La experta Clara Graziolino nos explica todo sobre el kintsugi, la técnica japonesa de restauración con oro
En japonés kintsugi quiere decir ‘reparar con oro’. Una técnica de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas. El kintsugi da una nueva vida a la pieza, transformándola en un objeto incluso más bello que el original. De la técnica surge la filosofía, conocida por el mismo nombre, la cual nos enseña que todos podemos reconstruirnos y centrarnos en nuestros puntos fuertes. Hemos tenido el placer de hablar con Clara Graziolino, escultora especializada en cerámica y también experta en técnica de restauración y kintsugi, quien nos ha explicado el origen y significado de esta técnica ancestral, su proceso de elaboración y su aplicación filosófica y terapéutica. Si quieres conocer a nuestra maestra de hoy y conocer todo sobre la técnica kintsugi, ¡DALE AL PLAY!
Kintsugi, la perfección de lo imperfecto
Clara Graziolino es una artista italiana especializada en la creación de esculturas en cerámica y experta en técnica de restauración y kintsugi. Después de licenciarse en Historia Contemporánea por la Universidad de Turín, se diploma en restauración de cerámica y piedra por el Instituto para el Arte y la Restauración de Florencia, donde por primera vez escuchó hablar del kintsugi, la técnica de restauración japonesa. Desde entonces, su trayectoria fue alrededor del mundo de la escultura e influenciado por la estética y el pensamiento japonés.
«Siempre he tenido mucha afinidad por la filosofía japonesa; la he estudiado, he viajado a Japón… Hasta que hace unos años decidí profundizar en la técnica de restauración japonesa y empecé a practicar con maestras propiamente japonesas. Ahí empezó, digamos, mi relación con el kintsugi», nos explica Clara Graziolino.
El kintsugi es la forma japonesa de restaurar cerámicas con oro. Es una técnica que nació a finales del siglo XV y en la que utilizaban laca urushi, una resina de un árbol muy especial, y oro auténtico. El kintsugi nació para restaurar los cuencos del Emperador. «Los artesanos se las apañaron para inventarse una técnica que estuviese a la altura de los cuencos para la ceremonia del té del Emperador, los cuales, en un principio, se habían roto.
A uno de ellos se le ocurrió esta técnica, kintsugi, la cual es una técnica maravillosa, ya que sus raíces están en la estética Wabi-sabi, que es un poco todo lo que representa la belleza, según el budismo zen. Todo lo que hay detrás de esta técnica, que estéticamente resulta muy bonita, es también muy profundo porque representa los valores del zen y del budismo».
«El kintsugi se trata de una técnica muy compleja que los maestros japoneses tardan muchos años en aprender y dominar. Es compleja porque esta laca, que es una resina de árbol, la laca urushi, se extrae en muy poca cantidad y en un momento muy específico del año. Luego hay que someterla a un proceso de purificación y, posteriormente, cuando se puede utilizar para la restauración, se necesita darle muchas capas diferentes.
Entre capa y capa hay que guardar la pieza en un armario especial de madera para asegurar que la laca se cure y endurezca, en determinadas condiciones de temperatura y humedad. Si no se hacen las cosas bien, si la humedad no es la correcta o la temperatura, nunca se llega a endurecer esta laca. Este proceso se repite varias veces y son más o menos tres meses los que hacen falta para restaurar una pieza. Y el último paso es el de la aplicación del oro, que normalmente en la técnica tradicional japonesa es oro auténtico».
La filosofía kintsugi nos enseña que todos podemos reconstruirnos y centrarnos en nuestros puntos fuertes. En vez de usar polvo de oro o laca, debemos fomentar nuestra autoestima, descubrir por nosotros nuestras habilidades y ser bondadosos con todos, pero sobre todo con nosotros.
«A esta filosofía se la conoce como Wabi-sabi y representa la estética del Zen, la cual da valor a todo lo que es imperfecto y también a lo que se ha roto, que ha tenido accidentes, que se ha fracturado, como por ejemplo una cerámica. Ellos consideran que todo lo que está incompleto o ha sufrido algún tipo de rotura, tiene todavía más valor, representa una oportunidad de crecimiento el hecho de haberse roto y de poderse reconstruir con oro, como se hace con el kintsugi. Según ellos, todo lo que es imperfecto tiene más valor aún, porque tiene una historia que contar, porque ha pasado por un ciclo de vida, ha llegado incluso a romperse y a ser reconstruido una segunda vez, a tener una segunda oportunidad, digamos».
Kintsugi, llevado al campo de la psicología, es la metáfora que alude al afrontamiento y a la unicidad, esa parte especial que tenemos cada ser humano gracias a nuestras fisuras y a nuestras heridas.
Clara Graziolino imparte talleres de kintsugi en Madrid, Calle de Santa Lucía 13, una vez al mes. «Son talleres para siete personas y en ellos enseño dos técnicas diferentes de kintsugi. Es un kintsugi un poco distinto, practicando el original se tardan tres meses en restaurar las piezas y usando materiales contemporáneos se logra hacer piezas de kintsugi en un par de días. Yo lo que intento es que se sigan todos los pasos para que se vea como es un poco la técnica tradicional y como es de compleja, todo el cariño que hay que meterle, la atención y la concentración. Y entonces los alumnos que acuden a los talleres después de dos días salen con dos piezas restauradas con dos técnicas levemente diferentes de kintsugi aprendidas».
Además de su taller en Madrid, Clara ha participado en infinidad de exposiciones y galerías, además de proyectos muy especiales… «Uno de los proyectos más interesantes para mí ha sido restaurar con kintsugi unas máscaras de La Casa de Papel. Netflix me pidió ser la restauradora oficial para un anuncio de La Casa de Papel basado en la técnica del kintsugi, donde había un maestro japonés que en realidad era un actor. Este necesitaba que yo le explicara cómo realizar la técnica durante el anuncio. También restauré todas las máscaras para que se mostraran en el anuncio. Fue una experiencia maravillosa; por restaurar las icónicas máscaras de la serie y también porque tuve la oportunidad de estar en el rodaje. Se grabó por la noche en una fábrica en las afueras de Madrid y fue una experiencia para mí muy distinto a lo que estoy acostumbrada en mi vida en el taller».
¿Y próximos proyectos? «Estoy creando nuevos talleres de cerámica Wabi-sabi, que es la estética zen. Quiero empezar a partir de septiembre a dar también talleres de crear cerámica desde cero según la estética japonesa y minimalista para que las personas que acuden puedan ir creándose su propia vajilla y su propia cerámica para utilizarla todos los días».