Cada día a las 20 horas el rumor de los aplausos resuena por todos los rincones del país. Al principio, cuando desconocíamos la dimensión de la situación que se nos venía, los millones de aplausos iban destinados a los sanitarios que, sin apenas descanso, atendían a miles de contagiados por coronavirus. Poco a poco, teniendo consciencia de que todos sumamos en una crisis tan importante como esta, el aplauso se ha hecho extensivo a los millones de profesionales de los sectores más diversos que hacen posible que todo funcione con precisión y, sobre todo, con humanidad y con compromiso.

Ciudadanos –en el sentido más amplio de la palabra– que cada día salen de su casa y desafían a esta pandemia letal y desconocida siguiendo a pies juntillas los protocolos de las autoridades sanitarias para que los supermercados estén abastecidos, los lugares de convivencia común desinfectados o las personas más vulnerables atendidas y cuidadas.

Todo el mundo está sumando, la solidaridad y la profesionalidad se han convertido en los ejes que mueven el mundo. Por ello, y para agradecer el esfuerzo de sus empleados de toda España, Clece ha lanzado una campaña en las redes sociales, tanto en Twitter como en Facebook, para dar visibilidad al gran trabajo que están haciendo sus profesionales.

El reconocimiento público a #Todonuestroshéroes

Bajo el lema de #Todosnuestroshéroes, Clece ha querido poner en valor el maravilloso trabajo y el compromiso de sus profesionales en unos días francamente complicados para todos, pero sobre todo para aquellos que, además, ayudan a los demás a que ninguna persona vulnerable quede ni desvalida ni desatendida.

Para darles visibilidad, para darles las gracias en mayúsculas, los intercambiadores de transporte público de Madrid están reproduciendo diversos vídeos de apoyo y agradecimiento porque están dándolo todo en esta crisis sanitaria, poniendo de manifiesto la grandeza de sus acciones y, en definitiva, convirtiéndoles en auténticos héroes que salen del anonimato por un momento para que todos les podamos aplaudir.

Nadie en esta ecuación de crisis sanitaria sin precedentes en el S. XXI puede quedar desamparado. Durante este confinamiento obligatorio, a todas luces necesario, debe contemplarse la situación de todas aquellas personas dependientes o con movilidad reducida que están en sus casas esperando que las empleadas de los programas de Atención de Ayuda a Domicilio que gestionan en muchos puntos de España lleguen a asearles y atenderles. Son personas que, entran como desconocidas en sus casas, pero que terminan convirtiéndose en parte de la familia, en personas en las que confían porque saben que les van a cuidar con profesionalidad y cariño.  Plantillas de residencias de ancianos que, a pesar de la ausencia de personal por el contagio del COVID-19 y estar aislados, están blandiendo el estandarte de la entrega que requiere la vivencia de situaciones complicadas para que todo salga bien.

Personas que se convierten en símbolos: Valentina

Desde el 14 de marzo se decretó el estado de alarma, se imponía la limitación de movimientos a excepción de aquellos trabajadores que no podían desempeñar su labor en remoto, para que no se paralizara en seco el país. Hace apenas unos días, durante el pleno extraordinario en el Congreso, una empleada de Clece, Valentina Cepeda, se convertía en la verdadera estrella de un Hemiciclo arrasado por la ausencia de sus señorías.

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Valentina, que trabaja como limpiadora en el Congreso, desinfecta el atril tras la intervención del presidente del Gobierno. (Foto: Efe)

Clece también homenajeó a Valentina a través de una campaña que llevaba su nombre, #ATodasLasValentinas, que fue un exitazo rotundo. Desde la noche del 19 hasta el 22 de marzo, el hashtag fue etiquetado en más de 1.400 mensajes de Twitter publicados por los propios empleados de la empresa que formaron una cadena de agradecimiento a través de menciones a los compañeros que, como Valentina, están al pie del cañón a pesar de las dificultades.

Ella salía a limpiar y desinfectar la tribuna de la Cámara Baja cada vez que alguien se subía a ella para evitar el contagio, enguantada, con mascarilla y vestida de azul marino. Los que allí estaban aplaudieron sin cesar la labor de Valentina, ella, la desconocida Valentina que, sin pretenderlo y sin saber lo que le deparaba el día cuando salió de casa, se ha convertido en el símbolo de la dedicación de muchas personas anónimas que hoy más que nunca no merecen el anonimato, sino todos los reconocimientos imaginables.

Gracias por vuestro trabajo. Gracias por vuestra dedicación. GRACIAS.