Durante esta dura pandemia ha habido a nuestro alrededor héroes invisibles que han estado en primera línea con los sanitarios luchando contra el Covid-19. Servicios de limpieza, auxiliares de atención de ayuda a domicilio, personal de residencias de ancianos y personas con discapacidad, vigilantes de seguridad que velaban las puertas de los hospitales de toda España o personal especializado en teleasistencia han estado desde el minuto uno al pie del cañón.

Personas que a lo largo de semanas y semanas, algunas muy duras desde el punto de vista emocional y laboral, han cuidado de otras personas. Así ha sido la labor de los más de 11.000 empleados especializados para aliviar la soledad y cuidar de alrededor de un millón de usuarios, plantando cara a un virus desconocido y con todas las medidas de seguridad.

Clece, consciente del gran trabajo en equipo que han llevado a cabo todos sus trabajadores, ha querido rendir un homenaje y entregar un cálido aplauso que resonara en sus corazones para siempre. Y, además, este jueves les han dado también voz en los Teatros del Canal de Madrid para que todo el mundo conociera cómo han vivido sus días de pandemia, así como el aprendizaje que les ha quedado tras la crisis sanitaria.

«Me encantaron los aplausos, aunque sólo hacía mi trabajo»

Una de las grandes protagonistas, aunque sin querer serlo, fue Valentina Cepeda, una empleada de limpieza de Clece en el Congreso de los Diputados que despertó el aplauso del Hemiciclo y de toda la sociedad cuando su labor, hasta entonces inadvertida, tomó un valor inusitado. «Fui consciente de todo después, sólo lo hice, sin más, mi trabajo», explica Valentina al auditorio. «Me llamaban y me decían: ‘Valen, la que se está liando en las redes’. Pero, claro, no soy consciente, no tengo redes, sólo tengo WhatsApp. ¡Pensaba que sólo me harían alguna foto, pero jamás me esperaba esto!», cuenta emocionada y aún sorprendida.

Reconoce que cuando escuchó los aplausos le «encantó porque sólo hacía mi trabajo, pero lo tengo que agradecer». Detalla también que, a pesar del estado de alarma por el coronavirus en ningún momento sintió miedo. «Iba muy protegida, conocíamos los protocolos de higiene y, aunque sabía que podía contagiarme porque es una pandemia, tampoco quería estar en mi casa. Hemos tenido suerte, estamos todas sanas y perfectas».

El trabajo en IFEMA: el hospital de hospitales

Otro de los puntos más afectados por el Covid-19 fue la Comunidad de Madrid, los hospitales de la región estaban congestionados por la llegada masiva de personas con afecciones respiratorias graves debido al virus. IFEMA, el recinto ferial madrileño, se convirtió en apenas unos días en un hospital de campaña donde llegaban los pacientes para ser atendidos y dar un poco de oxígeno a los centros hospitalarios de la región. Pablo Díaz, jefe de Servicio del Clece en IFEMA, explica que «llegamos los primeros para comenzar con la limpieza para poder recibir pacientes del resto de hospitales madrileños».

Detalla, además, que toda la actividad «entrañaba un reto porque había que ser muy rápidos en la desinfección ya que, si un paciente era dado de alta, en cinco minutos tenía que estar listo para que otro pudiera ocupar esa cama». Por ello, destaca Díaz, «se trabajó en equipo en todo momento con los sanitarios que comenzaban a llegar al hospital de hospitales. La gente se ha volcado en cuerpo y en alma, ha sido una labor impresionante. Al final trae un aprendizaje y la experiencia siempre se queda».

«A pesar del agotamiento emocional, nunca pensé en tirar la toalla»

En el Hospital la Fe de Valencia, uno de los primeros en recibir pacientes afectados de coronavirus, los empleados de seguridad y vigilancia de Clece también han trabajado sin descanso junto a los servicios sanitarios. En este sentido, la voz ha sido dada a Julio César López, coordinador de Seguridad del centro hospitalarios de la Fe de Valencia y una de las cosas que más ha destacado ha sido que en ningún momento les ha faltado el material y EPI’s de protección.

«Me he sentido arropado en todo momento», eso sí, reconoce también que «ha habido situaciones complicadas porque la gente no entendía cómo todo había cambiado tanto y no podían acceder ya de manera libre al hospital. De hecho, un día un señor que tenía Covid-19 quiso escaparse a bastonazos y pasamos un momento complicado, al final entre todos pudimos convencerle», detalla López.

Por su parte, en el mismo hospital valenciano, María José Gimeno trabaja como personal de limpieza y desinfección de Clece, y asegura, al igual que su compañero, que «siempre han tenido acceso material de protección sanitario, ninguna de las limpiadoras ha entrado en una habitación sin su EPI de protección». Afirma, además, que «nunca pensé en quedarme en casa, cada día lidiamos con enfermedades como el sida, hepatitis, etc. A pesar del agotamiento emocional, nunca pensé en tirar la toalla».

Los ángeles de la guarda de las personas dependientes

Otro de los colectivos que han sufrido de una manera particular esta pandemia han sido las personas con dependencia que no podían salir a la calle a la farmacia o a hacer la compra, por ejemplo. En este aspecto, cabe destacar que más de 120.000 usuarios han sido atendidos por los empleados de atención de Ayuda a Domicilio de Clece.

Elena Antón, auxiliar sociosanitaria, explica que cada día van a las casas de los usuarios para que tengan «una vida digna. Les hacemos las tareas domésticas, los aseos personales, les hacemos la compra, la comida y también ayudamos a mejorar su ocio y su tiempo libre, algo que también es muy importante».  Asegura, además, que los momentos han sido «duros», pero «muy satisfactorios porque hemos hecho que estas personas hayan tenido todo lo que han necesitado, incluido el cariño, el acompañamiento y la moral alta».

La importancia de la Teleasistencia durante la pandemia

A lo largo de esta crisis sanitaria Clece también ha atendido a muchos usuarios a través de Teleasistencia, un servicio que está activo todos los días del año durante las 24 horas del día que ayuda a mantener a las personas mayores con una vida activa en su entorno habitual. Alberto Cuesta, miembro de la unidad móvil de Teleasistencia de Clece, ha señalado que este servicio se activa con «sólo con pulsar a un botón, funciona igual que si hicieran una llamada, y a partir de ahí nos comunican la necesidad que tengan, si han sufrido una caída, si necesitan que les informemos y orientemos sobre algo en concreto o, simplemente, si quieren charlar un rato».

Detalla Cuesta también que durante la crisis del coronavirus han hecho un seguimiento de sus usuarios de Teleasistencia aún más intensivo que en momentos normales. «Con la pandemia hemos cambiado algunas cosas en nuestras salidas para evitar el contacto, ya que toda la población que tratamos es siempre de riesgo. Además, hemos hecho un seguimiento telefónico que se reforzó porque mucha gente que estaba sola». Incluso, comenta simpático, «algunas personas se sorprendían de que les llamáramos tanto, pero éramos alguien de confianza que estaba con ellos».

Al igual que sus compañeros, si algo resalta de la vivencia, es «la energía que nos han dado los usuarios a nosotros. Cuando estás trabajando aquí tienes la oportunidad de ver una realidad que mucha gente desconoce, pero una vez que lo ves, lo que ellos te dan te cambia la vida y eso, sin menospreciar a nadie, sólo te lo da un trabajo como este».

Restricción de visitas y siempre protegidos

Las residencias de ancianos también han vivido momentos muy complicados porque todos los residentes pertenecen al colectivo de riesgo. Por ello, el tiempo de actuación a la hora de tomar decisiones de restricción de visitas o proveedores, así como aislar a aquellas personas que tuvieran síntomas y proveer de EPI’s a todos los empleados de los centros ha sido clave para tener el Covid-19 a raya.

Silvia Ramón, directora de GeroHotel, uno de los centros de mayores gestionados de manera integral por Clece, explica que cerraron sus puertas el 9 de marzo, es decir, días antes del comienzo del estado de alarma decretado por el Gobierno. «No había ni visitas ni salidas de ninguno de los residentes. Dentro teníamos todos los EPIs necesarios para ellos y también para nosotros, así que siempre hemos estado seguros de nuestras medidas de protección».

No obstante, detalla Ramón, «para ellos era complicado porque no entendían qué pasaba fuera, por eso nosotros les hemos explicado paso a paso todas las medidas que estábamos tomando» y destaca, además, que cada día hablaban con sus familias a través del teléfono y vídeollamadas. «Hemos querido transmitir tranquilidad, pero ha sido una situación muy dura que no le deseo a nadie», concluye.

En GeroHotel viven Teresa y Avelino, un matrimonio que lleva compartiendo su vida alrededor de 60 años y, según han dicho, siguen enamorados. «Juntos hemos hecho la cuarentena porque a mi marido lo tuvieron que aislar al volver del hospital por un problema de corazón, pero dije que no quería que no separaran. Ahora bajamos a todas las actividades y, además, mis hijos nos llaman todos los días», explica Teresa enérgica.

Eva Muñoz, gerocultora de la residencia Clece Vitam Fuente Olivo, tomó la decisión de confinarse con los usuarios y, de este modo, proteger a los residentes y a su propia familia. «No me lo pensé, no los iba a abandonar en esos momentos. No debemos tenerle miedo, es algo con lo que vivimos, pero sí tenerle mucho respeto. Lo mejor de todo era poner en contacto a las personas mayores con sus familias, eso me daban una gran satisfacción». Reconoce también Muñoz que «pasé más miedo por mis hijos y mi marido que por mí, la verdad, yo tenía todo tipo de protección. He estado casi 65 días confinada y hacía videollamadas con mi familia cada noche. Así lo llevaba».

También ha intervenido desde Málaga Kader Miguel, delegado de Clece en Andalucía Central, para hablar de ‘Corazón y Manos’, una asociación que ha ayudado a decenas de familias que estaban en situación de vulnerabilidad por el Covid-19. «Por ejemplo, había una mujer que no tenía donde ir con sus hijos, Clece no ha permitido que se quedaran en la calle y les ha alojado en un hotel», señala. Pero, además, se han recogido toneladas de alimentos que cientos de compañeros de manera altruista han donado para poder atender las necesidades primarias de quien lo necesitara».

«En las últimas semanas, hemos multiplicado por tres la recogida, de hecho, hoy sólo en Málaga estamos entregando más de 6.000 kilos de alimentos. Los vecinos más necesitados se llevan las bolsas con comida, familias que se han quedado sin ingresos. Es una gran satisfacción poder ayudarles», explica Miguel.

Los héroes anónimos siempre han estado ahí, aunque hasta ahora no les hayamos visto.