Este jueves se cumplen tres décadas desde que la ONU designara el Día Internacional del Mayor con el fin de proteger, incluir y cuidar de este colectivo que custodia gran parte de nuestra memoria colectiva. Con esta celebración, el organismo internacional pedía e instaba a los Gobiernos de todo el mundo a no marginar a los mayores, ni social, ni económicamente, y hacerles partícipes, gracias a su experiencia y sabiduría de años, del desarrollo de nuestras sociedades.
Los mayores son, junto a la infancia, uno de los colectivos más vulnerables porque, irremediablemente, a medida que envejecen necesitan más y más de las personas de su alrededor porque muchos pueden caer en la discapacidad, la pobreza o la discriminación. Por eso, este día tan especial, es una ocasión maravillosa para poner en valor toda la aportación que han hecho –y que hacen– a nuestra sociedad y concienciarnos a todos del valor que tienen muchos de los trabajos que desarrollan su actividad para darles apoyo físico y emocional para que tengan una buena calidad de vida.
En este sentido, Elena Vega, coordinadora de Residencias y Servicios Sociales de Clece en Canarias, destaca que este día es, sin duda, necesario porque “en un momento u otro todos vamos a ser mayores”. Por ello, apunta Vega, “al fin y al cabo es también, de alguna manera, un reconocimiento para todos nosotros y un momento de reflexión para observar qué hacemos bien y qué podemos mejorar como personas y como profesionales”.
“Nuestra actividad va más allá de un simple servicio”
Está claro que, teniendo en cuenta el envejecimiento de la sociedad, todos los países enfrentan grandes desafíos, no sólo desde el punto de vista económico y social, sino también humano y emocional. Sobre este aspecto, la coordinadora de Clece cree, y así lo subraya en declaraciones a OKDIARIO, que “cuando una persona no puede ser independiente, algo a lo que nadie queremos llegar, tenemos que preocuparnos de darle una buena atención, una buena calidad de vida y también, y esto es muy importante, un buen cuidado emocional”.
Y, aclara Vega, además, que “nuestra profesión es especial. Las auxiliares de Ayuda a Domicilio o el personal de las residencias tienen un contacto muy estrecho con los usuarios y acaban creando una gran familia con ellos. No es sólo dar un servicio, no es sólo una ayuda a bañarse, también tienes que dar un alivio emocional porque, quizá, alguno de ellos se ha quedado viudo y ahora vive solo”.
“Nuestra auxiliar es nuestro ángel de la guarda”
Victoria, a la que todo el mundo llama Tolli, es usuaria de Ayuda a Domicilio de Clece en Palencia y sus palabras hacia el trabajo de la auxiliar que acude a su casa a atender a su marido sólo encierran agradecimiento. “Nuestra auxiliar es un ángel de la guarda, así es como la presento yo a todo el mundo. Estoy encantada con este servicio porque, mira, somos mayores y nos preocupa nuestra seguridad, tanto la física y psíquica, como la social, así como la estabilidad presente y futura”, explica.
Por ello, destaca esta palentina, “hemos encontrado en esta ayuda a domicilio una salvación. En muchos de nuestros males han sido nuestro remedio porque no nos falta nada, ni compra, ni medicinas. Nada, te digo de verdad que tenemos mucha suerte de contar con ellos, con su amabilidad y su buen servicio. No tengo más que alabar su trabajo, se lo merecen porque nos cuidan muchísimo desde el primer día que llegan a casa sin conocernos de nada”.
Vega también ha subrayado la gran profesionalidad de los equipos de Clece que ayudan y atienden a las personas mayores. “Nuestro personal es colaborativo, solidario, profesional y humano porque, entre otras cosas, su trabajo es insustituible, sólo lo pueden hacer las personas”. Una afirmación con la que, a tenor de sus palabras, está de acuerdo Asunción, una usuaria de 95 años que vive en una residencia de León gestionada por Clece: “No tengo ninguna queja, todo lo contrario, llevo 2 años aquí y todo ha transcurrido siempre con normalidad, con cariño, para ir superando el paso de la edad. Ellos deben ser conscientes de que esta labor es tan dura que, créame, yo sería incapaz de hacerla”.
“Llevo dos años aquí y todo ha transcurrido con cariño para superar el paso del tiempo”
Asunción explica, además, que siempre ha sido “muy positiva”, pero los años, añade, “cambian por lógica en todos los sentidos, aunque estoy conforme, he aguantado y pienso aguantar mientras Dios me deje. Tengo achaques y he perdido mucho en la vida, pero sigo dando gracias y deseo a todos que lleguen a mi edad como yo estoy. Pongo el alma en todo lo que veo, lo veo bello todo y si hay alguna aspereza la quito para no verla”.
La aceptación del paso del tiempo también es un aspecto importante para nuestra sociedad, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en un momento en el que la importancia de la juventud, en muchas ocasiones, prevalece sobre la veteranía o la vejez. Por ello, Nancy, una usuaria que ingresó voluntaria en una residencia de Baleares gestionada por Clece, apunta que su proyecto es “prepararme para el viaje final, envejecer sin angustia ni amargura. Aceptar la edad y prepararme para la muerte, no de forma trágica, sino como algo natural”.
“Celebré aquí mi cumpleaños y sentí, de verdad, que la residencia era mi casa”
Es consciente, y así lo detalla Nancy, que su “itinerario incluye la necesidad de ser ayudada en algún momento. Por eso decidí mudarme aquí. De momento, no necesito todo lo que la residencia puede ofrecerme, pero cuando veo como cuida el personal de las personas que viven aquí y que no pueden valerse por sí mismas, el cuidado y el cariño con el que lo hacen… Yo no podría hacerlo. Creo que hay que nacer con esa vocación”.
Como detalle, Nancy explica que el día de su cumpleaños lo celebró en la residencia con todas sus amistades y que no le pusieron ni un pero: “Ese día sentí que la residencia era mi casa porque la había elegido yo”.