Si usted acude al servicio de Urgencias de un hospital, verá que en la puerta de cada uno de ellos hay un vigilante de seguridad. Un engranaje imprescindible para el funcionamiento diario de todos los centros sanitarios y que, en momentos tan complicados como el que ha provocado esta crisis sanitaria, garantizan que se cumplen las medidas de seguridad que evitarán el contagio del coronavirus, como, por ejemplo, la distancia mínima de seguridad o controlar el aforo de familiares en las salas de espera.
Pero, además de todo ello, además de ofrecer estas garantías y dar apoyo al personal asistencial de los hospitales, que estos días están sobresaturados por la alta presión de pacientes infectados, los vigilantes de seguridad custodian los objetos personales de los enfermos en una caja fuerte y, si, por desgracia, no hay curación, son los encargados de devolvérselos a sus familiares. Las mismas personas que entraban con sus seres queridos a Urgencias y, probablemente, sin ser conscientes de ello, no volverían a ver jamás.
El importante papel de los vigilantes de seguridad en los hospitales
Es la dureza que nos deja esta pandemia, es la realidad de unas cifras que son tozudas. En este momento, según los datos del Ministerio de Sanidad, España tiene más de 21.000 víctimas mortales y casi 200.000 contagiados. Algo que nos convierte en uno de los países del mundo más golpeados por la crisis sanitaria del coronavirus. Unos hechos que, obviamente, han terminado colapsando los hospitales españoles y han requerido de una readaptación de muchos protocolos, no sólo sanitarios, sino también de seguridad para que todo aquel que acude a los servicios médicos de urgencia cumplan con las medidas derivadas del estado de alarma gubernamental. En este aspecto, los vigilantes de seguridad poseen un papel muy importante y, en muchas ocasiones, se enfrentan con momentos muy complicados e, incluso, incidentes muy desagradables con los pacientes o sus familiares.
Enrique García es vigilante de seguridad y jefe de equipo de Clece en el Hospital de Igualada, una de las ciudades españolas más afectadas por el COVID-19, y afirma que jamás olvidará todo lo que ha tenido que ver y vivir durante estos días. “Lo he pasado bastante mal, la verdad. Es cierto que trabajando en un hospital te acostumbras a ver fallecidos, enfermos o familias que pierden a gente, pero cuando ves todo de manera tan continua y a todo el personal sanitario llorando y llorando sentado en una silla por todo lo que está pasando, cuesta mucho verlo con normalidad”, explica a OKDIARIO con voz entrecortada. “Lo siento, es que lo recuerdo y no puedo evitar emocionarme. He llorado mucho”, apunta.
Ricardo Pérez, también es vigilante de seguridad de Clece y jefe de equipo en el Hospital Punta de Europa de Algeciras, y desde hace más de un mes, antes del confinamiento obligado por orden del Gobierno, decidió pasar solo estos días para evitar el contagio a su familia. “Mi mujer, aunque es joven, tiene patologías importantes y es grupo de riesgo, así que cuando todo explotó, le pedí que se fuera con los dos niños pequeños a casa de sus padres. Yo tenía que seguir trabajando y podría traer el virus a casa y contagiarla, tenía que protegerla”, explica al otro lado del teléfono. Lo más complicado, señala, es “no poder abrazar a mis hijos, verlos de lejos o que vengan corriendo hacia ti y tengas que explicarle que no nos podemos tocar. No lo entienden, así que se lo explico diciendo que hay un virus muy malo contra el que papá también está luchando”.
“Jamás olvidaremos lo que estamos viviendo estos días”
Hay que tener en cuenta, además, que Igualada ha sido una de las zonas escarlata desde que estalló esta crisis vírica sin precedentes en nuestro país. De hecho, la Generalitat de Cataluña decretó el confinamiento para que nadie saliera de su perímetro desde el pasado 12 de marzo y, aún así, la tasa de fallecimiento en la Conca d’Òdena es la peor de toda España: alrededor de 63 fallecidos por cada 100.000 habitantes. La situación, desde luego, ha sido harto complicada y, además, alrededor del 40% del personal asistencial se ha contagiado.
Enrique asegura que, tras ver durante semanas la llegada masiva de ambulancias hasta la puerta del hospital, ahora todo está mucho más tranquilo y eso, de alguna manera, hace que su actividad diaria sea también algo más suave después de días de alto estrés. “Hemos desarrollado competencias que no eran nuestras como, por ejemplo, dar salida a los EPIs desechados porque había colapso y podría ser un foco de infección y el personal que lo atendía no daba abasto. No era nuestra tarea, pero lo importante era que teníamos que ayudar”, explica este vigilante de Igualada.
La entrega de objetos personales de los fallecidos a las familias
Tanto Enrique como Ricardo, según explican, tienen, además, unas competencias muy importantes en todos los protocolos de seguridad hospitalarios porque, no sólo están en el momento de la recepción de los enfermos o el acompañamiento a las plantas de aislamientos, las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI’s), sino que también trasladan los cuerpos sin vida a las salas mortuorias. “No puedes evitar pensar, al menos a mí me pasa, que la persona que está ahí podría ser tu madre, tu mujer o tu abuela. Se viene uno a casa destrozado porque ve a gente entrar viva y salir muerta cada día”, apunta Ricardo desde Algeciras.
Enrique, por su parte, detalla que una de las cosas que quedarán en su memoria es entregar los objetivos personales de los fallecidos. “Nos hemos encontrado cartas de nietas a sus abuelos” porque, comenta, “aunque no somos médicos o enfermeras, también lo hemos vivido de cerca”. Destaca, además, la gran comprensión que reciben de los familiares cuando les dan las cosas de su ser querido: “Tienen una gran sensibilidad, a pesar del duro momento, y se despiden siempre diciendo que nos cuidemos”.
“Somos una pieza imprescindible y estamos también muy expuestos”
Desde Algeciras, Ricardo también reivindica la gran labor de los vigilantes, aunque, cree que siempre están en un segundo plano. “Somos una pieza imprescindible. Además, muchas veces nos enfrentamos a escenas muy difíciles e, incluso, peligrosas para nuestra propia seguridad porque en algún incidente pueden arrancarte la protección y exponerte. Eso sí, es mi trabajo y así tiene que ser”, señala.
En este sentido, Ricardo relata que hace algunas semanas vivió un altercado acalorado con los familiares de dos fallecidos por coronavirus porque, a pesar de estar tajantemente prohibido, querían entrar a verlos a los boxes de la UCI. “Se colaron en la zona restringida al personal sanitario e intentaron ponerse unos EPIs de protección ya usados. Cuando les llamamos la atención, quisieron agredirnos, así que tuvimos que llamar a la Policía. Al final todo quedó en un incidente y no fue a mayores”, relata Ricardo, aún incrédulo.
En definitiva, podríamos decir que, a menudo, cuando reina la normalidad en nuestras vidas y, en definitiva, en nuestra sociedad, no reparamos en todos los detalles de los engranajes y protocolos que cuidan de nuestro bienestar. La cooperación, el compromiso y la disposición de las personas son los que conforman los mejores equipos. Sin duda, la crisis sanitaria que estamos viviendo nos está demostrando algo que seguramente ya sabíamos: el ser humano tiene una clara tendencia a ayudar a los demás.