Una de las formas de medir el nivel de progreso de una sociedad es por cómo trata a sus mayores. En ese sentido, un modo de poner a prueba y demostrar ese avance social es unir a niños y mayores, dos generaciones distantes, para que ambas se beneficien del intercambio generacional.

Decía el escritor francés Augustin Sainte-Beuve que envejecer es todavía el único método que se ha encontrado para vivir mucho tiempo. Esa sabiduría, acumulada a base de experiencia, es lo que empresas como Clece quieren aprovechar y potenciar a través de los encuentros intergeneracionales. Una actividad que favorece la interacción y convivencia entre niños y mayores, el intercambio de experiencias y valores en torno a una actividad, fomentando la construcción de una sociedad más integradora. Esta actividad se enmarca dentro del proyecto “Dignedad”, una iniciativa impulsada por Clece con motivo del Día del Mayor que une el concepto de dignidad y edad.

En esa línea, la Residencia de Manises (Valencia) gestionada por Clece, organizó este domingo, con motivo del Día del Mayor, una actividad intergeneracional con niños en colaboración con la asociación ‘Compartimos Sonrisas’ y el centro de adopción Ribamontes. La tecnología ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero aún no ha conseguido sustituir el calor y el cariño que transmite una mascota.

Los mayores pudieron divertirse y charlar con los pequeños sobre los perros que también habían acudido de visita e intercambiar historias sobre las mascotas que en su día tuvieron en sus casas. La jornada dio lugar a momentos muy emotivos gracias a la tranquilidad de los animales. También hubo tiempo para bailes y ejercicios de psicomotricidad con el objetivo de potenciar un envejecimiento activo, saludable y feliz.

Otra iniciativa similar, impulsada por la Escuela Infantil Municipal Pinto Pinto, en Valladolid, que también se basa en el intercambio entre jóvenes y mayores, consiste en unir el presente con el pasado a través de objetos.

La directora de la Escuela Infantil Municipal Pinto Pinto, Miriam Velasco, explica cuál era el objetivo de esta iniciativa: «Al ser tan pequeños, queríamos que lograran entender los objetos que tenían nuestros abuelos. Que comprendieran qué era una radio, un tocadiscos o una máquina de escribir. La idea era que a través de un objeto físico lograsen entender el paso del tiempo.

Las familias llevan objetos de los abuelos como teléfonos antiguos, cámaras fotográficas, planchas de hierro y, con todo ello, han montado un museo. Esa recopilación de objetos consigue atraer la atención de los más jóvenes, que escuchan fascinados las historias de los mayores.

“No pensábamos que iba a tener tanto éxito. Los niños están encantados. Todos los días al entrar y al salir del centro muchos padres tienen que hacer la ronda para ver todos los objetos. La melancolía y la nostalgia nos han ayudado a unir estas dos generaciones. También la ilusión de los abuelos de ir a contar y explicar cómo funcionaban un teléfono antiguo o una máquina de escribir», concluye Velasco.

«La mejor manera de comprender nuestro presente», explican desde la escuela, «es conociendo nuestro pasado. A través de esta actividad queremos que el pasado y el presente se den la mano. Este singular viaje al pasado que hemos emprendido con nuestros alumnos es posible, como siempre, gracias a la colaboración de las familias que han aportado todo el material necesario para que nuestra aventura haya sido un éxito».