«Vamos a poder conocer a la reina Victoria Eugenia, una de las grandes figuras de la Casa Real, pero también disipar algunas leyendas y rumores alrededor de la relación con Alfonso XIII, como es el asunto de la hemofilia. Nadie ocultó esta enfermedad al Rey», señalan Arantxa Domingo y Reyes Utrera, comisarias de Victoria Eugenia, la gran exposición monográfica de la Galería de las Colecciones Reales.

Victoria Eugenia, nacida a finales del S. XIX en el Castillo de Balmoral (Escocia), era la nieta de la poderosa –y dicen que controladora– reina Victoria de Inglaterra. Tuvo una vida larga y apasionante, pero también muy desventurada. «Venía de ser educada en la Corte inglesa, por lo que tenía un sentimiento dinástico y protocolario muy fuerte, a la vez que defendía causas sociales muy importantes. En esta exposición vamos a poder ver su evolución, de jovencita a mujer moderna», explica Víctor Cageao, director de la Galería de las Colecciones Reales.

En todo momento, Victoria Eugenia tuvo consciencia de que una de sus obligaciones era traer un heredero que garantizara la sucesión dinástica en España. Tuvo siete hijos entre 1907 y 1914, casi un bebé por año, aunque no todos nacieron sanos: el primogénito, Alfonso, y el pequeño, Gonzalo, nacerían con la enfermedad de la hemofilia, lo que les apartó automáticamente de la línea sucesoria. Jaime quedó sordo a los cuatro años tras una operación de oídos, mientras que las chicas, Beatriz y Cristina, como sabemos, no contaban demasiado; y Fernando nace muerto. Por lo que sólo quedó Juan, padre de Juan Carlos I, como figura apta para heredar el trono.

Boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Borrel y Pla, 1907. @ Patrimonio Nacional

Las comisarias detallan que esta exposición en Madrid va a dar luz a algunos de los aspectos más polémicos de la relación de Alfonso XIII y Victoria Eugenia: la hemofilia y la suposición que aún se tiene de que los Battenberg pudieron ocultar la enfermedad a la Casa Real española.

Destaca Reyes Utrera que hay un documento, entre los muchos analizados para esta muestra, «muy clarificador» sobre la hemofilia que llega a la Corte de España. «Y es que todavía hoy», apunta, «hay muchas personas que consideran que era una cosa conocida y que a Alfonso XIII se le engañó porque no se le dijo toda la verdad». Se refiere la comisaria a una carta de Rodrigo de Saavedra y Vinent, Marqués de Villalobar y secretario de la Embajada de España en Londres, dirigida al secretario de la Reina María Cristina, donde se defiende la «idoneidad de Victoria Eugenia y donde se habla de la enfermedad, ya que la Infanta Eulalia de Borbón lo había comentado (*), y ya era motivo de preocupación».

Victoria Eugenia con sus seis hijos, Christian Franzen, 1918. Patrimonio Nacional

«En aquella misiva», prosigue, «se cuenta que Victoria Eugenia está sana, lo único que tiene es un problema de circulación en una de las piernas y debe llevar una media especial. Y que, efectivamente, hay una enfermedad de la que se habla que parece ser que la transmiten las mujeres y que la padecen los hombres, pero que consiste en la falta de un pellejo de las capas de piel, lo que produce una serie de hemorragias. Sin embargo, lo que no se sabía muy bien era que venía de la línea Coburgo, como así era».

Arantxa Domingo señala, como detalle añadido, que «la enfermedad de la hemofilia se tipifica en 1912 –seis años más tarde de la boda real–, que es cuando se le pone nombre. Hasta entonces hay vaguedades y conocimientos superficiales de lo que causa y cómo se transmite. Pero, hasta ese momento, al menos en nuestra documentación, no hemos encontrado ni un solo ápice de comentario a favor o en contra del tema». Y termina Reyes Utrera: «De esta forma, se aclara un tema bastante controvertido que a nosotras nos parece fundamental que se sepa y que está reflejado en la exposición».

Un matrimonio por amor

Alfonso XIII y la princesa Victoria Eugenia en Cowes. Archivo General de Palacio. @Patrimonio Nacional

De entre toda la documentación, destacan las comisarias también el amor y la pasión que se tenía la pareja desde que se conociera. ¿Amor a primera vista? Tal vez. Victoria Eugenia y Alfonso XIII se conocen en junio de 1905 en un viaje de Estado del español en Londres, en una de las fiestas que Eduardo VII organizó en honor del Rey español. El Rey se quedó prendado de inmediato de la blanca tez, el cabello rubio y los ojos claros de la descendiente de los Battenberg. Y ella también se interesó en él y en ser reina, claro. «No podéis imaginaros una muchacha más linda, más delicada y espiritual que esta princesa rubia», dijo de ella Azorín, escritor y enviado especial de ABC a Inglaterra.

«En las cartas que Victoria Eugenia escribe a su todavía novio se ve que el matrimonio se llevó a cabo por amor, una de las pocas bodas de Estado que se consumaba por amor en ese momento», apunta Arantxa Domingo. «Se gustaron desde el principio, aunque no era Victoria Eugenia la candidata que estaba llamada a ser consorte, sino Patricia de Connaught, que rechazó de inmediato la oferta de cualquier matrimonio porque no quería ni atarse ni ser reina, pero ni de España ni de Prusia ni de nada, aunque tenía varios candidatos. No le prestó la atención que requería la situación cuando conoció a Alfonso XIII, a veces no hacen falta palabras», apunta divertida.

Antes de anunciar el compromiso, la Casa Real, siempre controlada con mano de hierro por la Reina María Cristina, Victoria Eugenia se traslada a Francia junto a su madre Beatriz de Inglaterra para llevar a cabo la conversión al Catolicismo. Ella era inglesa, de modo que era protestante. Desde Versalles escribe cartas a Alfonso XIII donde se muestra una faceta muy personal de la futura consorte: «Es una mujer que sufre, que está nerviosa, y muy pendiente de lo que dice la prensa. Inglaterra se es muy crítica con esta conversión y con su matrimonio con el Rey; mientras la prensa española desconfía que se case por amor».

Sin la aprobación completa de la reina María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, y tras un breve noviazgo, la boda se celebra en mayo de 1906 en la Iglesia de los Jerónimos. A la vuelta al Palacio Real, en la calle Mayor de Madrid el anarquista Mateo Morral lanza una bomba sobre la carroza de los ya Reyes, dejando 28 muertos y un vestido nupcial manchado de sangre, con el que tuvo que sentarse a mesa y hacer la recepción, y que más tarde regaló para hacer un manto a la Virgen.

De tú a tú con la diadema de Flor de Lis

Diadema Flor de Lis. @ Patrimonio Nacional

En la muestra, precisamente, se podrá ver el carruaje caoba con el que la novia llega a la Iglesia de Los Jerónimos, pero no es la que sufrió el atentado. Víctor Cageao explica que aquella carroza «sufrió muchos daños, debió ser muy restaurada y, además, está ubicada en la colección permanente, por lo que es complicada de mover». Se han recreado, además, las estancias personales que Victoria Eugenia tenía en el Palacio Real, como por ejemplo toda la parte de su tocador, su dormitorio o su despacho, el espacio donde gestionaba y despachaba todos los asuntos de sus acciones sociales.

Aunque, sin duda, una de las piezas más celebradas es la diadema de la Flor de Lis, que forma parte de las joyas de pasar de la Corona y que, por fin, podemos mirar de tú a tú, y no en las páginas de las revistas sociales. Es una diadema que Alfonso XIII regaló a Victoria Eugenia con motivo de su boda y que hemos visto posada en la cabeza, tanto de la reina emérita, Sofía de Grecia, como la actual reina, Letizia Ortiz.

Con esa diadema de Flor de Lis ha sido retratada Victoria Eugenia en varias ocasiones por los artistas de su época, que pronto se vieron hipnotizados por esa belleza tan inglesa y tan alejada de la imagen castiza de otros miembros de la Corona de España. Una las de las obras principales es la pintura del artista Philip de Lázsló, donde retrata a la Reina de manera muy solemne, con el peso de la tiara regia, pero también de una forma muy moderna –por su atuendo y por su suelta pincelada–, con un collar doble de gran longitud, pendiente largo, hombros al aire y sin corsé, encarnando una imagen vanguardista, muy contraria a los gustos su suegra, y al tanto de las modas de los años 20.

«No quiero ver tu fea cara nunca más»

Victoria Eugenia con el príncipe Juan Carlos en Estoril, 1952. AGP, Patrimonio Nacional

Victoria Eugenia partió al exilio en 1931 tras proclamarse la Segunda República. El Rey Alfonso XII ya se había ido a Francia, ella salió al país vecino sola con sus hijos, un hecho que la Reina rememoraba con pesar en una conversación en Lausana con Jaime Peñafiel: «El día del atentado de boda fue terrible, pero para mí fue mucho peor la salida de España. La hice sola con mis hijos y uno de ellos enfermo. Mientras que, a esa hora, mi pobre marido se encontraba en Marsella preocupado en buscar un restaurante para tomarse una bullabesa».

Finalmente, la pareja se reúne en París con el fin de decidir qué hacer con ese matrimonio que ya ni agonizaba. «Hacía mucho que ellos no tenían relación y estaban separados, pero aquí sí que cada uno tomó su rumbo y se separaron definitivamente. Alfonso XIII se instala en Roma –allí nace Juan Carlos I, por cierto– y ella se va a Londres, país del que también es invitada a marcharse. Parece ser que en el momento del adiós definitivo, Victoria Eugenia le gritó: ‘No quiero ver tu fea cara nunca más’», detalla Pilar Eyre, la autora de la novela Enaahora reeditada con motivo de la adaptación televisiva.

La Reina marcha a Suiza en 1942, a Lausana, donde fallece en Vieille Fontaine a los 85 años de edad. Hoy sus restos mortales están en el Panteón Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, a pesar de no haber sido madre de rey.

@MaríaVillardón

(*) Cabe destacar, como curiosidad, que la Infanta Eulalia de Borbón, hermana de Alfonso XII e hija de Isabel II, había estado trabajando en París y Londres a favor de la Princesa Luisa de Orleans, hija de los duques de Montpensier.