Es probable que, echando la vista atrás, la mayoría seamos capaces de recordar la inmensa ilusión que supone entrar por las puertas de la facultad universitaria. Era un camino nuevo que se emprendía, todo era novedoso e inesperado, se abandonan las amistades del colegio para añadir otras nuevas a nuestras vidas y, además, es el primer paso, la primera piedra, para construir nuestro futuro profesional.

Si hubiera dos palabras que se pudieran usar parar definir los días previos al comienzo del curso, así como el primer día, serían, probablemente, ilusión e incertidumbre. Sin embargo, no todo el mundo posee las mismas oportunidades de acceder a la universidad debido a la presencia de alguna discapacidad. Sin ir más lejos, por ejemplo, ¿tienen todas las universidades y espacios formativos los acondicionamientos necesarios para aquellas personas que van en silla de ruedas y necesitan de rampas o ascensores? ¿Tienen un servicio de apoyo involucrado con la comunidad educativa para aquellas personas con alguna discapacidad intelectual o psíquica? ¿Y materiales accesibles y/o entornos adaptados para las personas con ceguera o sordas?

Velar por una sociedad justa e igualitaria

La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en diciembre de 2006, es el instrumento que protege los derechos de las personas con discapacidad poniendo especial énfasis en la educación universal. Es decir, una educación por igual para todos los individuos que conforman el mundo sea cuales sean sus capacidades físicas, mentales o intelectuales.

El convenio de la organización internacional, que entró en vigor en 2008 y al que se adhirieron un total de 162 países, entre ellos España, señala de manera tajante y sin titubeos que “los Estados Partes reconocen el derecho de las personas con discapacidad a la educación (…) sobre la base de la igualdad de oportunidades”. Por ello, añaden, deben “asegurar un sistema inclusivo a todos los niveles de enseñanza a lo largo de la vida”.

Hoy en día, los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado, la juventud, las Naciones Unidas y otras organizaciones trabajan para hacer frente a los desafíos educativos que propone la Agenda 2030. Esta llama a liderar el cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4), cuyo propósito es “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover las oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas” de aquí al año 2030.

Las políticas sociales y educativas de carácter público llevadas a cabo desde los gobiernos –en España se regula bajo la Ley Orgánica para la mejora de calidad educativa– deben velar para que todos los niños y niñas con discapacidad no queden excluidos de la enseñanza primaria, secundaria, ni por supuesto de la universitaria y la formación profesional. Sin embargo, ¿se llevan a cabo iniciativas lo suficientemente efectivas para que las personas con alguna discapacidad, sea cual sea, se sume a la aventura de estudios superiores?

El impulso de la inclusión laboral y educativa de Santander

A tenor de estas llamadas de atención de la ONU, tanto la educación inclusiva en la etapa primaria como universitaria o FP tienen aspectos que mejorar. Por ello, es necesario que la integración sea homogénea y se impulse desde el seno de las empresas y las instituciones públicas. En el caso empresarial, destaca la labor que desde hace años lleva a cabo Banco Santander a través de la Fundación Universia. Posee programas y proyectos destinados a las personas con discapacidad para impulsar, no sólo la inclusión educativa, sino también su integración laboral

‘Santander Incluye’, por ejemplo, es una iniciativa para impulsar las prácticas formativas de estudiantes con discapacidad en la sede de Madrid. Desde 2017 un total de 48 estudiantes universitarios con discapacidad han realizado prácticas en diversas áreas de negocio donde, además de complementar su formación en un entorno laboral, pudieron contar con apoyo específico mediante un tutor profesional de la entidad.

“Esta experiencia me ha dado más seguridad a la hora de defender mis ideas y de compartirlas con el resto. No me había dado cuenta de lo importante que era un equipo hasta que empecé aquí”, relataba Belén, una de las alumnas en prácticas en el área de Corporate & Investement Banking del Banco Santander, que recientemente ha sido contratada.

Iniciativas como esta y la gran apuesta que hace Banco Santander por el apoyo de la inclusión educativa han hecho que sea reconocido como la entidad más sostenible del mundo, según el Dow Jones Sustainabilty World Index 2019.

#Somos  por una universidad inclusiva de calidad

Sin embargo, para llegar a este punto es necesario que los entornos de educación se transformen en espacios realmente inclusivos y libres de barreras para “no dejar a nadie atrás”, tal y como reclama la ONU. Para una mayor concienciación, Santander ha lanzado #Somos, una campaña a nivel global por la Educación Inclusiva de Calidad, impulsada por Fundación Universia y Naciones Unidas, a través de su Secretariado General.  Para conseguirlo han elaborado un manifiesto, donde invitan a la sociedad a sumarsea este movimiento global para el desarrollo y cumplimiento desde este objetivo de tan alto impacto en la vida de millones de personas con discapacidad en el mundo y de la sociedad en su conjunto.

Entre los puntos de este manifiesto que invitan a tomar conciencia destacan la importancia de una educación de calidad e inclusiva, impulsar y mejorar la accesibilidad tanto al espacio físico como al colectivo docente y estudiantil. Además, proponen que los Gobiernos adopten medidas para emplear a profesores con discapacidad en todos los niveles de la enseñanza y fomentar las políticas públicas para mejorar el día a día en el aula y en la vida de las personas con discapacidad.

Sólo con la convivencia diaria se consigue la inclusión

No puede ser posible la inclusión educativa real si no hay una convivencia diaria y normalizada entre los alumnos ordinarios y discapacitados. Además, el día a día entre ambos posee beneficios sin paragón porque pone en práctica algunos de los valores que, a veces, se quedan sólo en la teoría.

La aceptación de la diversidad y la diferencia de los otros, la toma de conciencia del esfuerzo que cada día hacen estas personas con discapacidad para llegar a los mismos objetivos que el resto, la constatación de que todos necesitamos de los demás como seres sociales y que no siempre somos autosuficientes. Pero, además, se pone en práctica la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación. Aceptar y apreciar la diversidad en el sentido más amplio de la palabra.

Sólo así, esforzándonos juntos por aceptar y normalidad la diversidad, en todas sus esferas , seremos capaces de construir sociedades inclusivas, pacíficas y justas.

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