Melón con queso, sabe a beso. El refrán no dice eso exactamente, pero lo cierto es que ambos productos casan a la perfección. Son dos delicias que están en la Comunidad de Madrid, que se producen en tierra madrileña y que vamos a descubrir moviéndonos a apenas 50 kilómetros del centro de la capital.
Viajamos a la tierra de Villaconejos, un municipio lleno de familias meloneras y un Museo del Melón, único en España; y de ahí nos movemos hasta Colmenar de Oreja para descubrir la quesería 100% artesana más antigua de la región madrileña, Quesos Ciriaco.
En Villaconejos, buenos melones
Villaconejos es un municipio que está ubicado en la comarca de Las Vegas y muy famoso por sus deliciosos melones. Éstos son conocidos como melones mochuelos, una variedad que sólo se puede encontrar en este rincón de Madrid en los meses de verano. “Son dulces y deliciosos, tienen una piel fina. Se diferencia muy rápido de otras variedades que también se siembran, como el melón de piel de sapo, que también lo encontramos aquí”, explica Fernando Agudo, melonero, frutero e impulsor del Museo del Melón.
“Este museo lo quise hacer como un homenaje a mis abuelos y mis padres. Mi familia siempre ha sido melonera, de hecho, yo nací en una de las chozas a las que nos íbamos durante a época de la cosecha y regresábamos al terminar. Están hechas de barro y paja, allí dormíamos mis padres, mis dos hermanos y yo. No teníamos ni nevera ni nada de nada, nos bañábamos en barreños. Aquí en este museo, encontramos sobre todo herramientas que se usaban para la cosecha, también mobiliario y objetos de las chozas, y muchas fotografías que he agrupado a lo largo de los años, muchas de ellas muy antiguas”, comenta entusiasmado.
Los melones de Villaconejos, que son un orgullo para sus ciudadanos, fueron conocidos a finales del S. XVI y principios del S. XVII, según el libro de Historia de Madrid de Federico Bravo Morata. “Tenemos noticias de los melones y su siembra en Villaconejos desde aquellos siglos, aunque en los periódicos aparecen más adelante, a principios del S. XX. Una vez que se recogían los melones con borricos y serones, se metían en los carros y de allí, desde el melonar, se llevaban hasta Madrid para venderlos en puestos y mercados. Hoy en Villaconejos lo que hay es, sobre todo, mucho almacén de melones para la exportación a Francia, Alemania o Inglaterra”, relata.
Una de las figuras clave en la cosecha de los melones era el carretero. “Tenemos una poesía en su honor, eran importantísimo para las familias meloneras porque se encargaban de toda la distribución hasta los mercados y trataban con los asentadores, que eran los que vendían los melones al público”, detalla el fundador del museo.
Melón sedoso y muy dulce
La variedad de melón más famosa de Villaconejos es el melón mochuelo. “Es autóctono, los podéis encontrar sólo en verano. Antes no”, comenta Agudo. “Este melón se diferencia por su color, pero sobre todo porque tiene una carne muy dulce y sedosa, y la piel es más fina que otras variedades como, por ejemplo, la piel de sapo”, añade.
“Por cierto”, comenta Agudo, “es muy importante decir que los melones auténticos de aquí deben ser cortados por manos muy expertas, si no es así, lo que podemos conseguir es que no esté en el momento óptimo de maduración”.
El melón de Villaconejos es tan importante en este municipio de Madrid que, incluso, tiene su propia festividad. Los meloneros tienen la fiesta el 12 de octubre, el mismo día que celebramos a la Virgen del Pilar. Aunque, como curiosidad, Agudo señala que durante los meses de cosecha los meloneros regresaban al pueblo el primer domingo de mayo para participar en la fiesta de honor del Santísimo Cristo de la Buena Dicha.
Colmenar de Oreja, allá vamos
Y de Villaconejos, de ‘melonear’, viajamos hasta Colmenar de Oreja, un lugar muy especial de la Comarca de las Vegas, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2013 y donde, entre otras cosas, podemos comprar y disfrutar de deliciosos quesos artesanos hechos por las manos de Quesos Ciriaco, la quesería mas antigua de Madrid.
“Los hacemos como toda la vida. Compramos la leche de oveja cruda a las ganaderías de la zona, la traemos aquí y comenzamos la elaboración calentando la leche a 33 grados. Echamos el cuajo y luego lo cortamos. Tras ello, se meten en los moldes, los prensamos con unos hidráulicos, aunque antes se hacía con piedras, los metemos en agua y sal durante 48 horas y tras ellos los dejamos secar para que maduren. Según los meses de maduración, tenemos quesos semicurados, curados y viejos. Y ya lo veis, así lo hacemos, como toda la vida. ¡Juan y Manuela!”, explica Francisco Castaño, propietario de Quesos Ciriaco e hijo, precisamente, de Ciriaco.
Quesos Ciriaco, más de seis décadas de historia
Esta quesería tiene a sus espaldas más de 60 años de historia, al menos desde el punto de vista comercial porque, entre otras cosas, lo cierto es que ya sus antepasados hacían quesos a finales del S. XIX y principios del S. XX, aunque sólo para consumo propio.
“Sería mi abuela Antonia, una mujer muy emprendedora en momentos complicados, cuando había que buscarse la vida, quien empezaría con el negocio de vender los quesos que hacían en casa. Sería mi padre quien lo profesionaliza. Y aquí seguimos, sacando adelante la producción, nosotros producimos alrededor de 43 quesos al día y nuestra elaboración nada tiene que ver con aquella que se hace con leche pasteurizada”, aclara Castaño.
“El principio nos pusimos el apellido de mi familia, Quesos Castaño, pero desistimos porque todo el mundo preguntaba por Ciriaco, y punto. Un orgullo para mí, de todos modos”, comenta divertido mientras nos guía por la casa que fue de sus padres. “Una típica casa de Colmenar de Oreja, con un patio central, la vivienda alrededor y toda la parte de las cuadras y caballerizas convertida en la fábrica de quesos”, detalla.
Queso, vino y conservas
Castaño termina invitando a todo el mundo a ir a Colmenar de Oreja. “Es que aquí se puede disfrutar mucho, ver muchas cosas interesantes como nuestra iglesia, por ejemplo, y comprar nuestro queso. Tenemos una tradición conservera también importante, un teatro que es como el Teatro Real de Madrid, pero en pequeño, ¡con tres pisos! Y se come muy bien, eso también. Ah, y somos el municipio que más bodegas con Denominación de Origen (D.O.) de Madrid tiene”, concluye este empresario madrileño enamorado de su oficio.
Y es que Castaño tiene razón: en Colmenar de Oreja tienen rutas del vino en cuevas, un estupendo aceite de oliva prensado en la Cooperativa del Santo Cristo y unas conservas de productos ecológicos procedentes de las parcelas de este sorprendente pueblo de Madrid que linda con tierra castellana.