Olmeda de las Fuentes es un pueblo muy sorprendente. Atrae desde el primer momento que pones un pie sobre sus calles. Y es que lo primero que llama la atención es el color verde de su naturaleza entremezclada con unas características casitas blancas, las cuales se han convertido en una seña de identidad de este pintoresco lugar que enamora a todos el mundo y, sobre todo, a las personas relacionadas con la cultura como pintores, escritores, músicos, etc.
Y es que este pequeño pueblo, que hasta el S. XVI se conocía como Olmeda de la Cebolla, está en Madrid, a sólo 24 kilómetros de Alcalá de Henares y a 50 kilómetros de la Puerta del Sol, ha sido testigo de interesantes movimientos culturales e intelectuales.
A mediados de los años 60, un grupo de artistas se instalaron allí atraídos por la quietud de sus calles y su paisaje, ya que la mayor parte de ellos dominaban la técnica del paisaje, como José Vela Zanetti, María Francisca Temboury, Secundino Rivera, Francisco San José, Alberto Moreno Balaguer o José Frau, entre otros. Aunque fue Álvaro Delgado, pintor de retratos con aires expresionistas, quien hizo de avanzadilla al ser el primero en fijar su residencia en este pueblo, atraído por su arquitectura y cerros inundados de tomillo.
Un refugio desconocido lleno de cultura
Este atractivo artístico de Olmeda de las Fuentes sigue vivo en la actualidad y, por ello, muchos artistas siguen encontrando aquí un refugio ideal donde poder llevar a cabo sus procesos creativos, los cuales se pueden conocer porque siempre están encantados de abrir el taller y enseñar el corazón del arte que se esconde entre las cuestas de este enclave en plena meseta.
El Ayuntamiento de Olmeda de las Fuentes, siendo consciente de la importancia del ambiente cultural que tiene este municipio, tiene organizada la Ruta de los Pintores, un recorrido por las casas y las historias de los artistas que viven o han vivido en este pueblo. Son viviendas muy fáciles de identificar, ya que cada una de las puertas donde vivían Frau, Delgado, Moreno o Fernández Granell tiene una pequeña placa con una obra suya, acompañada de un pequeño semblante del artista.
Una visita al taller de Lucie Geffré
A través de esta ruta, que se puede contratar a través del consistorio con un guía, se conoce el pasado y el presente artístico de este lugar, ya que, además del agradable paseo, también se puede hacer una parada en la casa-estudio de Lucie Geffré (Burdeos, 1976), una de las visitas favoritas de todos aquellos que descubren Olmeda de las Fuentes.
Geffré, que está enamorada de Olmeda de las Fuentes, es una artista gala que llegó al municipio en 2014, ostenta diversos premios y ha sido residente becada en la prestigiosa Casa de Velázquez de Madrid. Aquí vive con su familia, tiene instalado su estudio en la parte alta de una casita blanca, al que llega una luz cenital ideal para pintar. “Vivíamos en Madrid, viajamos al norte de vacaciones y allí nos dijeron que siendo pintora debía conocer Olmeda, así que vinimos a verlo y nos quedamos”, comenta.
Álvaro Delgado, el primer pintor en Olmeda de las Fuentes
Geffré mantiene, de alguna forma, viva la esencia del primer pintor e ilustrador que llegó a Olmeda de las Fuentes, Álvaro Delgado (1922 – 2016), ya que, aunque no llegó a conocerle, sí que su hijo le dejó algunas piezas del taller de su padre. “Me dijo que en su familia ya no había pintores, así que me quedé algunas cosas, entre ellas su caballete. Creo que los objetos de las personas, en este caso los pinceles y el caballete de Álvaro Delgado tienen vida y está impregnada de su obra”, comenta Geffré.
Reconoce también que le habría encantado conocer a Delgado porque “me sentía muy atraída por su pintura, ya que él no hacía paisaje como el resto de los artistas, sino arte figurativo. La galería con la que yo trabajo, también trabajaba con él. Íbamos a hacer un documental juntos, pero no pudo ser. Pero, bueno, fíjate que al final, esta herencia –señalando su caballete– suya es como dar una continuidad a su obra y a su figura”.
Vecinos de Olmeda, modelos de retratos
Allí pinta todo el día –“no hay quien me saque de mi taller”, apunta– su obra y recibe a los visitantes que contactan con ella o con el consistorio que quieren conocer su obra y el lugar donde trabaja. “Primero les enseño cuadros y les cuento qué es lo que hago. Contesto a todo aquello que me preguntan, según sus preferencias les enseño retratos o animales, ya que hago muy poco paisaje, lo que tengo es muy abstracto”, relata.
Desde Olmeda de las Fuentes, Geffré viaja a las ferias de arte nacionales e internacionales para mostrar su obra, dominada fundamentalmente por el género del retrato y suele exponer, sobre todo, en Francia y España. “La mayor parte de los retratos que hago son personas de mi alrededor, mi familia, mis amigos y también mucha gente del pueblo que posa para mí, primero les hago fotografías –soy muy pesada, confiesa– y luego hago las pinturas”, relata mientras enseña en su caballete un retrato de una niña, amiga de una de sus hijas y vecina del pueblo en el que trabaja en este momento.
Aparte del retrato infantil que preside el taller de Geffré, la artista asegura que “la mayor parte de los cuadros que enseño son amigos y conocidos de Olmeda. Me interesa la infancia con sus luces y sus sombras, no sólo una niñez ligera, sino el mundo interior de los niños, que también lo tienen. También retrato la maternidad”, comenta mientras saca un cuadro de mujer embarazada con rasgos orientales, “aunque no está idealizada, como vemos la modelo está sentada en una silla, pero ya está incómoda. Es vecina de aquí y es japonesa; es curioso, pero, además de los artistas y escritores, hay diferentes nacionalidades, eso es un añadido a la riqueza cultural que se respira”.
“Un pueblo pequeño, pero especial y diferente”
Ahora en Olmeda de las Fuentes no sólo hay pintores, tal como comenta esta guía orgullosa de vivir en la calma de este pueblo. “Aquí hay escritores, músicos, fotógrafos o personas con trabajos intelectuales. Debe ser que aquí hay algo que nos atrae a todos, de aquí no me movería nunca más, me encanta porque se trata de un pueblo muy abierto a la cultura, eso hace que el ambiente en Olmeda sea buenísimo. Es un espacio ideal para trabajar y para centrarse a la hora de crear. Es pequeño, pero es especial y diferente”, concluye.