Cada verano, los destinos más exclusivos del Mediterráneo se convierten en escenario de las vacaciones de la realeza europea. Entre ellos, destaca un yate con historia: el Pacha III, una embarcación cargada de significado para la familia Grimaldi. Esta temporada, es Alejandra de Hannover, la hija menor de la princesa Carolina de Mónaco, quien ha sido vista navegando a bordo del mítico barco que, con sus líneas clásicas y su pasado trágico, continúa siendo símbolo de un amor que marcó a Mónaco: el de Stefano Casiraghi y Carolina.
- El yate que Bill Gates vendió por 55 millones navega por Ibiza: tiene helipuerto, submarino…
- El yate más insólito de Ibiza: pista de golf con pelotas comestibles para peces por 250.000 € a la semana

Alejandra de Hannover navega en el Pacha III
El Pacha III no es un yate cualquiera. Fue construido en 1936 por los prestigiosos astilleros británicos Camper & Nicholsons, y ha pasado por múltiples propietarios a lo largo del siglo XX. Originalmente llamado Arlette II, también navegó bajo los nombres de Priamar, Cardigrae V y Briseis. Sin embargo, fue en 1989 cuando su historia cambió radicalmente. Stefano Casiraghi lo adquirió como regalo para su esposa, y lo rebautizó como Pacha III, en honor a sus tres hijos: Andrea, Pierre y Charlotte. Este gesto romántico quedó marcado por la tragedia apenas un año después, cuando Casiraghi falleció en un accidente de motonáutica a los 30 años.

La superstición no tardó en aflorar. En el mundo náutico, cambiar el nombre de un barco es considerado de mal augurio, y el destino de Casiraghi alimentó la leyenda de que el Pacha III estaba maldito. Sin embargo, Carolina de Mónaco decidió conservar el barco y lo hizo restaurar a fondo, invirtiendo cerca de tres millones de euros en una renovación que respetó su estilo art déco. Con interiores diseñados por Jacques Grange, cubiertas de teca y detalles náuticos clásicos, el Pacha III se transformó en una verdadera residencia flotante.

Con el paso de los años, el barco ha sido escenario de vacaciones familiares, encuentros discretos y escapadas privadas. Hoy, quien lo disfruta es Alexandra de Hannover, fruto del tercer matrimonio de Carolina con Ernesto de Hannover. A sus 25 años, la joven princesa ha heredado el gusto de su madre por la discreción y la elegancia. Se la ha visto este verano navegando por las costas de Córcega y la Riviera francesa, acompañada de su pareja, Ben-Sylvester Strautmann, y sus perros, disfrutando de una vida tranquila a bordo de este emblema flotante.

A pesar de la historia que arrastra, el Pacha III sigue navegando como testigo silencioso del pasado y del presente de una de las familias reales más mediáticas de Europa. Lejos de la maldición que algunos quisieron atribuirle, se ha convertido en un símbolo de continuidad, memoria y legado. Para Alejandra, es algo más que un barco: es parte de su historia familiar, y una forma de mantener viva la conexión con el padre que nunca conoció, pero cuyo recuerdo sigue muy presente en cada travesía.