Nos adentramos en el Museo del Prado cuando ya ha cerrado sus puertas para descifrar qué querían decir muchos de los rostros que aparecen en algunos de los cuadros más famosos de la historia. ¿Por qué nunca sonreían los protagonistas de los cuadros?, ¿con qué personajes pictóricos se relacionaba la sonrisa?, ¿qué prácticas se empleaban?. Para resolver todas estas cuestiones nos acompaña en esta exclusiva visita una historiadora y experta en arte y un Doctor en Medicina y Cirugía, Odontología e Historia, Javier Sanz Serrulla. El evento, organizado por Laboratorios Lacer por sus 50 años, comienza en los silenciosos pasillos de un tranquilo Museo del Prado. Una interesante visión de la historia de la salud bucodental a través de algunas de las obras de arte más representativas del Prado.
‘Adán’ y ‘Eva’, Durero
Durero realiza la tabla de ‘Adán’ y la de ‘Eva’ al regreso de su segundo viaje a Italia en 1505 y ambas suponen un intento de sintetizar las enseñanzas recibidas, buscando un equilibrio entre italianismo y germanismo, a fin de alcanzar la perfección ideal del cuerpo humano, para lo que el asunto bíblico es un simple pretexto. Fue un regalo de la Reina Cristina de Suecia a Felipe IV. El creciente influjo italiano se percibe en la grandiosidad de sus figuras, mientras que su germanismo se advierte claramente en el cromatismo, la precisión del detalle y el gusto naturalista de corte expresionista, avivado aún más por su genial espíritu de dibujante.
Si nos fijamos en la boca de Adán podemos observar que se le ven dos dientes algo separados, diastema. Un detalle que se quiso plasmar en la tabla. Sus incisivos irregulares potencian su carácter infantil e inocente, frente a la sonrisa sugerente de ella.
‘El Cardenal’, de Rafael
Lo que más llama la atención de este retrato es la extraordinaria perspicacia icástica de Rafael, capaz de fijar la imagen definitiva y universal de un cardenal del Renacimiento, sin renunciar por ello a representar la singularidad de este individuo.
Presenta la misma postura que ‘La Gioconda’, y su sonrisa también es enigmática. Existe una sintonía entre dientes y ojos, y nuestro experto considera que seguramente a Rafael le ocasionó alguna dificultad el pintarle. Asegura que pintar una sonrisa es de lo más difícil.
‘El bufón Calabacillas’, de Velázquez
Juan Calabazas fue primero bufón del cardenal-infante don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, y desde 1632 hasta su muerte en 1639 sirvió al rey. Su sonrisa entre alelada y beatífica y las calabazas que tiene junto a sí en el suelo son claros indicios del retraso mental que afectaba a este bufón. En esta época era común el uso de cascos de calabaza para la compostura de heridas en el cráneo, de ahí su nombre.
Sus dientes se pueden apreciar si nos fijamos, y posiblemente es de los pocos retratados en el Museo que los conservara.
‘Las Meninas’, de Velázquez
Es una de las obras de mayor tamaño de Velázquez y en la que puso un mayor empeño para crear una composición a la vez compleja y creíble, que transmitiera la sensación de vida y realidad, y al mismo tiempo encerrara una densa red de significados. Se pintó en 1656 en el Cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid. En el cuadro están retratados los servidores palaciegos, que se disponen alrededor de la infanta Margarita, a la que atienden doña María Agustina Sarmiento y doña Isabel de Velasco, meninas de la reina. Además de ese grupo, vemos a Velázquez trabajar ante un gran lienzo, a los enanos Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, que azuza a un mastín, a la dama de honor doña Marcela de Ulloa, junto a un guardadamas, y, al fondo, tras la puerta, asoma José Nieto, aposentador. En el espejo se ven reflejados los rostros de Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta y testigos de la escena.
La infanta muestra una sonrisa insolente -siempre según nuestro experto-, sabe quién es y se permite desafiar al pintor.
‘Las tres Gracias’, de Rubens
Las tres diosas se abrazan entre sí formando un círculo, como lo hacen en algunas esculturas antiguas y en cuadros renacentistas. La posición de los pies sugiere que las mujeres bailan suavemente. Se trata de un cuadro muy personal: Rubens debió pintarlo para sí mismo, como demuestran el hecho de que formara parte de su colección en el momento de su muerte y que no exista un boceto preparatorio.
Rubens se atreve con a dibujar sonrisas entreabiertas, muestra incluso algún diente. Nos explica XX que incluso hoy en día, muchos retratistas no quieren pintar la sonrisa en sus cuadros porque lo consideran difícil.
‘La familia de Carlos IV’, de Goya
La familia de Carlos IV perteneció a la magnífica serie de retratos reales iniciada por Goya en septiembre de 1799, en las vísperas del Consulado de Napoleón, que, en un principio, prometía una pacificación de la tumultuosa década pasada.
El doctor Sanz Serrulla ha destacado el hecho de que la esposa de Carlos IV utilizara recetas dentífricas que contenían opio para lidiar con el dolor insoportable que le causaba su dentadura postiza elaborada con una porcelana difícil de trabajar. Su mantenimiento requería la ocupación diaria de tres operarios.
El doctor Sanz ha explicado que «resulta curioso observar que en la mayoría de las pinturas sus protagonistas no querían sonreír, y aún menos enseñar los dientes porque en aquellos tiempos las dentaduras se deterioraban y no eran algo bonito de enseñar». Desde Laboratorios Lacer han indicado que la iniciativa ‘El Arte de Sonreír’ representa «la unión perfecta entre pasión, historia y cultura para celebrar el más de medio siglo de vida de la compañía en el que la innovación supone una herramienta fundamental para el cuidado bucodental de los pacientes».
Sobre Lacer
Lacer lleva más de 50 años comprometida con la salud bucodental y el cuidado de la sonrisa española. Es un laboratorio farmacéutico dedicado a mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas, cuyo objetivo principal de sus productos de higiene bucal es ayudar en el mantenimiento de una buena salud bucal en adultos y niños, así como prevenir enfermedades bucales y garantizar una higiene bucal adecuada.