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Hablamos con la Verónica Blume más sincera: el yoga, sus límites y su estilo de vida

Verónica Blume
La modelo y yogui Verónica Blume. /Foto: Instagram Verónica Blume
  • Elisa García Faya
  • Soy periodista y comunicadora audiovisual especializada en wellness. Me formé en la Universidad San Pablo CEU e hice el máster de moda en Condé Nast College en Londres. Actualmente estudio nutrición y herbodietética y colaboro con diferentes cabeceras y en mis ratos libres me escapo a mi tierra natal, Asturias. Donde aprovecho para hacer yoga, salir a correr y disfrutar de la naturaleza. Creo que cuerpo solo tenemos uno y es para toda la vida, así que tenemos que cuidarlo por dentro y por fuera.
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A veces tenemos la enorme suerte de toparnos con personas que son ángeles, que irradian una energía especial. La modelo y yogui Veronica Blume es uno de esos seres de buena vibra intrínseca. Un alma de luz que ha llegado a este mundo para inspirarnos. Para guiarnos en el camino del yoga, desde, como ella dice, “la quietud y la meditación”. Con la humildad más pura. Con la batuta de la conexión que existe entre todos aquellos que, ineludiblemente, formamos parte de este maravilloso universo.

Verónica Blume acaba de lanzar su primer libro: Ser. El camino de vuelta a ti. Lo publica de la mano de la editorial Diana esperando que pueda “servir a todo tipo de personas para aprender a soltar y deshacerse de esas capas que a menudo nos impiden conectar con esa libertad más grande que nace desde el ser auténtico”. Pues para Blume el yoga no tiene absolutamente nada que ver con realizar la asana más retadora. “Los contorsionistas son unos yoguis fantásticos”, bromea. Pero “el yoga es más que eso”, afirma. “El yoga es un ratito para reflexionar sobre quiénes somos de verdad”, defiende. “Una práctica avanzada es aquella que permite que el yoga se traduzca en una forma de vida”, agrega convencida.

Con la calma y la serenidad que le ha brindado la constancia en la disciplina nos recibe por Zoom enfundada en una sudadera rosa, su lisa melena rubia, perfectamente imperfecta, su mirada templada y una enorme sonrisa.

 

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“Encontrar un instante para practicar es cuestión de prioridades”, nos dice. “¿Cuántas veces un niño aparece por ejemplo en una vida y todo se ordena? Nada es una estructura perfecta. La realidad se acomoda”, reflexiona. Nos dice que “a veces somos muy impacientes” y apunta que “el yoga no es un sprint. Es una maratón y cuanto más avanzas más puertas se abren pero nunca hay una meta a la que llegar”. “Es fácil caer en el ego de querer conseguir la foto perfecta de una asana de yoga así que el yoga puede ser una forma de violencia cuando nos comparamos y salimos del camino de la escucha”, indica.

«La cabecita es el laberinto más grande de todos»

Pregunta: Dices en una parte del libro que el yoga es un camino del que a veces te apartas pero siempre vuelves. ¿Qué es lo que te hace apartarte y qué es lo que te hace volver?

Respuesta: Wow. Esto es como cuando era modelo. Es inevitable. La gente piensa: “bueno, es modelo, debe de tener muchísimo dinero, no debe de tener la cabeza muy bien amueblada, debe de tener un novio deportista muy adinerado, no debe comer nunca ninguna guarrería…”. Cuando eres yogui la gente piensa que nunca te enfadas, que nunca te tomas una copita de vino, que nunca caes en tentaciones… ¡Por supuesto que caemos en esas cosas! A mí la postura de ‘yo vivo aquí en una nube y dicto cátedra de cómo es la vida’ no me parece nada atractiva. Yo me pierdo igual que nos perdemos muchos. Principalmente en mis propios bucles personales, que los tengo también. La cabecita es el laberinto más grande de todos. Y me enfado. Y soy mujer. Tengo mis ciclos y una vez al mes enloquezco. Pero tengo la herramienta para poder volver a través de la meditación y la práctica física de yoga. Hay días que practico y vuelo y otros que no es así pero el yoga es el camino que me trae de vuelta.

“El yoga no es un sprint. Es una maratón y cuanto más avanzas más puertas se abren pero nunca hay una meta a la que llegar”

P: Dices que la práctica más avanzada no es aquella que exige más a nivel físico. Entonces ¿cómo notas tú en tus alumnos que están avanzando?

R: ¡Ay! Esto es maravilloso. Ya no existe esa creencia de que la persona que hace yoga tiene que que ser hippie y vestir de una determinada manera y ser de una manera específica. El yoga ahora es para todo el mundo y por la puerta de un estudio de yoga entran todo tipo de personas pero después sobre la esterilla somos todos iguales y es maravilloso. A veces entran el primer día como “vengo porque me lo ha recomendado mi médico pero no sé si me va a gustar esto” y después se empiezan a abrir y eso se nota en la mirada con la que entran, en cómo empiezan a hacer cambios en su vida. A veces, cuando empiezas a mirar para dentro lo que ves a tu alrededor deja de tener sentido. El yoga cambia relaciones, estructuras, tu manera de comer, tu manera de cuidarte. Por eso para mí la práctica más avanzada ocurre cuando el yoga se convierte en un estilo de vida. Esto no quiere decir que vaya todo el día en mallas haciendo posturas. Quiere decir que aprendo a respetarme y a dar un pasito hacia atrás antes de atacar como solemos hacer. Hay un respeto más grande.

Verónica Blume
Verónica Blume. /Foto: Xavier Torres Bacchetta

P: Hay tres conceptos de los que hablas en el libro que nos gustaría que nos definieras de primera mano. Son: soltar, árbol y autoestima.

R: Wow (risas). “Soltar” es… en el camino del ego, en el proceso de montarnos ese tanque con el que pretendemos avanzar por la vida siendo la mujer perfecta, la madre perfecta, el cuerpo perfecto… En el “soltar” simplificamos, duplificamos y podemos volver a la esencia de quienes somos. Realmente cuando soltamos y volvemos a nuestra esencia se crea una armonía que solo se produce cuando nos centramos nosotros. Nos pasamos la vida pensando “tengo que ser más delgada, más inteligente, más rica…” pero si escucho quién soy y desde ahí brillo, el resto de cosas vienen solas.

Árbol” es el simbolismo que está presente en todas las posturas de yoga y es uno de esos simbolismos que me he podido llevar a la vida. Si hago una postura en la que me abro, estiro y arqueo pero tengo los pies flojitos, no voy a poder abrir, estirar ni expandir tanto. En la vida, por mi experiencia, sin una base firme, sin tener definido quién soy, de dónde vengo, cuál es mi lugar, cuáles son los valores que me nutren… aunque intente volar muy alto… será un vuelo torpe que suele acabar muy mal.

Autoestima”… Hablamos tanto del amor y de la persona en la que depositamos nuestro amor… La relación más importante de nuestra vida es la que mantenemos con nosotros mismos. Yo no puedo decir que me amo constantemente. Es más fácil decir “mi novio me ha hecho esto, mi padre me ha dicho aquello…” pero ¿en qué estado está nuestra calma cuando apagamos cada noche la luz? ¿Cuánto de esa autoaceptación y ese autoamor depositamos en los demás? Creo que la autoestima es un reto, una lección para toda la vida.

«Aprendí a aceptar con humildad que mi límite estaba en otro lugar»

Verónica Blume asegura que con el yoga ha aprendido a encontrar una armonía consigo misma que se se traduce en armonía para con los demás. “El yoga nos hace conscientes de que sin lo material podemos encontrar la realización personal”, dice. Pero admite que el camino no ha sido fácil. “Una de mis mayores enseñanzas fue una lesión que me hice en un isquiotibial solamente por querer ser más flexible. Tenía una mentalidad de modelo y quería hacer una asana estéticamente perfecta. Forcé la máquina y me lesioné. Así aprendí a aceptar con humildad que mi límite estaba en otro lugar. Ahí mi práctica dio un cambio y empecé a compartirla desde la palabra y el sentir”.

Verónica Blume
La portada del libro de Verónica Blume./Foto: Diana

Prueba de que Verónica habita en dos mundos, el que la rodea y el que cultiva esmerándose en su interior, es que, de pronto, en el transcurso de esta entrevista, mira a su alrededor como si al contarnos todo esto hubiera entrado en un estado meditativo de apertura total.

– ¿Qué es ese halo que tengo a mi alrededor? – ríe.

– Una aureola misteriosa- decimos.

– ¡Qué gracia! ¡Creo que es la lámpara!- ríe una vez más.

En esta entrevista, como en su libro, encontramos, y así nos lo confirma ella misma, a una Verónica Blume que nos cuenta su verdad. Sin dejar nada atrás. Hace poco explicaba cómo el quedarse embarazada le ayudó en la bulimia.  «Toda la vida escondiendo algo que creía no aceptable y con 42  años descubro la inmensa fuerza de verbalizar la verdad. La verdad es muy poderosa, ¡me fascina! Poner palabras a las cosas que creemos que no son aceptables es, curiosamente, una forma de conectar con la verdad de muchos otros».

Habla también del embarazo, de prácticas más o menos complicadas, de relaciones personales y mucho más. “A veces la verdad de los demás nos hace sentir identificados y nos ayuda a encontrar nuestra propia verdad”, dice la yogui revelando el objetivo del libro. “Lo que me encantaría con este libro es despertar la curiosidad y la motivación en la práctica del yoga”, reconoce. “A que te honres, te celebres…”, dice.

“El maestro está en ti”, remata. Y entonces la piel se nos eriza.