La igualdad de género debe basarse, entre otros aspectos, en la educación temprana. Sólo a partir de ésta construiremos una sociedad justa, equitativa y solidaria que respete a sus semejantes por sus aptitudes y actitudes, y jamás por su sexo. Las mujeres, a las que costó grandes luchas conquistar derechos comunes a lo largo del pasado siglo, representan el 50% de la población mundial y, por ende, también la mitad del potencial social y económico de cualquier país.
Por esta última razón, entre muchas otras, por supuesto, es necesario entrelazar los mimbres necesarios para que la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el mercado laboral –y en la vida– sea una realidad y no una quimera en la agenda de la ONU o los gobiernos. La igualdad de género no debe –ni puede– ser un mero objeto ornamental de un programa electoral o un arma arrojadiza entre partidos de diversa ideología, sino un pacto colectivo fuerte y sonoro por el bien común.
No obstante, no sólo deben ponerse en marcha políticas e iniciativas privadas que permitan que las mujeres accedan a órganos de decisión, tanto a nivel público como privado, también hay otros aspectos que afectan a la sociedad, a veces imperceptibles y discretos, que deben erradicarse con celeridad. Es de primordial importancia, y así lo señalan desde la ONU Mujeres, que se ponga fin a cualquier tipo de violencia de género, que el acceso a la educación y a la salud sea de calidad y que, además, la participación en la vida política y económica sea igualitaria para ambos sexos.
La organización internacional, además, tiene a la mujer como un agente cohesionador y fundamental para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) porque cree, y así lo ha manifestado, que el empoderamiento de las mujeres es un objetivo en sí mismo y, además, parte de la solución. De hecho, el Objetivo 5 desarrolla ampliamente la búsqueda por parte de la ONU de lograr “la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas en todo el mundo”. Un total de 143 países están adheridos a estos objetivos, un número récord, pero más de 50 todavía no han adoptado marcos jurídicos que garanticen los derechos de las mujeres.
La igualdad más allá del marco jurídico
En este aspecto, Antonella Fayer, consultora especializada en liderazgo y gestión del cambio, explica a OKDIARIO que, efectivamente, a la hora de alcanzar la igualdad de género real hay que tener en cuenta aspectos no sólo jurídicos o legales, sino también sociales. “Dar pasos para alcanzar la igualdad entraña algunas dificultades porque se trata de un asunto complejo. No nos podemos centrar sólo en las medidas que afectan al mercado laboral porque las políticas sociales de los gobiernos también impactan en la igualdad”, comenta la experta.
A pesar del masivo compromiso internacional con Naciones Unidas y de los pasos que se han dado en las últimas dos décadas del s. XXI (conciliación familiar y laboral, la política de cuotas…), el progreso de la mujer en el mercado laboral no ha sido tan positivo como podría esperarse. Las mujeres trabajadoras siguen ganando de media un 24% menos que los hombres a nivel mundial, según datos de la Comisión de Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, y son las que más sufren la lacra del desempleo. Según los datos de enero del Ministerio de Trabajo, de las 90.248 personas en paro de ese mes en nuestro país, 61.664 son mujeres.
Más compromisos, más iniciativas
Es decir, la brecha de género existe y para aliviarla de manera progresiva las empresas están trabajando para que la igualdad de género en el seno de las organizaciones no se quede en papel mojado. Este 2020, la CNMV ha elevado su compromiso con la igualdad subiendo del 30% al 40% la presencia de altas directivas en los consejos de administración. Un hecho en el que algunas empresas llevan sendas recorridas como, por ejemplo, Banco Santander, donde el 40% de su Consejo son mujeres, así como el 55% de su plantilla. Unas cifras que le han valido a la cotizada el reconocimiento mundial en el Bloomberg Gender-Equality Index, el ranking que mide la igualdad de género interna de las grandes compañías y que lidera el banco presidido por Ana Botín. Gracias a su ambicioso compromiso con la igualdad de género, Santander tiene el objetivo de tener un 30% de mujeres en puestos directivos en 2025 y una presencia femenina en el Consejo de Administración en un rango de entre el 40% y el 60% en 2021.
Además, desde Banco Santander han impulsado otras iniciativas para lograr la igualdad entre hombres y mujeres como ‘Mujeres con S’, un programa que tiene como fin impulsar el talento femenino, reforzar el liderazgo de las mujeres e incrementar su participación en las esferas de decisión. “Mujeres con S” forma parte del proyecto ‘Generación 81’ –una serie de iniciativas y acciones destinadas a reforzar la apuesta del banco por la igualdad de oportunidades y que se estructura en cuatro áreas clave: la visibilidad de modelos de referencia femeninos, la educación, el empleo y el emprendimiento en igualdad (de hecho, el nombre elegido hace referencia al año 1981, cuando culminó el reconocimiento de la igualdad en la gestión de las finanzas entre hombres y mujeres).
En Reino Unido, por su parte, el banco ha lanzado el programa ‘Accelerating You’ para fomentar el liderazgo de las mujeres a través del networking y el desarrollo de la marca personal y en Argentina, ‘Banca Women’, un programa que ofrece servicios financieros a mujeres emprendedoras, dueñas de pymes o profesionales. “Lograr la diversidad en género es clave para tener éxito en el mundo de hoy. Es buena para las mujeres, los hombres, así como para la sociedad, Santander y el mundo”, decía recientemente Ana Botín.
Una sociedad que premia la coherencia
Fayer, cree, y así lo expresa en conversación telefónica con este periódico, que en materia de igualdad de género “algunas empresas están haciendo los deberes”; aunque, eso sí, advierte de que “en el ámbito profesional nos enfocamos sobretodo en temas legales y por eso parece que tener planes de igualdad solucionaría la desigualdad de género”. En esta línea, apunta, “solo el 6% de las empresas han adoptado el plan de igualdad (Ley 11/2018)” y, además, puntualiza, “de poco sirven las leyes si no se adaptan a la realidad. Es un cambio de actitud, un esfuerzo que tiene que ver con empresas y Administraciones y, aquí, la educación tiene un papel clave porque hay muchos sesgos importantes imperceptibles”.
Por ejemplo, expone la consultora en liderazgo femenino, “si observamos alguna reunión podemos darnos cuenta que se interrumpe más a las mujeres que a los hombres, o cómo los sesgos inconscientes impactan en nuestras decisiones, por ejemplo cuando pensamos en una persona para nuestro equipo o para darle un proyecto pensamos en nuestros iguales impidiendo así que haya diversidad”. Por ello, cree que “es necesario un cambio de conciencia y de valores y esquivar los discursos misóginos que anulan cualquier objetivo de igualdad. Sólo así conseguiremos el reto de este s. XXI: la igualdad real”.
Y no sólo porque seremos una sociedad más fuerte y equitativa, sino porque además, tendremos un tejido económico más fuerte, donde no dominará el más fuerte, sino el más coherente. Fayer concluye, efectivamente, que “la sociedad penalizará a las empresas que no sean coherentes con la igualdad de género”.