Elsa Schiaparelli, la figura oculta de la moda que cambió la alta costura
En COOL solo hablamos de los mejores y, en cuanto a la moda respecta, hablamos de personajes que han despuntado y que han creado grandes hitos sobre la moda. Si planteamos la pregunta de ¿qué crees que es la mejor diseñadora de la historia? Posiblemente, muchas personas reaccionarán al momento y mencionarán a Coco Chanel. Es obvio que Chanel marcó un antes y un después en la moda y que cambió muchos estereotipos sobre la mujer, haciendo que la figura de esta avanzara hasta el día de hoy. Creó muchos iconos y posicionó la tela de tweed, sobre todo, siendo un tejido de referencia utilizado por todas las casas de moda, intentando emular los que esta creó. Pero en la época, no solo existía ella y su competencia con otra diseñadora era directa. Ambas consiguieron un reconocimiento superlativo, pero una de ellas obtuvo la popularidad. Su nombre es Elsa Schiaparelli, calificada por muchos como la creadora de moda más importante del mundo.
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Una de las grandes curiosidades es que fue precursora del negro, puesto que se casó con un vestido de este color, un dato que pone de manifiesto el carácter, el genio y el atrevimiento de Madame Schiaparelli. De origen italiano, nació en Roma en 1890, de padre astrónomo y madre aristócrata, se puede trazar una línea imaginaria entre su infancia y su adolescencia, y el nacimiento de la moda, tal y como la conocemos hoy en día.
Cuando Elsa tenía dos años, se ponía a la venta el primer número de una revista que cambiaría el mundo editorial, Vogue USA y, siendo ella una joven mujer, Coco Chanel abría su primer salón en París. Su trabajo se enmarca en la opresiva sociedad de entreguerras, donde no estaba bien visto que la mujer trabajara y triunfara, siendo en el tiempo un personaje de una relevancia social comparable a la de artistas como Dalí, con el que mantuvo una gran amistad, o Picasso. El trabajo de Schiaparelli contribuyó al avance social y profesional de la mujer moderna y a cambiar la concepción de la moda, que pasó a ser entendida como una obra de arte.
A los 22 años, la creadora se trasladó a Londres. Allí conoció a Wilhelm Wendt de Kerlor, con el que se casó 24 horas después de su primer encuentro. Ambos se embarcaron con destino a los EE. UU., pero las infidelidades de él hicieron nafraugar el matrimonio. Tras pasar una temporada en Norteamérica, se trasladó a París, donde entró en contacto con los círculos vanguardistas de la ciudad. Asentada y bien posicionada socialmente, Elsa decidió lanzarse a la aventura de levantar su propia marca con la que alcanzaría un éxito inaudito y gracias a la cual se convirtió en un emblema de la modernidad. Con el estallido de la II Guerra Mundial, Schiaparelli se exilió a Nueva York, donde permaneció hasta que acabó la toma de París por parte de los alemanes. Regresó a la Ciudad de la Luz, pero la contienda había reformulado los códigos de la moda y de la industria, algo que perjudicó a la carrera de la italiana. Un tanto desubicada, Schiaparelli cerró su taller el 3 de diciembre de 1954, aunque seguía haciendo cosas puntuales para sus clientas más fieles. La creadora murió en 1973 a los 83 años de edad.
Influida por los movimientos futuristas italianos y por los cubistas y fauvistas parisinos, sus creaciones, de marcado carácter surrealista, compitieron en fama y en relevancia histórica con las de la mismísima Gabrielle Chanel. A Schiaparelli le debemos, entre otras cosas, hitos que hoy en día siguen en boga y crecimiento, como el concepto de los desfiles modernos, concebidos en clave de espectáculo, la creación de los primeros monos femeninos en los años 30 y de la falda-pantalón.
Sus colecciones eran puro espectáculo e incluso eran retratadas, a menudo, en las páginas de la codiciada Vogue. Su trabajo en la moda se expandió hasta los escenarios, creando vestuario para referentes obras de teatro. En 1937 creó el de Mae West en la película Every Day’s a Holiday, y en 1940 elaboró el vestuario de la obra de teatro Les Monstres Sacrés, de Jean Cocteau, representada en el Michel Theâtre de París. Actrices y celebridades de la época como Joan Crawford o la Duquesa de Windsor lucieron sus creaciones.
Con el fallecimiento de la misma, la marca se intentó conservar a flote, pero se necesitaba tener una creatividad que se asimilara a la de la genio y creadora de la misma. Por ello, a partir de los 80, comenzó el declive, convirtiéndose en una pieza de la historia de la moda, cuyos trajes fueron expuestos en diversos museos, mostrando como los diseños cambiaron el curso de la industria.
Ya en el siglo XXI, el CEO de Tod’s apostó por devolver la creatividad a la vida y compró los derechos y los archivos de Schiaparelli. En 2012, coincidiendo con la celebración de la muestra Schiaparelli and Prada: Impossible Conversations celebrada en el Met de Nueva York, se reabre la casa de costura en el Hotel de Fontpertuis, en el número 21 de la place Vendôme, el lugar donde la creadora abandonó la moda. Dos años después, se lanzó su primera colección de Alta Costura. La firma participó como invitada en los desfiles de París hasta que en 2017 el Ministerio Francés de Industria y la Federación Francesa de Alta Costura le conceden el título oficial, siendo ahora considerada con el gran título de alta costura.
Tras un baile de nombres que incluyó a diseñadores como Bertrand Guyon o Marco Zanini, el diseñador que se consolidó en la dirección creativa de esta nueva Schiaparelli, nombrado en 2019, fue el tejano Daniel Roseberry. Roseberry llegaba a los históricos ateliers de Schiaparelli proveniente de Thom Browne, casa donde trabajó durante 11 años, los últimos cinco como director de diseño de las colecciones de hombre y mujer. Devuelto el brillo y toda la carga formal y teórica de antaño, la firma creada por Elsa Schiaparelli sonó con fuerza en todo el mundo cuando Lady Gaga escogió un Schiaparelli Haute Couture personalizado y diseñado por Daniel Roseberry para actuar en el acto de investidura de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos.