Nana Golmar, la reina de los sombreros: «Hemos conseguido que la gente pierda el miedo a llevarlos»
Llevar sombreros, por suerte, está de moda. Y no sólo en eventos de día como las bodas, también en otros eventos más informales y en una jornada normal. Ese accesorio que ha acompañado a las mujeres durante tanto tiempo formando parte de su estilismo, parece que vuelve con fuerza y sin vergüenza. Eso es en parte gracias a la sombrerera andaluza Nana Golmar. Con sus sombreros artesanales, elegantes y sofisticados ha vestido a muchas de las madrinas e invitadas mejor vestidas de las últimas temporadas. ¿El secreto de su éxito? Ya te lo decimos: su extrema sensibilidad. De su vida y de sombreros hemos hablado con esta artesana del sombrero.
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La historia de Nana Golmar
Pregunta: Empecemos por el principio… ¿Quién es Nana Golmar? ¿Cuándo nace la marca?
Respuesta: Una pregunta sencilla y a la vez complicada, me recuerda a la escena de Alicia en el País de las Maravillas en la que la oruga le pregunta insistentemente a Alicia: «¿Quién eres tú?». Y ella se hace un lío, porque creyó ser una cosa, luego otra…y todavía no sabe quién es. No he tenido la oportunidad de hacer muchas entrevistas, y aquí ando dándole vueltas a esta pregunta en mi cabeza desordenada.
P: Empezamos por el principio…
R: Nana viene de Ana, Golmar es mi apellido, de origen gallego. Nací en Huelva, y por mi familia soy un poquito de muchos sitios, Sevilla, Tenerife, Galicia…. Marcada por mujeres adelantadas a su tiempo, creativas, sensibles y de carácter. En mis antepasados hay actores, escritores, cantantes de zarzuela… Mi abuela pintaba, escribía poesía y era la mujer más culta y tolerante que nunca he conocido. Una de mis tatarabuelas era cantante de Zarzuela y otra fue la primera maestra de la sierra de Huelva. Mi segundo apellido es Portes, una de las sagas del teatro español. Supongo que hay algo de todos ellos en mi historia.
P: Qué maravilla de familia… ¿Y qué estudiaste?
R: Siempre fui mala estudiante… Sobreviví, estudié ADE con esfuerzo y me fui a Madrid a trabajar. Después de dos años mi madre me rescató. Ella había estudiado diseño de moda y vino a Madrid a hacer un curso de tocados, quería montar algo, pero no quería hacerlo sola y después de muchas tentativas sucumbí. En principio ella diseñaría y haría los tocados mientras que yo llevaría la parte de gestión. Pero si hay alguien que nos conoce mejor que nadie en esta vida son las madres. Ella empezó a retarme para que aprendiera cómo se hacían las cosas con la excusa de que así sabría venderlas mejor. Y poco a poco fui aprendiendo mientras volvía a conectar con esa creatividad que había olvidado… de ahí en adelante empecé a descubrir quién era yo. Quizás Nana Golmar es la historia de unos sombreros que salvaron a una chica que había olvidado quién era.
P: También hay una historia detrás de ese paso que diste de los tocados a los sombreros.
R: Parece inventada… Monté una tienda con una amiga, cada una con su proyecto personal. Era el año 2010, en plena crisis. Cuando por fin empecé a ver un poco de luz, un día al salir de trabajar fui a comprarme un casco de moto nuevo y a los 15 minutos tuve un accidente en el que me rompí las dos muñecas. No rocé el suelo, ni un rasguño… sólo las muñecas. Una de ellas grave, y como creo mucho en las señales, pensé que la vida me estaba diciendo que debía dedicarme a otra cosa.
P: Sin palabras…
R: Me operaron, tuve una suerte increíble. A los tres meses conseguí la movilidad, aunque mis placas y mis tornillos hoy en día hacen los sombreros conmigo. Tras mi recuperación me obsesioné con las chisteras de paja y buceando por internet encontré en un blog de sombreros un anuncio de un curso de sombrerería. Mi maestra fue Charo Iglesias, ella me enseñó que los sombreros se hacen de caricias, que son esculturas, con ella aprendí la importancia del tacto, a escuchar los tejidos y entender sus movimientos… En definitiva, haciendo sombreros me dejo ser y cuento mis historias.
Sombreros de verano y de invierno
P: ¿Cómo se fabrican los sombreros? ¿Dónde está el taller y cuál es el proceso?
R: Nuestros sombreros se hacen entre nuestro taller de Sevilla y Asturias. En un proceso lento que abarca desde el origen del material o el color. Cada material tiene su proceso diferente, pero todos acaban siendo moldeados en nuestras hormas de madera, en las que les damos forma con las manos, calor, humedad, planchas antiguas.
Trabajamos todo tipo de fibras, siempre naturales. La naturaleza es indisociable de nuestra identidad como marca. Nos inspira, nos hace vibrar y nos regala hasta el último material con el que trabajamos. Intentamos cuidarla todo lo que podemos. Por eso intentamos hacer sombreros que duren, con materiales de calidad que los hagan resistentes a la vida, con diseños atemporales que los hagan eternos a las modas… Y por supuesto, sombreros que cuiden a las personas, que les hagan sentirse bien ayudándoles a transmitir lo que son, a contarles al mundo su propia historia.
P: Hay diferencia entre los sombreros de verano y los de invierno.
R: En primavera y verano trabajamos todo tipo de paja. La de trigo es la más conocida, empieza por una tira trenzada cuya calidad depende entre otras cosas, de la anchura de esta trenza. El cosedor de paja es un oficio complementario a la sombrerería. Hace poco empezamos a aprender este oficio, compramos unas máquinas antiguas, las pusimos a punto y estamos practicando. Nuestra cosedora de paja aprendió de su padre, y él de su abuelo. Es una historia preciosa que tenemos que contar algún día. Ella no tiene relevo generacional y nos está enseñando. Creo que los oficios hacen generosas a las personas, acaban amando su trabajo sin apego, y para ellos transmitir conocimiento es soñar con que el oficio siga vivo. Otros tipos de paja son la paja toquilla (el famoso Panamá hat). Compramos las capelinas tejidas en Ecuador por artesanas del país y aquí las conformamos creando formas diferentes, diseñando nuestros sombreros. También hay rafia natural (típica de Madagascar), parasisal, yute, baobab… Nos atrevemos con todo lo que vamos descubriendo, nunca dejamos de aprender.
P: Y en invierno, claro, otros materiales…
R: En invierno hacemos sombreros de fieltro de pelo o de lana. Es una pena que esta temporada en España sea tan corta porque es de los materiales de los que más disfruto trabajando. Necesitan tiempos más lentos porque los tiempos de secado son largos y hacemos las puntadas del borde del sombrero a mano, para que sean invisibles. En pandemia desarrollamos toda la parte de sombreros de confección y gorras, rescatamos patrones antiguos de gorras inglesas, gorra beisbolera, la clásica pico de pato… Las reinventamos haciéndolas nuestras, trayéndolas al ahora, y empezamos a confeccionarlas también en nuestro taller. En las épocas malas siempre surgen oportunidades y la pandemia nos abrió otro mundo dentro de la sombrerería. Ahora, hacemos sastrería de gorras, pudiendo elegir forma, tejido…
P: ¿En qué se diferencian tus sombreros de otros?
R: Los sabios griegos decían que la belleza está en la verdad y, a la inversa, que no hay verdad sin belleza. Creo que transmitimos esa verdad, la nuestra. Nos gusta pensar que somos aquello en lo que creemos, que hacemos lo que somos y por eso cada una de nuestras creaciones lleva grabada esa filosofía, esa búsqueda. La búsqueda en la excelencia en todo lo que hacemos, el continuo aprendizaje, la curiosidad, el amor a las cosas sencillas. Me emociona cuando alguien me dice que vio un sombrero y sabía que era nuestro… ¡Es el mejor regalo! Hemos sabido transmitir nuestro mensaje en los sombreros creando algo que tiene personalidad.
Tendencia y artesanía
P: Vuestros sombreros son artesanía pura porque se hacen a mano… En una época en la que poca gente apostaba por sombreros en bodas, cada vez se ven más y eso es en parte por vuestro trabajo… ¿A qué creéis que se debe esta nueva tendencia?
R: ¡Gracias! Somos pequeños para influir tanto en una tendencia, pero es cierto que entre todos hemos conseguido que la gente le pierda el miedo, que las ganas y la curiosidad por ponerse un sombrero ganen a la vergüenza o las tendencias. Creo que las colecciones de alquiler que creamos varias marcas han ayudado a la democratización en el uso del sombrero en bodas. Al ser más asequible, anima a todo el mundo a vivir la experiencia. Pero eso tiene un lado no tan bueno, cuando algo se democratiza a veces se desvirtúa, y en algo en lo que hay falta de conocimiento, como es el tema del sombrero, se empiezan a hacer piezas de poca calidad, con decoraciones pegadas con siliconas, con formas que no se adaptan a las personas… y con precios que para nada corresponden con lo que se adquiere. Hay bases hechas en serie, sin técnica de sombrerería alguna, sin equilibrio y de materiales horribles, que customizan con decoraciones varias y venden en muchas tiendas de manera deshonesta. Mostrar el trabajo que hay detrás de este oficio es una parte bonita de nuestro trabajo, transmitir la cultura del sombrero y ayudar a que la gente se reconcilie con este complemento que tanta seguridad e inseguridad nos traslada.
P: ¿En qué te inspiras?
R: La vida me inspira, en lo más sencillo encuentro detalles sutiles que se plasman en mi trabajo sin ni siquiera ser consciente. Soy PAS de libro (Persona de Alta Sensibilidad), entender esta característica de mi personalidad me ayudó a disfrutarlo y es una herramienta fundamental en mi trabajo. Es como si fuera por la vida con todos los sentidos con una intensidad mayor, soy como una lupa en continua búsqueda de información. En la corteza de un árbol, en una pared corroída por el tiempo o en el óxido para mí hay un mundo de formas y colores.
P: ¿Cómo es la mujer Nana Golmar?
R: Auténtica, curiosa, es una mujer en continua búsqueda que intenta parecerse cada vez más a lo que es en esencia. No sigue las tendencias, busca sentirse bien y ser coherente en su vida. Su mayor conquista es tenerse a sí mismas y ser su propio hogar, es una mujer libre, en el sentido más puro y sereno de la palabra.
P: ¿Cuál es el sombrero que más se vende?
R: Alba, Alicia, Fabiola, Carmela… sus alas, con uno de los lados vueltos hacia arriba, hacen protagonista a la persona que lo lleva, marca la mirada y estiliza al crear una diagonal visual. Casi siempre levantamos el lado derecho para que te permita dar un abrazo o un beso. Aptos también para personas bajitas, pero habría que tener en cuenta otros detalles de la fisionomía, no solo la altura. El sombrero Ibiza es otro de los favoritos, es el todoterreno del verano, aguanta todo y se va poniendo más bonito con los años. Los materiales naturales siempre envejecen bonitos.
Sombreros para toda la vida
P: ¿Son vuestros sombreros solo para bodas o la gente les da otro uso al tenerlos?
R: Siempre intentamos hacer piezas versátiles, que puedan acompañarte en distintos momentos de la vida y que duren muchos años. Creo que hay que buscar la versatilidad en todo y hacer una consumo más responsable, consciente y coherente. Por eso también damos servicio post venta de todos nuestros sombreros de por vida. Hacemos puestas a punto en los de verano: cambiar cintas, volver a encolar e incluso coser alguna cicatriz en los Panamá. Hemos transformado sombreros de boda en sombreros de calle, cambiando la decoración por una cinta o acortando el ala, e incluso reutilizar la base, teñir y hacer un sombrero totalmente diferente. Intentamos que nuestros sombreros tengan muchas vidas.
P: ¿A quién te gustaría ver con uno de tus sombreros?
R: Hace años puse mucha ilusión y empeño en hacerle un sombrero a Leiva, no conseguí nada (risas). Ahora te diría que disfruto de sentir la emoción de cada persona que quiere llevarnos en su cabeza. Y no quiero parecer arrogante, es verdad que ayuda mucho cuando alguien importante o con mucha visibilidad pública lleva uno de nuestros sombreros, pero cuando tengo la suerte de tener trato directo con ellos… veo a la persona más que al personaje.
P: ¿Qué sueños tienes con tu marca?
R: Siempre me he dicho que quiero vivir intentando ser la mejor sombrerera del mundo, pero no quiero nunca llegar a serlo. Vivir aprendiendo, disfrutar de las cosas sencillas, sin prisa, encontrar el centro entre el ser y el tener. Soñar sin racanería. Aceptar la incertidumbre y abrazar el cambio. Aprender y fallar. Muchas veces. Y sobre todo, comprender que lo importante no es llegar sino recrearse en las experiencias del camino. Como dice Kavafis: «Ten siempre a Itaca en tu mente. Llegar allí es tu destino, más no apresures nunca el viaje».