Además de los tratamientos farmacológicos, hay un sinfín de terapias alternativas que ayudan a las personas mayores a ejercitar su memoria, interactuar con los demás, mantener su autonomía o estimular sus capacidades cognitivas, entre otros beneficios. Dichas terapias, que se pueden llevar a cabo en grupo o de forma individual, siempre parten del estudio pormenorizado de cada persona, para conocer qué les gusta o necesitan, dependiendo del estado cognitivo debido a su edad.

En la residencia Bañosalud de Venta de Baños, en Palencia, utilizan múltiples de estas terapias con los usuarios como tratamiento alternativo. Una apuesta impulsadas por Clece, que gestiona este centro, en virtud de los beneficios que aporta.

Laura Urueña terapeuta del centro, expone que una de las claves para acertar en las terapias alternativas que hacen en Bañosalud es hacer un análisis de la historia de vida de los usuarios en el preingreso. “Antes de internar, preguntamos cómo ha sido su vida, cuáles han sido sus trabajos o las actividades de ocio que han marcado sus vidas. De esa forma, podemos ver qué es lo que les puede provocar bienestar emocional en el proceso de adaptación a una nueva forma de vida”, comenta.

Uno de los proyectos puestos en marcha en esta residencia de Palencia consiste en el uso de un robot llamado Nuka que tiene forma de foca y que se ha convertido en una de las herramientas terapéuticas empleadas con los usuarios. Laura Urueña, buena conocedora del proyecto, explica que Nuka “es un tratamiento no farmacológico que está teniendo muy buenos resultados entre los residentes, incluso en aquellos que apenas hablan o interactúan”.

Urueña cuenta que se trata de una foca muy suave y blanca (por eso le han puesto el nombre de Perla), que se mueve, reproduce sonidos cuando te diriges a ella y viene cuando la llamas, entre otras reacciones. “Por eso es capaz de conectar con los usuarios y provocar en ellos emociones muy agradables, así como respuestas cognitivas y sensoriales que con las terapias más convencionales no podemos obtener”, añade.

Una foca robótica que genera emociones

Residentes con Nuka, el robot empleado para estimulación cognitiva. @Clece

Reconoce la terapeuta que con Nuka, se han tenido resultados que han sorprendido  tanto a los profesionales de la residencia como a las personas que interactúan con la foca, ya que crea emociones positivas que han hecho hablar a personas que no suelen articular palabra o moverse a otras que apenas lo hacen para dormir a Nuka, darle de comer o realizar cualquier otra acción con ella. “Les gusta mucho esta foca porque les despierta el impulso de cuidar de los demás. Recordemos que las emociones no se olvidan, no se van de nuestro cerebro”, apunta Urueña.

Aurora Maqueda, una de las usuarias de Bañosalud, asegura que el primer día que vio a Perla le encantó: “Pensé que era de verdad. Tan suave y tan blanca que es una monería. Además, crea sensaciones muy bonitas porque cuando la acaricias detrás de la aleta abre mucho los ojos y hace sonidos. ¡Es como si te diera las gracias!. Ya ves que soy una vieja, pero me hace gracia la foca”.

De momento, esta terapia alternativa la han hecho de forma individual, aunque los planes de Clece son aplicar la herramienta de estimulación cognitiva Nuka a grupos más grandes y combinarla con otras terapias como, por ejemplo, las salas de pantallas digitales interactivas instaladas en un amplio número de residencias de mayores que la compañía gestiona a nivel nacional.

Además de Nuka, que es, sin duda, una de las estrellas en cuanto a estimulación cognitiva, en esta residencia, destacan otras actividades más cotidianas, como el trabajo en un huerto o las labores en el archivo de una biblioteca.

“Aunque el huerto o la biblioteca no son las terapias más innovadoras si las comparamos con Nuka, también tienen mucho peso en el día a día de algunas de las personas que viven aquí, ya que son actividades que hacían antes de venir a la residencia y eso les resulta muy familiar”, explica Urueña.

Actividades a la medida de los residentes

Ángel Calvo en el huerto que cuida a diario en la residencia. @Clece

Ángel Calvo vive en la residencia y cada día cuida de su huerto, que es lo que ha hecho durante toda su vida y lo que le gusta. “Llevo trabajando en el campo desde los 14 años, así que con la fresca por la mañana desayuno y luego me voy a regar el huerto y ver cómo va. Ahora sólo tenemos cebollas y tomates, que son lo mejor que hay, pero también hemos tenido acelgas, pepinos y calabacines”, explica.

Una vez que las hortalizas crecen en este huerto, -“eso sí, en alto, porque ya no estoy para agacharme”, especifica Calvo- las comparte con sus compañeros y hacen un buen aperitivo. “Yo llevo los tomates y las cebollas del huerto, por ejemplo, y una de mis compañeras es la que hace las tortillas. Tú me dirás, más natural no puede ser”, confiesa.

Urueña, que está pendiente de los usuarios durante toda la conversación, comenta que ha propuesto a Calvo tener también gallinas para obtener huevos, pero el horticultor veterano se muestra reticente: “Dan mucho trabajo, hay que limpiar todo, recoger los huevos… Así que le digo siempre que no”.

La biblioteca como motor del día a día

Salvador Vallés en la biblioteca de la residencia Bañosalud. @Clece

En el caso de Salvador Vallés, la actividad es un poco más intelectual, ya que es el encargado de la biblioteca. “Es un hombre muy culto, ha leído mucho y ha hecho muchas cosas, así que le propuse que gestionara la biblioteca, hiciera fichas de los libros y aconsejara a sus compañeros”, explica Urueña.

Vallés relata que al llegar a la residencia le encantó “la categoría intelectual” de los libros del espacio cultural. “De alguna manera, al entrar podía volver a revivir mis años de estudiante de Ingeniería en la Universidad Complutense de Madrid, cuando iba a la Biblioteca Nacional. Pero ahora, claro, he ascendido de rata de biblioteca a bibliotecario”, comenta.

Confiesa que una vez que llegó al centro, la biblioteca fue su refugio. “Llevo cinco años aquí y la he visitado todos los días. He leído muchísimo y me gusta mucho estar aquí. Mi padre tenía una gran biblioteca y con 10 años ya había leído mucho los clásicos franceses y rusos, sobre todo, así como obras tan importantes como ‘La rebelión de las masas’, de Ortega y Gasset, por ejemplo. Es decir, en mi casa se ha leído mucho siempre y se han comprado muchos libros en la Cuesta de Moyano de Madrid”.

“Al principio -cuenta-, me dediqué a leer el diccionario Logos y ahí encontré mucha información de personas ilustres de Castilla y León, incluidas algunas personas de mi familia. Aunque yo nací en Madrid, mi familia es de aquí, así que me siento también muy castellanoleonés y Laura –que ha sido una gran mecenas de esta biblioteca, por cierto– me invitó a que hiciera un relato sobre todas estas personas importantes que había descubierto”.

También brinda consejos de lectura a sus compañeros. “La biblioteca es el motor de mi día a día. Aquí leo, ordeno los libros y les pregunto a las personas que vienen qué les gusta y qué quieren leer, para poderles asesorar mejor. Luego se llevan el libro y cuando lo terminan de leer, lo traen”, termina.

Concluye la terapeuta de la residencia Bañosalud que, “al final, se trata de que hagan cosas parecidas a las que han hecho en su vida, unas terapias que a nivel de autoestima son muy enriquecedoras porque ayudan a llevar mejor el envejecimiento, así como a aceptar y afrontar mucho mejor el paso del tiempo”.