Conocer las diferentes realidades que conforman el mundo es una manera de abrir la mente y ser más empático con los demás. Por ello, y con el fin de construir una sociedad más inclusiva, es fundamental impulsar las relaciones intergeneracionales. Sobre todo, y, además, si tenemos en cuenta que en 2050 los mayores de 65 años constituirán el 21 % de la humanidad, según datos de la ONU. Ante esta cifra, lo deseable es fomentar las relaciones y los encuentros sociales y afectivos entre los jóvenes y las personas mayores.
Los profesionales del sector de la psicología, la pedagogía y la educación señalan que la amistad entre las diferentes generaciones tiene un impacto muy positivo sobre ambos colectivos. No sólo porque la cercanía humana palía la soledad de muchos mayores; sino también porque estas relaciones son tan potentes que tienen la capacidad de generar vínculos emocionales muy duraderos.
Enriquecimiento humano
El enriquecimiento humano que proporcionan las actividades intergeneracionales, por tanto, es un beneficio bidireccional: los jóvenes aprecian la sabiduría de los mayores y éstos se sienten felices por contar con la energía de los primeros y muy motivados porque, además de charlar, en la mayoría de los encuentros trabajan de forma sencilla la memoria y sus capacidades cognitivas.
Con esta idea, precisamente, el equipo de profesionales de Clece, en su red de residencias CleceVitam, organiza habitualmente encuentros con grupos de niños y jóvenes que cooperan “siempre con gran cariño”, según apunta Miriam Buján, animadora sociocultural del centro coruñés CleceVitam Bastiagueiro, donde en este momento viven alrededor de 90 usuarios “muy participativos”.
Desde el pasado otoño, por ejemplo, las personas mayores que viven en esta residencia y en la de CleceVitam Pardo Bazán (Vigo), CleceVitam Gerohotel (Valladolid) y CleceVitam San Antonio (Salamanca) se intercambian cartas por correo postal con alumnos del Liceo Francés de Roma. Un proyecto intergeneracional que traspasa fronteras y que hace que los residentes se sientan valorados y muy queridos por los más jóvenes, que les cuentan cómo es su día a día en Italia. A este intercambio cultural, se añade el esfuerzo que supone para los mayores tomar papel y lápiz y ponerse a escribir, una actividad que tiene grandes beneficios sobre su capacidad física y cognitiva, ya que se trabajan aspectos tan importantes como la memoria o la motricidad.
Mucha emoción y cariño
En CleceVitam Bastiagueiro, además de la correspondencia con los estudiantes del país transalpino, llevan algunos meses organizando encuentros con alumnos del IES María Casado, un instituto cercano. Este proyecto nace de la mano de Buján junto a Diana Fernández, profesora de secundaria de este centro. “Desde el primer momento que lo comentamos nos pusimos a trabajar. Diana fue muy receptiva y pronto nos invitaron a visitar su instituto. Los alumnos nos habían preparado una merienda superbuena, charlaron con los residentes y compartieron con ellos sus vivencias. Incluso hubo niños que se emocionaron mucho con esta cercanía”, destaca Buján.
Fernández, por su parte, confirma toda esa emotividad que generan estos encuentros y el impacto positivo que tienen sobre los jóvenes estudiantes. “Para los chicos fue algo conmovedor, descubrieron otras realidades que nada tenían que ver con su día a día. Muchas veces no son conscientes de ese paso del tiempo y de lo que es vivir en una residencia. Para ellos fue un choque con la realidad, por ejemplo, el ver que a las personas mayores a veces hay que ayudarles a cosas tan sencillas como pelar una mandarina”, detalla la profesora.
Buján también relata con una sonrisa que estas relaciones “son muy beneficiosas para los usuarios”, los cuales se muestran siempre “entusiasmados y dispuestos”. “Las personas mayores que han participado están encantadas, se sienten vivas cuando se relacionan de manera directa con las generaciones más jóvenes porque les gusta conocer sus vidas, hablar y sentirse queridos y escuchados, o que les cuenten cómo les han ido los exámenes. Se han creado amistades maravillosas”, apunta sonriente.
De esta alegría y energía positiva da buena cuenta Mercedes Brandariz, usuaria de CleceVitam Bastiagueiro, que siempre que puede participa en todas las actividades de carácter intergeneracional que organizan en el centro. “Ahora tenemos amigos más jóvenes, no sólo nos relacionamos entre nosotros y eso me encanta. Los chicos de este instituto se portaron divinamente, hubo un respeto mutuo y nos trataron muy bien, fueron todos muy educados”. Afirma, además, que “fueron momentos de mucha vida y alegría”. “Me gustó mucho conocerlos, charlar con ellos, cantar canciones populares gallegas que no se sabían. Tienen mentalidades muy abiertas”, añade.
Un aprendizaje para todos
Ambas profesionales concluyen que estas actividades son un aprendizaje para los dos colectivos. “Los mayores pueden recordar bellos tiempos, ver la vida que hacen los jóvenes de ahora. Y éstos pueden conocer cómo era la vida de estas personas cuando tenían su edad, y eso les divierte mucho a todos porque se sorprenden los unos de los otros”, comenta Fernández.
Asegura, asimismo, que a nivel personal y profesional se siente “muy bien” organizando con sus alumnos estos encuentros. “Tienen entre 12 y 14 años, es importante que además de aprender contenidos también conozcan y sean conscientes de que hay muchos mundos aparte del suyo. Quieren hacer más actividades con ellos, así que estamos preparando más cosas”, termina.
La afinidad entre ambas generaciones, concluye Buján, es evidente: “Las amistades que se han hecho están permaneciendo en el tiempo, ahora estamos preparando una merendola para esta primavera aquí en CleceVitam. Gracias a estas reuniones e intercambios de conocimiento podemos modificar los estereotipos relacionados con la edad, que hay bastantes, y mejorar la autoestima de los residentes, así como de los adolescentes. Cuando están juntos rebosan felicidad, se les ve en la cara y eso es estupendo”.