Piensen en el ayer, en el hoy y en el futuro de la actividad que desarrollamos –y hemos desarrollado– en nuestro día a día. Siempre hemos ido al colegio, hemos viajado –en menor o mayor medida, dependiendo de las posibilidades económicas y las circunstancias de cada uno–, hemos acudido al trabajo o hemos podido disfrutar del ocio, entre otras actividades propias de vivir en una sociedad desarrollada.
Se trata, es cierto, de un ejercicio que encierra un poco de nostalgia de los tiempos pasados, el disfrute que nos brindan los tiempos actuales y, además, aunque en menor medida, quizá, mucha imaginación para pensar cómo se desarrollará nuestra actividad diaria en el futuro, con espacios urbanos que deben pensar en la sostenibilidad y el medio ambiente.
¿Pensaban hace una década que podrían compartir el coche para viajar a través de una aplicación de móvil? Es más, ¿creían posible llevar un teléfono en el bolsillo? ¿Habrían podido imaginar que seríamos capaces de pagar la compra con el sólo gesto de acercar nuestro terminal a un datáfono bancario? ¿O que las ciudades europeas estarían plagadas de bicicletas o coches que aparcaríamos para el disfrute de otros? Probablemente, la respuesta a todas estas cuestiones haya sido negativa.
Los ciudadanos, como parte de un todo, los diferentes gobiernos, que nos representan como sociedad y las empresas privadas tienen la obligación moral y ética de aliarse para conseguir avanzar hacia un ecosistema de movilidad más sostenible y comprometido con la conservación del planeta. La ONU, a través de lo que se ha determinado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), señala que la movilidad urbana sostenible es clave para asegurar la prosperidad de todos, así como para erradicar la pobreza.
Es más, a través del análisis de datos masivos, el conocido Big Data, es posible trazar el nivel económico de una zona determinada del mundo a través de sus movimientos bancarios al pagar el transporte que lleva a los ciudadanos hasta su puesto de trabajo. Si hay menor flujo de pagos en el sector de la movilidad, se podría llegar a determinar que hay, por ejemplo, peligro de exclusión social en la ubicación urbana analizada.
Además, tal y como señala la agencia del organismo internacional, la movilidad es “una cuestión fundamental para el desarrollo y el acceso al empleo”. Por ejemplo, la División de Transporte Sostenible de la Comisión Económica para Europa (UNECE) considera que apostar por elementos de la movilidad sostenible como la transición energética, la infraestructura para una logística eficiente, la regulación vehicular, los modelos de inversión en infraestructura, la educación en seguridad vial y la planificación urbana orientada a la movilidad tendrían un gran impacto en 13 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles fijados por la ONU.
Por su parte, la Fundación Renovables demanda, entre otras cuestiones, el fomento “sin fisuras de la movilidad sostenible y el vehículo eléctrico desde una consideración de servicio público y uso compartido”, así como “la rehabilitación de viviendas y la reordenación de los bienes y servicios urbanos con criterios de máxima accesibilidad con la menor movilidad motorizada posible”.
Plan de Movilidad Sostenible de Madrid
Lo cierto es que, aunque a veces de manera más tímida de lo deseable, las ciudades, tanto a nivel nacional como internacional, están creando planes de movilidad sostenible para reducir la huella de carbono del ser humano. No es baladí recordar que, a finales de 2018, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) señaló que la exposición prolongada a la contaminación atmosférica provocó la muerte prematura de 518.700 personas en 41 países de Europa en 2015. En España, concretamente, y según el mismo organismo, fueron 38.600 las víctimas, un 23% más que el año anterior.
En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, el Consorcio Regional de Transportes de Madrid (CRTM) desarrolló el Plan de Movilidad Sostenible 2013-2025 con un total de 12 medidas orientadas a convertir la región en un lugar comprometido con: la reducción de la contaminación y la emisión de gases invernaderos, disminuyendo el uso de combustibles fósiles; el descenso de los atascos y el fomento del uso del transporte público, mejorando sus servicios.
Una de las medidas que Madrid posee como modelo para hacer de la ciudad un espacio más sostenible es el peaje urbano para entrar en el centro de las ciudades, como ya se hace en Londres. Gracias a esta medida, la reducción de los atascos ha sido de un 30% y se han incrementado un 20% los viajes en taxi y autobús.
Banco Santander, un aliado para el transporte madrileño
Desde el ámbito privado hay varias iniciativas que tienen como objeto contribuir a que las ciudades sean sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, impulsando la interconexión a través del transporte público. Por ejemplo, Banco Santander, a través de Santander España Merchant Services, la filial que gestiona los pagos electrónicos de la entidad, se ha adjudicado la gestión de los pagos con tarjeta bancaria y pasarela de pagos del Consorcio Regional de Transportes de Madrid; lo que permitirá a los usuarios disponer en los próximos meses de una plataforma para la adquisición directa de títulos de transporte público del Consorcio mediante el pago electrónico con tarjeta bancaria. Una demanda muy recurrente entre los ciudadanos titulares de los abonos de transporte y títulos de recarga. Además, los usuarios podrán utilizar el pago con tarjeta en las oficinas de atención al usuario cuando adquieran sus abonos de transporte público.
Rubén Justel, director general de Santander España Merchant Services, cree que “este gran avance mejora el día a día de los ciudadanos de la Comunidad de Madrid que, en los próximos meses, podrán prescindir del efectivo y gestionar el pago de sus desplazamientos utilizando las nuevas tecnologías”.
Esta nueva iniciativa se suma a otras que están ayudando a viajeros y turistas a simplificar el viaje y a prescindir del dinero en efectivo, como el pago con tarjeta en la EMT (Empresa Municipal de Transportes de Madrid) o las bicis de BiciMad.
Además de este proyecto para los usuarios del transporte público en Madrid, Mastercard ha lanzado, en colaboración con la Empresa Municipal de Transporte (EMT), Banco Santander y la startup Saffe, un proyecto piloto para implementar el pago biométrico en los autobuses de la capital. Una iniciativa pionera en toda Europa que va a permitir el pago del billete a través del reconocimiento facial, previa descarga de una aplicación móvil donde se pondrá una fotografía del usuario.
Compartir los viajes, ganar vida
Galp, por ejemplo, en su compromiso con la movilidad más sostenible, promueve una solución de movilidad integrada para las flotas de sus clientes a través de la startup Flow, donde se incluye una alternativa eléctrica y el uso de vehículos compartidos, con el fin de fomentar que sus clientes reduzcan su huella ecológica y sus costes de manera simple y eficiente.
Cabe destacar, además, que las grandes compañías automovilísticas en gran medida están dirigiendo gran parte de sus inversiones en innovación en el desarrollo de coches eléctricos, aunque aún queda el desafío de alcanzar una mayor autonomía en kilómetros o disponer de un mayor número de cargadores.
Una iniciativa en la que Banco Santander también ha sido pionera ha sido la utilización de los coches eléctricos compartidos, proporcionados por Bansacar, entre sus empleados en Madrid para facilitar la movilidad de los trabajadores, al tiempo que se reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera.
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