de desarrollo. «Nuestro legado arquitectónico está en el medio rural. Las ciudades conservan los grandes monumentos, pero la verdadera identidad está en esos edificios levantados por las manos de sus habitantes, sin especulación. Rehabilitarlos ofrece una alternativa al éxodo rural: permite reencontrarse con el pueblo del abuelo, entender cómo se vivía y por qué».

«Nuestro legado arquitectónico está en el medio rural»

Sin embargo, Ortega alerta sobre el riesgo de confundir rehabilitación con turistificación: «El turismo actual se ha vuelto homogéneo. Viajamos para comer o comprar lo mismo que en casa. Rehabilitar con esa idea es un error del que ya nos estamos arrepintiendo. El verdadero turismo debería ser descubrimiento, no consumo».

(Foto: Fundación Culturas Constructivas Tradicionales)

Mirar hacia el futuro sin olvidar el pasado

Aunque reconoce que en España quedan cada vez menos artesanos capaces de trabajar los materiales de forma tradicional, Ortega mantiene el optimismo. «Es una pérdida de siglos de conocimiento transmitido oralmente, pero creo que las nuevas generaciones tienen más sensibilidad hacia lo tradicional. El que no lo vivió lo añora, y lo demanda».

«Las nuevas generaciones tienen más sensibilidad hacia lo tradicional. El que no lo vivió lo añora, y lo demanda»

Por eso destaca el papel de la Fundación Culturas Constructivas Tradicionales, impulsora del Premio Manzano, en la preservación de ese saber. «Su labor es fundamental para documentar y transmitir lo que aún nos queda. El futuro, y nuestras ganas, lo dirán».

Su pensamiento se resume en una frase que podría ser también su manifiesto: «La sociedad ha de mirar al futuro, pero sin olvidar lo pasado. Porque las raíces representan el punto desde el que uno se posiciona para entender hacia dónde va».