El ‘buggy’ más exclusivo del mundo con motor Porsche: diversión sin límites
En un momento en el que el mundo del motor parece moverse a una sola velocidad, la de la electrificación, llega una propuesta que rompe con todo lo establecido. Se trata del que muchos ya llaman el buggy definitivo del siglo XXI, un vehículo pensado para emocionar, para recuperar la esencia de la conducción y para convertirse en un objeto de deseo casi mitológico. Lo más sorprendente: no es eléctrico, tiene motor de Porsche y sólo se fabricarán 100 unidades en todo el mundo.
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La noticia ha corrido como la pólvora entre aficionados y coleccionistas. Y no es para menos. Estamos hablando de un modelo que nace de la colaboración entre especialistas de prestigio, con un diseño radical y un espíritu que rehúye las tendencias dominantes. En un mercado dominado por baterías, autonomías y tiempos de recarga, este buggy apuesta por la combustión, la mecánica pura y la experiencia sensorial que tantos temen perder con la transición eléctrica. Es un vehículo que se planta ante la corriente global con un mensaje claro: todavía hay espacio para lo visceral.
Un buggy que desafía las reglas
El término buggy evoca arena, sol y libertad. Nos transporta a los años 60 y 70, cuando estos coches ligeros y divertidos nacieron para recorrer playas californianas y desiertos interminables. Con el paso del tiempo, muchos fabricantes intentaron reinterpretar esa idea, a veces como juguetes de lujo, otras como vehículos recreativos. Pero lo que ahora llega es distinto.
Lo verdaderamente llamativo es que, en lugar de sumarse a la ola eléctrica, se ha optado por mantener un motor de combustión de Porsche. No se trata de un gesto caprichoso, sino de un posicionamiento consciente. La combustión, con todo lo que conlleva en términos de sonido, vibración y respuesta, sigue teniendo un atractivo casi romántico. En un mundo en el que los motores eléctricos son silenciosos, lineales y, para muchos, impersonales, este buggy reivindica lo contrario: que conducir es una experiencia que debe sentirse con los cinco sentidos.
Según explica la marcas, el coche lleva en la parte trasera un motor especial de seis cilindros, desarrollado a partir de la tecnología de Porsche por Tuthill, capaz de girar hasta 11.000 revoluciones por minuto.
Exclusividad y coleccionismo con motor Porsche
Del Tuthill Meyers Manx LFG Sólo se producirán cien unidades, algo normal teniendo en cuenta que tiene motor de Porsche. Esa cifra lo cambia todo. No hablamos de un modelo destinado a los concesionarios, sino de una pieza casi artesanal que pertenecerá a un círculo muy reducido de afortunados. Tener uno de estos buggies será comparable a poseer una obra de arte en movimiento. Cada ejemplar llevará probablemente un nivel de personalización extremo, materiales de vanguardia como fibra de carbono o aluminio aeroespacial, y acabados pensados para que cada coche sea único.
Esa exclusividad lo convierte en objeto de coleccionismo desde el minuto uno. Más allá de su precio, que con toda seguridad será astronómico, el verdadero valor residirá en lo irrepetible. Una vez que se fabriquen esas 100 unidades, no habrá más. Y eso, en el mundo del motor, es garantía de mito.
Una pieza que llega en un momento clave
El lanzamiento de este buggy no podría haber llegado en un contexto más interesante. Mientras la mayoría de fabricantes tradicionales concentran sus recursos en electrificar sus gamas, y mientras los gobiernos endurecen normativas de emisiones, surge este vehículo como una especie de rebelde. No será masivo, ni mucho menos, pero sí se convertirá en un símbolo de resistencia. Representa a todos aquellos que aún creen que el rugido de un motor, el olor a gasolina y la vibración de un escape forman parte esencial de la cultura automovilística.
Es también una pieza de transición, porque probablemente será de los últimos modelos de combustión con este nivel de exclusividad en ver la luz. Dentro de unos años, cuando lo eléctrico ya sea omnipresente, este buggy será un recordatorio de una era que se fue.