Durante la recesión económica española la tasa de paro se ha disparado hasta rozar el 27% de la población activa, lo que ha llevado a muchas familias a una situación límite y, en algunos casos, entrando en la exclusión social. Según el informe «El estado de la pobreza» de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN), «la llegada de la crisis impulsó una elevación sustancial y creciente de la misma».
La tasa de personas en riesgo de exclusión social sigue avanzando en España y ya representa el 29,2% de la población (frente al 26% en 2010), según la Encuesta de Condiciones de Vida elaborada por e INE. Esta referencia consta de tres variables: la carencia material severa, la baja intensidad en el empleo o el riesgo de pobreza. De acuerdo con estos datos, unos 13,6 millones de personas cumplirían alguno de los tres criterios.
La solución al problema pasa por establecer las condiciones adecuadas para que las personas en riesgo de exclusión social puedan valerse por sí mismas y no dependan de la limosna ofrecida por el burócrata de turno. El mensaje más esperanzador que se les puede transmitir a estas personas es, además, una gran verdad: la sociedad las necesita, su trabajo es importante.
Una de las compañías que suscribe ese mensaje es Clece, que da trabajo a 6.600 personas pertenecientes a colectivos vulnerables. Como bien explica su presidente, Cristóbal Valderas, «cuando se acaban las ayudas y las prestaciones sociales hay que volver a empezar» y, en ese sentido, «el empleo es lo único que puede cerrar el círculo», considera Valderas.
“Un empleo para cambiar una vida”
En el III Foro por la integración celebrado recientemente por Clece, se ha plasmado esta realidad, abordando el problema desde todos los ángulos posibles (social, político, personal y empresarial). Bajo el lema «un empleo para cambiar una vida», los especialistas reunidos por Clece han destacado que la palanca más importante a la hora de luchar contra la exclusión social es impulsar la entrada de las personas afectadas en el mercado laboral.
«Se empieza con voluntad de cambio, se continúa con ayuda social y se termina con el empleo, pero las personas que finalmente se insertan dependen sobre todo de su esfuerzo, ha indicado el técnico de selección de Clece Luis Arocha.
Una de las principales barreras para incorporar a este colectivo al mercado laboral es que muchas empresas tienen prejuicios y estereotipos que dificultan la contratación. “Las reticencias vienen de lo desconocido”, ha explicado Purificación González, directora de Recursos Humanos de Clece.
“La única manera de solucionar y superar los prejuicios y estereotipos es conocer a las personas. Cuando se les da una oportunidad la aprovechan al máximo y al final es un beneficio para la empresa. Se trata de personas que, en la mayoría de los casos, son ejemplos de vida. En nuestra empresa lo sabemos bien porque 595 de nuestros trabajadores provienen de colectivos de exclusión social”, ha afirmado González.
Las administraciones públicas también tienen su papel a la hora de favorecer el empleo para las personas excluidas socialmente. Además de las tradicionales ayudas y subvenciones, como por ejemplo incluyendo cláusulas sociales en la contratación pública, tal como ha apuntado en el Foro de Clece la consejera de Gobierno de Política Social y Accesibilidad del Cabildo de Gran Canaria, Elena Máñez .
La importancia de la formación dual
Otra empresa que apuesta por el empleo como herramienta para cerrar la brecha de la exclusión social es Amadip Esment, una fundación privada cuya razón social es trabajar para apoyar la formación y la inserción laboral de personas con discapacidad intelectual. Para ello, la empresa apuesta por la formación dual en cocina, sala, panadería y pastelería, aunque ofrece trabajo en otras áreas como jardinería o imprenta.
Esta apuesta por la formación dual, según explica la responsable de la Escuela Profesional de Amadip Esment, Isabel Ferretjans, «permite que cada alumno aprenda al ritmo que necesite». Además de dar empleo directamente a casi 350 personas con discapacidad, la Fundación también colabora con otras empresas, que reciben trabajadores adaptados a su proceso productivo.
También Ferrretjans, coincide con Clece en que hay que desprenderse de esos prejuicios: «Cuando viene un joven, tanto si tiene discapacidad como si no, nosotros siempre decimos que no nos importa su pasado, cómo le haya ido en su instituto o si sacaba malas notas. Lo que nos importa es el compromiso que ese joven adquiere consigo mismo, el compromiso que adquiere con su futuro».
El trabajo del sector privado da sus frutos. Según Adecco, las contrataciones de personas en riesgo de exclusión social se incrementaron en un 46% en 2014. Por grupos, las personas con discapacidad registraron una subida del 19% y los mayores de 45 años también superaron la media general, con un incremento del 17% respecto al año anterior.