A 40 minutos del centro de Madrid, Aranjuez despliega un paisaje único donde la historia, el arte y la naturaleza conviven en perfecta armonía. No es casualidad que este enclave —uno de los cinco lugares Patrimonio Mundial de la UNESCO en la Comunidad de Madrid— sea uno de los conjuntos palaciegos con jardines históricos más extensos del sur de Europa.
Declarado Paisaje Cultural en 2001, Aranjuez forma parte de un selecto grupo junto al Paisaje de la Luz, en Madrid, el Monasterio y Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, la Universidad y Recinto Histórico de Alcalá de Henares y el Hayedo de Montejo. Todos ellos representan distintos rostros de la riqueza patrimonial madrileña, donde Aranjuez brilla por su fusión entre naturaleza y urbanismo ilustrado, un ejemplo de cómo la realeza española concibió el equilibrio entre la mano del hombre y la belleza del entorno.
Visitar Aranjuez es sumergirse en una ciudad de agua y jardines, de fuentes monumentales y de historia viva, donde cada paseo por sus avenidas arboladas remite a los días en que los reyes convertían este paraje en su residencia estival. Un destino que merece, al menos, dos o tres días para conocerlo con calma, dejarse llevar por su ritmo pausado y descubrir su esencia más allá del emblemático Palacio Real.
El Palacio Real: elegancia, arte y vida cortesana a orillas del Tajo

El Palacio Real es el corazón monumental del Real Sitio y Villa de Aranjuez y está rodeado por el Jardín del Parterre y conectado con los grandes jardines históricos. Mandado construir por Felipe II y ampliado posteriormente por Felipe V y Carlos III, es una de las residencias más bellas de la monarquía española y un ejemplo magistral de arquitectura barroca y neoclásica.
Sus fachadas rojizas, sus balcones blancos y la simetría de sus jardines dan paso a un interior lleno de historia y de arte. Pasear por sus estancias es recorrer siglos de vida cortesana, desde los tiempos de los Austrias hasta el esplendor ilustrado de los Borbones.
Entre los espacios más emblemáticos destacan el Salón del Trono o de Embajadores, con sus paredes cubiertas de terciopelo carmesí y el mobiliario de época isabelina; el Gabinete de Porcelana, una joya única del rococó europeo recubierta por completo de porcelana de la Real Fábrica del Palacio del Buen Retiro; y el Comedor de Gala, decorado con bóvedas del siglo XVIII.
A poca distancia, dentro del conjunto real, se encuentra otro de los grandes atractivos del recinto: el Museo de Falúas Reales, un espacio fascinante que alberga las embarcaciones que los monarcas utilizaban para navegar por el Tajo. Falúas, góndolas y embarcaciones decoradas con maderas nobles y esculturas doradas permiten imaginar aquellas jornadas de paseo fluvial en tiempo de esplendor. Un recorrido por el museo no sólo muestra el lujo y la sofisticación de la realeza, sino también la estrecha relación de Aranjuez con el río, elemento esencial de su identidad y motor de su paisaje cultural.
El alma verde del Real Sitio: los jardines de Aranjuez

Si el Palacio es el corazón de Aranjuez, sus jardines son el alma. En torno al río Tajo se extiende un conjunto visitable de más de 111 hectáreas de jardines, concebidos como una prolongación del propio palacio y reflejo del ideal de armonía entre naturaleza y arte que guió a la monarquía ilustrada.
El Jardín del Príncipe es quizá el más extenso y simbólico. En él, los caminos sombreados, las avenidas flanqueadas por plátanos centenarios y los estanques con esculturas mitológicas componen un auténtico paisaje de cuento. En su interior se esconde uno de los rincones más singulares de Aranjuez: el Estanque Chinesco, con su pabellón oriental que parece flotar sobre el agua.
No menos encantadores son los Jardines de la Isla, diseñados a orillas del tajo sobre una pequeña península. Rodeado por canales y adornado con fuentes monumentales, fueron los preferidos de Felipe II. La Fuente de Hércules y Anteo, la Fuente de Ceres o la Fuente del Reloj forman parte de un conjunto escultórico de enorme valor artístico que combina el mito, el agua y la naturaleza en perfecta sintonía. Junto a ellos, el Jardín del Parterre, de inspiración francesa, se distingue por su geometría y sus parterres florales, mientras que el Jardín de Isabel II, más recogido y romántico, conserva la atmósfera serena del siglo XIX.
Un casco histórico lleno de vida, historia y arquitectura

Más allá del centro real, el centro histórico de Aranjuez conserva el encanto de una ciudad trazada con criterio ilustrado, donde las plazas, iglesias y palacetes se integran en un entramado urbano armonioso y lleno de vida.
En torno a la Plaza de la Iglesia de San Antonio, presidida por la Real Capilla de San Antonio, late el corazón social de Aranjuez. Este templo, de planta circular y elegante cúpula, fue diseñado por el arquitecto Santiago Bonavía por orden de Fernando VI, y es uno de los mejores ejemplos del tránsito entre el barroco y el neoclasicismo en España. Su fachada porticada y su sobriedad ornamental reflejan el espíritu ilustrado que impregnó el desarrollo urbano de Aranjuez durante el siglo XVIII.
A pocos pasos, el Teatro Real Carlos III –uno de los más antiguos de España– mantiene su estructura original del siglo XVIII y sigue acogiendo una variada programación cultural que une pasado y presente. Cabe destacar también el Palacio de Godoy, actual sede del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y el Convento de San Pascual, fundado por Carlos III para los franciscanos alcantarinos, aunque actualmente está ocupado por hermanas concepcionistas franciscanas, y considerado una de las joyas barrocas de Aranjuez.


El paseo por las calles arboladas del casco antiguo conduce al mercado de abastos, donde los colores y aromas de la huerta ribereña muestran una de las esencias del municipio. En esta zona también se encuentran la Plaza de Toros, de 1797, y el Museo taurino, que conserva documentos, carteles y piezas que reflejan la tradición taurina de la localidad.
Cada edificio de Aranjuez respira historia. Los edificios de ladrillo rojo y piedra blanca, los paseos con sombra, los patios interiores y las fachadas elegantes forman una estampa inconfundible. No es casualidad que su trama urbana, planificada por orden real, haya servido de modelo para otras ciudades españolas del siglo XVIII.
Una gastronomía de huerta y tradición

Si algo distingue a Aranjuez es su huerta, famosa en toda España. Los productos frescos –fresas, espárragos, alcachofas, habas o tomates– inspiran la carta de numerosos restaurantes que combinan la tradición con la cocina actual. Entre los más reconocidos figuran Casa Pablo, con su reinterpretación contemporánea de los sabores clásicos; Casa José o Aguatinta, referentes de la cocina gourmet y tradicional en Aranjuez. También destacan Carême, Casa Delapio y A Terra Delapio, donde el visitante puede probar desde guisos de temporada hasta elaboradas tapas maridadas con vinos madrileños.
Y para quienes buscan experiencias más completas, el municipio ofrece una atractiva propuesta de enoturismo. En las Bodegas Real Cortijo –cavadas bajo tierra en el siglo XVIII por orden de Carlos III– se puede conocer la historia vinícola de la región, mientras que Bodegas El Regajal combina la elaboración artesanal con el respeto por la biodiversidad. Ambas invitan a degustar vinos con carácter madrileño entre viñedos bañados por la luz del sur de la Comunidad.
Eventos únicos y escapadas para completar la experiencia

Además de su imponente patrimonio histórico y natural, Aranjuez ofrece una agenda cultural y festiva que llena sus calles de vida durante todo el año. Uno de los momentos más esperados es la recreación del Motín de Aranjuez, una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional. Cada septiembre, cientos de vecinos reviven los hechos históricos de 1808, cuando el levantamiento popular puso fin al reinado de Carlos IV. El espectáculo, con representaciones teatrales al aire libre, desfiles y música, transforma el casco histórico en un escenario vivo donde pasado y presente se funden.
Otro evento destacado es el Festival Internacional de Globos de Aranjuez, que tiñe el cielo de colores y atrae a curiosos y aficionados de toda España. Pero también se puede disfrutar de un paseo en globo durante todo el año, una experiencia que regala una vista privilegiada del Palacio, los jardines y el trazado urbano, declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Quienes prefieren experiencias más cercanas al suelo pueden embarcarse en un paseo en barco por el río Tajo o subir al “chiquitrén” turístico, ideal para familias con niños. Ambas opciones permiten conocer la ciudad de forma diferente y relajada, mientras se escuchan las historias que han marcado su pasado real.
Y si aún queda tiempo para alargar la estancia, los alrededores de Aranjuez ofrecen escapadas perfectas. A tan sólo unos kilómetros se encuentra Chinchón, con su emblemática plaza mayor porticada –una de las más bonitas de España–, famosa por su anís, su gastronomía y su ambiente medieval. También merece una visita Colmenar de Oreja, otro tesoro del sur madrileño, conocido por su tradición vinícola y sus bodegas excavadas en piedra caliza. Ambos pueblos permiten seguir disfrutando del sabor rural y auténtico de la región.
El viaje comienza en Madrid

Una de las grandes ventajas de Aranjuez es su proximidad a Madrid. Situada a apenas 40 minutos del centro de la capital, se puede llegar fácilmente en coche o en tren de Cercanías.
Sin embargo, hay una opción con un encanto especial: el Tren de la Fresa, una experiencia turística que combina historia y paisaje. Este tren, que recrea los primeros viajes ferroviarios de España, une cada temporada la estación de Príncipe Pío con Aranjuez, ofreciendo a los viajeros una travesía en la que degustar las famosas fresas de la zona y disfrutar del viaje como se hacía en el siglo XIX.
Aranjuez es, en definitiva, una joya viva del patrimonio madrileño, un lugar donde el arte, la naturaleza y la historia conviven en perfecto equilibrio. Un destino para redescubrir la calma, la belleza y el legado de una de las ciudades más elegantes y verdes de España.


