La bancarización, es decir, tener acceso a servicios financieros básicos, es algo que a las sociedades más desarrolladas nos resulta tremendamente familiar. Sin embargo, no en todos los puntos del globo pueden hacer algo tan sencillo como sacar dinero de un cajero automático, abrir una cuenta bancaria, pedir un crédito, hacer o recibir una transferencia bancaria o acudir a hacer una simple gestión administrativa a una sucursal bancaria.
Es posible que esta afirmación resulte algo extraña, casi de ciencia ficción, pero la realidad es que alrededor de 1.700 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a servicios financieros básicos, según datos del Banco Mundial, y gran parte de este déficit se concentra, sobre todo, en zonas de América Latina donde alrededor de 300 millones de personas están en situación de exclusión financiera.
No es baladí afirmar, por tanto, que la bancarización está íntimamente ligada a la inclusión de todas las personas en el sistema socioeconómico vigente. Un mayor acceso de la población de menores ingresos a los servicios financieros se traduce en un descenso de la pobreza porque, entre otros aspectos, permite llevar a cabo actividades como impulsar un negocio que eleven sus ahorros y mejoren su modo de vida.
En esta línea trabaja Banco Santander, cuyo objetivo es contribuir a la inclusión financiera de la población, especialmente de aquellos colectivos más vulnerables. Con el acceso a la bancarización, se persigue el fin de que las personas tengan la libertad y la capacidad de decidir qué hacer con sus ahorros o pedir financiación para emprender y progresar. A estos fines la entidad se ha comprometido a empoderar financieramente a 10 millones de personas para 2025 a través de diversas iniciativas que ya operan en varios países de América Latina.
La valentía y perseverancia de Priscila
Este ha sido el caso de Priscila Presley, una brasileña de 30 años, madre de dos hijos, que desde pequeña tuvo claro una cosa: no iba a permitir que sus pequeños pasaran por las dificultades económicas que ella pasó de niña. Los padres de esta joven del distrito de Araticum, en el municipio de Ubajara, en Ceará, se separaron cuando tenía 5 años, un momento en el que su vida cambió para siempre porque su madre tuvo que trabajar jornadas muy largas para mantener a su familia.
Una realidad que Priscila recuerda como muy dura. Por ello, siempre ha sido una mujer perseverante y trabajadora, algo que le ha permitido tener su propio negocio: Mais Bella, una tienda especializada en cosméticos, artículos de higiene y de regalos, que lidera con la ayuda de una empleada.
Eso sí, Priscila, como muchos pequeños empresarios, vivió situaciones complicadas durante la pandemia. “En ese momento conseguí un pequeño crédito de Banco Santander, que me ayudó a mantener mi negocio abierto e incorporar nuevos productos para mejorar la oferta a mis clientas. Todo ello con la ayuda de un agente local que le habló por primera vez del programa Prospera, “Lucas se interesó conocer mi situación y plantear posibles alternativas”, explica la joven.
Priscila, además, se mira en el espejo de su abuela, una mujer tenaz y luchadora, dos rasgos que le han permitido a esta pequeña empresaria comenzar 2021 con nueva ilusión y con la previsión de ampliar y desarrollar su negocio cosmético en el futuro.
Al igual que Priscila, muchos otros emprendedores se han beneficiado de Santander Prospera, del programa que ha dado más de 1.400 millones de euros en microcréditos en un total de 1.500 ciudades, a lo largo de 17 años. De hecho, esta iniciativa ha ayudado a impulsar el negocio de más de un millón de empresarios en el país latinoamericano.
La reinvención de Virginia en mitad de la pandemia
Por otro lado, más de 6.000 kilómetros al norte de Brasil, en México solo el 37% de la población está bancarizada; mientras el 23% de los municipios no cuenta con bancos o empresas financieras, según el Reporte Nacional de Inclusión Financiera 2019 –los últimos datos disponibles–, de Minsait Payments
Dos aspectos que son un obstáculo para aquellas personas que quieren pedir un crédito y acceder a los servicios financieros de un banco, como era el deseo de Virginia Álvarez, una vendedora de zapatos por catálogo en Valle de Chalco, que no tuvo más remedio que reinventarse en mitad de la crisis sanitaria porque sus ventas cayeron en picado. Un sufrimiento económico que, además, se sumó al golpe emocional de perder a sus padres víctimas de Covid-19.
De este modo, y ante un escenario complicado, esta costurera transformó la tristeza en fuerza e impulsó un pequeño negocio de mascarillas. Con un pequeño crédito de 245 euros concedido a través de Tuiio, un programa de microcréditos de Banco Santander, compró telas y dos máquinas de coser con las que fabrica mascarillas para vender a 62 céntimos.
Con un pequeño gesto, esta mexicana sueña hoy con hacer crecer su negocio, y vivir de él, con el fin de dar un mejor futuro a su hija. “No importa cuántas veces caigamos, lo importante es saber levantarnos de cualquier situación, por más difícil que sea”, apunta Virginia.
La iniciativa Tuiio de Santander México ha otorgado cerca de 92 millones de euros atendiendo a más 197.000 clientes y otorgando 388.213 créditos a personas del segmento de bajos ingresos desde su creación en 2017. Tuiio cuenta con 85 sucursales en 18 estados.