Las manos de los artesanos hacen objetos y creaciones únicas. Tienen un dominio magistral de la técnica, pero, además de todo ello, su saber hacer habla de lo que somos como sociedad, de nuestras raíces, de nuestros ancestros, de nuestras familias. Debemos valorar lo que transmite nuestra artesanía porque tiene poso, es lenta y tiene la capacidad de apelar a nuestra sensibilidad y nuestra emoción, y también nos da la oportunidad de valorar lo que hacemos y lo que somos como colectivo.

Cerámica pintada a mano, producción textil tejida en macramé, tapices o croché, joyería y orfebrería trabajada en pequeños talleres al estilo medieval, curtido de cuero, vidrio, cestería, etc, son trabajos que han inspirado a cientos de artistas plásticos en todo el mundo, algunos de ellos considerados clásicos como Zurbarán o Velázquez y otros relacionados con las vanguardias como Picasso, Chillida o Gunta Stözl, entre otros.

Toki, 1969. Eduardo Chillida. Colección Banco Santander.

Pero no se ha tratado solo de una inspiración artística marginal o aislada, la reivindicación de la artesanía como un arte mayor y con peso tuvo su gran auge a finales del siglo XIX con el movimiento Arts & Crafts de William Morris y John Ruskin en Gran Bretaña, el cual rechazaba el trabajo en serie e industrializado de Michael Thonet, por ejemplo, y ensalzaba los trabajos manuales imperfectos de los artesanos.

O la Escuela de la Bauhaus fundada en Weimar, cuando en 1919 proclamó un regreso a los talleres. “¡Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver al artesanado! No existen diferencias fundamentales entre el artista y el artesano, el artista es una elevación del artesano”, proclamaba el manifiesto redactado por el director Walter Gropius.

Picasso, del que pronto se cumplen 50 años de su muerte, dominaba prácticamente todas las disciplinas artísticas e hizo colecciones de cerámica con motivos cubistas, apreció la artesanía africana, como atestiguan Las señoritas de Avigon, o tradiciones culturales como la tauromaquia adoptando el toro como parte de su personal imaginario.

Reivindicar el trabajo de los talleres

Virgen niña dormida, hacia 1630. Francisco de Zurbarán. Colección Banco Santander.

Por su parte, Gunta Stözl, como directora del taller textil en la Bauhaus, experimentó con tejidos naturales y sintéticos con gran éxito con la alianza Anni Albers, esposa de Joseph Albers. Mientras que Chillida era un artesano que se metió en la fragua a trabajar sus esculturas conceptuales cargadas de poesía; y Velázquez retrató a la perfección el trabajo forjado de las armas en La fragua de Vulcano o el detallado ímpetu del trabajo de los tejidos en Las hilanderas.

Obras que hablan y reflejan lo que somos –y hemos sido– que se pueden contemplar en grandes espacios nacionales e internacionales como el Museo del Prado, el Museo Reina Sofía, el Hermitage, el MOMA o el Guggenheim de Nueva York, el Centro Pompidou, el Museo Thyssen, etc.

Sin embargo, no solo los grandes museos conservan y cuidan obras de los maestros de la Historia del Arte con el fin de poder compartirlas con el público, ya que también hay piezas de gran valor en espacios menos conocidos. Un ejemplo de ello es la Fundación Banco Santander que cuenta con una colección de arte muy valiosa conformada por Ramón Casas, Canogar, Sorolla, Martin Chirino, Luis Feito, El Greco, Juan de Arellano, Gutiérrez Solana, Rusiñol, Zurbarán y un largo etcétera de nombres de primer nivel donde poder contemplar arte y artesanía.

Colecciones que difunden y cuidan el arte

La entidad financiera conserva esta colección conformada progresivamente desde hace 160 años. Sus fondos abarcan etapas históricas que discurren desde el siglo II a. C. hasta la actualidad. La colección está al servicio de la sociedad, ya que se encuentra expuesta en la Sala de Arte Santander de la Ciudad Financiera en Boadilla del Monte (Madrid), pero también hace préstamos a otras instituciones públicas y privadas para difundir el conocimiento del arte, conocer quiénes hemos sido o qué hemos hecho a lo largo de la historia a través de la creación, sobre todo porque el arte siempre es el resultado de su tiempo, sea cual sea.

Siguiendo la línea marcada por Fundación Banco Santander para impulsar la difusión de sus obras, Juana Acosta y Sonia Navarro, actriz y artista plástica, respectivamente, invitan a través de su aprecio por el arte a vivir la Colección Banco Santander, poniendo frente a frente dos conceptos íntimamente relacionados y, probablemente, indisolubles: arte y artesanía.

Acosta destaca que para ella la artesanía son “objetos desarrollados por personas donde la naturaleza es la proveedora usando materiales nobles como la madera, el barro, las lanas, los colores naturales, pinturas vegetales, etc, donde se plasman creencias ancestrales y culturales”. Navarro, por su parte, es muy clara en su posición con respecto a la artesanía: “Se ha pensado que era un arte menor, pero tras mucho reflexionar llego a la conclusión de que si esta artesanía está hecha por un sabio, que es un artesano, ¿cómo no va a ser un arte mayor?”.

Y es que la artesanía se ha colado en obras de todo tipo, por ello vemos cerámica, ebanistería, joyería, cristalería, bordados o tejidos delicados en bodegones, retratos regios y religiosos, escenas mundanas en calles y palacios como destaca Acosta al observar dos obras de la Colección Banco Santander. 

“En Virgen niña dormida de Zurbarán encontramos un cuenco de cerámica blanco con delicados y hermosos dibujos hecho a mano en azul con motivos florales. Pero, además, también vemos una silla de madera tallada y tejida con enea. En El bodegón de flores de Arellano, además de encontrarnos con unas flores de colores exquisitos y de un trazo muy preciso, también tenemos unos canastos tejidos en mimbre, así como un cuero recortado en la parte de atrás que nos hace ver y conocer el tipo de materiales que se usaban en la época”, explica la actriz.

Lo mismo destaca Navarro cuando habla de la obra Baile en el Café Novedades de Sevilla de Joaquín Sorolla. “Me interesan mucho los mantones, sus bordados, colores, etc., hechos con unos materiales preciosos que eran muy poco usuales en una España rural”.

La artesanía da identidad a un país

Detalle de Bodegón de flores, 1650. Juan de Arellano. Fundación Banco Santander

Pero, ¿cuál es esa línea que se traspasa para que la artesanía se convierta en arte? Acosta cree que el arte “es algo mucho más conceptual, es más libre, más amplio, no se requieren materiales naturales como en la artesanía o, al menos, no siempre”. Aunque ahora, argumenta, “es cierto que hay gran tendencia de introducir la naturaleza en obras creadas por artistas y es ahí donde se fusionan las fronteras entre el arte y la artesanía”.

Navarro, que aprendió costura y sastrería de sus abuelas, por eso en su obra la aguja y las telas son imprescindibles, explica que ella intenta en su proceso creativo “poner en valor la labor del artesano, involucrando a este en mi propio trabajo, ya sea con las esparteras de Blanca, las bordadoras de Lorca, las costureras de Córdoba, de León o de Guatemala, etc. Por tanto, mi conclusión es que un país sin artesanía es un país sin identidad y esto es algo que debemos tener en cuenta”.