San Sebastián y Cantabria: dos directores de hotel comparten cómo se vive aquí la Navidad
La Navidad tiene algo de ritual compartido y algo de refugio íntimo. Cambian las ciudades, se transforman los paisajes y, casi sin darnos cuenta, también cambiamos nosotros: bajamos el ritmo, buscamos calor, mesas largas, historias que se cuentan despacio. Hay hoteles que entienden especialmente bien ese espíritu y lo convierten en experiencia. Es el caso de Arbaso, en pleno corazón de San Sebastián, y del Palacio de la Helguera, en Cantabria. Dos destinos, dos maneras de vivir el invierno, pero un mismo hilo conductor: la Navidad como celebración auténtica, emocional y profundamente ligada al lugar. A través de las palabras de los equipos de estos hoteles, desde Donosti hasta los valles cántabros, recorremos cómo se viven estas fechas en sus ciudades y entre sus muros centenarios, donde la chimenea, la mesa y la tradición son las verdaderas protagonistas.
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San Sebastián y Cantabria: el invierno se celebra así en dos hoteles únicos
Donosti en Navidad: compartir, chimenea y cultura local
En Arbaso, la Navidad no se entiende como un simple cambio decorativo, sino como una actitud. «Vivimos la Navidad como una época de compartir, de experiencias alrededor de una mesa y de recogimiento al lado de la chimenea», explica Raúl Fernández Acha, director general del Hotel Arbaso, subrayando que estas fechas marcan además «el pistoletazo de salida para disfrutar del invierno en Donosti». La ciudad se adapta a ese ritmo más pausado: las luces envuelven las calles, el olor a castañas acompaña los paseos y el frío invita a entrar, a quedarse.
«En Arbaso vivimos la Navidad como una época de compartir, de experiencias alrededor de una mesa y de recogimiento al lado de la chimenea».
Para quienes visitan San Sebastián por primera vez en Navidad, Arbaso lo tiene claro: lo esencial está en lo cotidiano. «Recomendaríamos disfrutar de un paseo y visitar el mercado de San Martín, con todos los productos locales que traen los productores de la zona», señalan. Una experiencia que encuentra su continuidad natural en Narru, el restaurante del hotel, donde esos mismos productos se degustan desde una mirada contemporánea pero profundamente arraigada al territorio. «Degustarlos en nuestro restaurante es un plan que sí o sí forma parte de la esencia del hotel».
«Recomendaríamos disfrutar de un paseo y visitar el mercado de San Martín, con todos los productos locales que traen los productores de la zona».
La decoración acompaña ese espíritu sobrio y cálido. «Trasladamos la Navidad sobre todo a la recepción del hotel», explican, donde el árbol convive con la figura del Olentzero, símbolo imprescindible de la tradición vasca. A ello se suma la fachada, la galería y la entrada del edificio, creando un conjunto elegante y acogedor que dialoga con la ciudad.
Pero si hay un elemento que concentra la vida en estas fechas es la chimenea. «La chimenea toma su protagonismo y disfrutar al lado de ella se convierte en el planazo por excelencia», cuentan. Un ritual que se multiplica en las habitaciones SUA Ático Dúplex, donde la chimenea de leña natural permite vivir la Navidad desde una intimidad absoluta. «Quedarse en una de ellas, disfrutando de un desayuno, comida o cena con el ruido de la lluvia de fondo, es un auténtico lujo en esta época del año».
Los huéspedes que eligen Arbaso en Navidad saben lo que buscan. «Buscan un hotel donde sentirse como en casa y disfrutar de la autenticidad de Euskadi», explican. La posibilidad de cenar tanto en Nochebuena como en Nochevieja en Narru completa esa experiencia de entorno cálido, cercano y exclusivo.
«Los huéspedes de Arbaso buscan un hotel donde sentirse como en casa y disfrutar de la autenticidad de Euskadi».
Y a veces, esa autenticidad se manifiesta de forma inesperada. Recuerdan especialmente la historia de una pareja americana que pasó la Navidad en el hotel: «Estaban sentados junto a la chimenea tomando un cóctel cuando entró un grupo de niños vestidos de baserritarras a cantar villancicos en euskera». El asombro fue tal que acabaron interesándose por el idioma, la vestimenta y las canciones. «Después compraron trajes tradicionales para sus nietos. Al año siguiente volvieron con más amigos». Desde entonces, cuentan con una sonrisa, «un trocito de cultura vasca sale cada Navidad hacia Chicago».
Cantabria: tradición, familia y mesas que se alargan
En el Palacio de la Helguera, la Navidad se vive con una intensidad distinta, profundamente emocional. Para Malales Canut, su propietaria e interiorista, estas fechas tienen un significado muy claro: «Las Navidades son quizá las fiestas más tradicionales y familiares en todo el mundo, y en España se alargan hasta el 6 de enero con la llegada de los Reyes Magos». Visitar Cantabria en este periodo, asegura, «está siempre lleno de momentos y experiencias agradables que compartir».
En el Palacio, ese ambiente se cuida con especial mimo. «Aquí se crea un maravilloso ambiente navideño, con chimeneas encendidas, aromas de acebo y muérdago, decoración hasta en el último detalle y dulces y menús preparados especialmente para estas fiestas», explica. Todo invita a quedarse, a bajar el ritmo y a disfrutar del tiempo en común.
«Aquí se crea un maravilloso ambiente navideño, con chimeneas encendidas, aromas de acebo y muérdago, decoración hasta en el último detalle y dulces y menús preparados especialmente para estas fiestas».
Las tradiciones se extienden más allá del hotel. Malales recomienda «visitar los antiguos pueblos cercanos, con su alumbrado especial y mercadillos navideños», o acercarse a Santander para dejarse llevar por los conciertos navideños que llenan la ciudad. Pero el corazón de la celebración está en la mesa: la Nochebuena, la comida de Navidad, la cena de Fin de Año o la comida de Reyes se viven como auténticos rituales. «Nuestro chef elabora cada año una cena de fin de año especial, con recetas tradicionales e ingredientes nuevos que aportan misterio y emoción».
«Recomendamos visitar los antiguos pueblos cercanos, con su alumbrado especial y mercadillos navideños».
La decoración es uno de los grandes sellos del Palacio. «Estamos muy apegados a la tradición, desde el árbol hasta el Belén», afirma Malales. El enorme árbol del hall, las escaleras cubiertas de abeto, las velas y la iluminación cálida crean un entorno casi escenográfico. «Realmente ponemos mucho empeño, y eso nuestros clientes lo perciben como algo muy mágico».
Elegir un rincón especial es complicado. «Cualquier rincón tiene su magia», asegura. El salón principal, el comedor de Trastámara, las chimeneas siempre encendidas… Todo contribuye a ese ambiente acogedor que buscan los huéspedes en los hoteles. «Vienen con más alegría y emoción, buscando sentir la Navidad en todas sus facetas».
Las historias que quedan son el mejor reflejo de ello: parejas que pasan horas junto al fuego observando la vida del hotel, clientes que viajan con figuras del Belén o niños que establecen vínculos imaginarios con los ángeles del pesebre. Pequeñas escenas que confirman que, cuando la Navidad se vive desde la verdad del lugar, se convierte en algo inolvidable.