En 2018, según datos de la CECA, la banca –a través de sus fundaciones– destinó más de 813 millones de euros a sufragar proyectos dedicados al desarrollo social, económico y cultural. Esta cifra muestra –y demuestra– que el sector financiero ha dedicado una parte importante de sus beneficios a proyectos que construyen sociedades más justas y equitativas, y, por ende, más libres.
Cabe destacar, y no es un aspecto baladí, que la libertad, reconocida por la ONU como uno de los derechos fundamentales del ser humano sólo por el hecho de serlo, es un bien que poseemos de manera intrínseca. Una facultad, sin duda, muy importante porque nos permite elegir de manera responsable cómo actuar dentro de la sociedad donde nos movemos.
Es por esta razón que el sector privado, dentro de la libertad que tiene para elegir qué hacer con sus beneficios económicos más allá de la retribución de dividendo o la reinversión, opta por contribuir a la transformación y desarrollo de las personas sin esperar un retorno económico a cambio. Este fenómeno es lo que se conoce como rentabilidad social, es decir, ser rentable, no desde un punto de vista crematístico, pero sí serlo a la hora de satisfacer las demandas de los clientes.
A ojos de la sociedad –y a ojos de los propios empleados, que son los primeros embajadores de la marca en todos los niveles– ya no basta con ser la compañía líder que bate récords en beneficio y dividendos cada año, ya no basta con lanzar los mejores productos o servicios. En definitiva, somos usuarios conscientes –y cada día más– y elegimos a las empresas del sector privado que contribuyen al progreso de las personas a través de inversión social.
De hecho, según el estudio ‘Marcas con conciencia social’ –elaborado por Hotwire–, el 80% de los directores de Marketing y Comunicación están preocupados por que una crisis social o política pueda degradar o erosionar su marca y el 89% de los consumidores abandonaría a una marca si su inversión social o su actividad no tuvieran una carga de consciencia y compromiso con causas como el acoso sexual o el cuidado del medioambiente.
La colaboración público-privada, un tándem perfecto y necesario
La colaboración público-privada es un tándem perfecto porque permite que se cubran necesidades sociales que no pueden ser sofocadas por los mecanismos públicos conformados por los organismos gubernamentales. Los usuarios esperan que las grandes empresas, quizá de manera inconsciente debido a la gran presencia de las mismas en la sociedad, se preocupen e involucren en los problemas que les rodean.
De un tiempo a esta parte, es complicado concretar el momento de inflexión, nuestra mirada es mucho más social gracias a la labor que hacen centenares de organizaciones sin ánimo de lucro y ONG’s apoyadas, además, por gigantes empresariales. Este es el caso, por ejemplo, de Banco Santander a través de Santander Ayuda, un programa impulsado por la entidad financiera que apoya a entidades sin ánimo de lucro a poner en marcha proyectos sociales a nivel local que persiguen mejorar la calidad de vida de las personas.
400.000 euros anuales para más de 80 proyectos
Santander Ayuda cada año destina 400.000 euros a un total de 80 iniciativas orientadas a la lucha con la pobreza y la inclusión social, la promoción de la autonomía de los mayores, así como la mejora de la calidad de vida de personas que sufren enfermedades graves. Paloma Delibes, coordinadora de Santander Ayuda, destaca, además que en estos cuatro años de vida “hemos contribuido a la puesta en marcha de 300 proyectos sociales que han mejorado la calidad de vida de más de 150.000 personas en situación de vulnerabilidad”.
Uno de los proyectos sociales a los que Santander ha contribuido ha sido a “Igual que en casa” de la Fundación NUPA. Una residencia que acoge a familias que tienen que pasar largas estancias fuera de su hogar por encontrarse desplazadas por motivos médicos de extrema gravedad como es el caso de niños y adultos con fracaso intestinal, nutrición parenteral o trasplante multivisceral –un trasplante de hasta 8 órganos vitales, la cirugía más agresiva que existe en nuestro país a nivel pediátrico–.
Una enfermedad digestiva, explica Alba R. Santos, directora de la Fundación NUPA, con un alto índice de mortandad que obliga a los familiares a desplazarse lejos de sus lugares de residencia por las largas estancias de sus familiares en el hospital. “Desde NUPA los acompañamos, les damos apoyo en todo el proceso que, a veces es muy largo y desgastante, y les ofrecemos hogares de acogida cerca de La Paz, así como apoyo psicológico y terapéutico, ayudas de emergencia y de farmacia, financiamos investigación para frenar el rechazo en trasplantes de órganos o luchamos contra el acoso escolar a niños con enfermedades graves”, apunta Santos.
NUPA apoya cada día a más de 400 familias
En este momento, afirma la directora de NUPA, apoyan cada día a más de 400 familias, más de 350 de los casos son niños o adolescentes y más del 85% de ellos vienen de fuera de Madrid. “Lo que implica que, lejos de su ciudad de origen y de sus familias, NUPA se convierte en la otra familia de muchos de los pacientes con fracaso intestinal y trasplante multivisceral”.
NUPA mejora el día a día de familias y pacientes, sin embargo, tal y como recuerda Santos, “los recursos económicos son muy importantes”. Por ello, comenta, “la confianza y el apoyo de la Fundación Santander es un chute de ilusión y un impulso en nuestras ganas de seguir trabajando y hacerlo mejor cada día”.
Gracias al apoyo de Santander Ayuda, explica Santos, NUPA ha podido mejorar las condiciones su residencia de acogida, mejorar las instalaciones, dotarlas de materiales y enseres más adecuados “para que los más de 300 pequeños campeones que pasan la dura lucha contra su enfermedad en ella se sientan siempre ‘Igual que en casa’”.
Tal y como destacamos anteriormente, es muy importante que los empleados de las grandes empresas, en este caso Banco Santander, sientan ese orgullo de pertenencia a su organización para que los valores y el compromiso con la sociedad lleguen a más sitios. En el caso de NUPA, explica Santos, la fundación conoció Santander Ayuda gracias a una “mamá muy especial y comprometida, cuyo hijo ha pasado largos periodos hospitalizados en Madrid a causa de su fallo intestinal y ha hecho uso de nuestra residencia, que era empleada de Banco Santander y nos habló del programa”.
La directora de NUPA asegura que hay una alta implicación de la sociedad y las empresas con aquellas personas que están pasando momentos complicados saltando las difíciles pruebas que les ha tocado. “Cuando tu hijo tiene una enfermedad rara se para el mundo de golpe”, explica, pero, además, reconoce que “cada año sentimos a más personas a nuestro lado, más personas que creen en la donación de órganos, la contribución económica a través de la compra de calendarios o donativos mensuales”.
Y concluye, no sin emoción en sus palabras, que gracias a programas como el de Santander Ayuda “la rutina de las personas que están todo el día en el hospital es mucho más fácil” porque, apunta, “más allá de los recursos económicos, están también el cariño y el apoyo que ayuda a paliar la tristeza, y la sensación de solidaridad”. Sin duda, la inversión social –que no un gasto social– es la palanca que toda sociedad debe poseer para ser más solidaria y más libre.
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