Vivimos la vendimia en la Ribera del Duero, en la bodega que conquistó a reyes y aristócratas
El mundo de las Denominaciones de Origen en el vino es relativamente joven, si lo comparamos con la historia de sus viñedos. Entramos en la DO Ribera del Duero ya que su pronta edad, fue instaurada en 1982, puede ser señalada erróneamente para muchos como el origen de estos vinos, la historia real dista mucho de la denominación. Tendríamos que remontarnos a la época romana, quienes fueron los primeros en ver en esta región que comprende áreas de las provincias de Burgos, Valladolid, Segovia y Soria. En toda esta cronología, hubo una bodega que acogió a reyes y aristócratas, haciéndoles partícipes de la historia vinícola de nuestro país: la Bodega Pradorey. Hemos ido a su vendimia anual para conocer el proceso de elaboración de uno de los vinos con más historia del país.
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La época de vendimias es una de las más decisivas para las bodegas, pero también nos ofrece la oportunidad de saber más sobre el ADN de cada casa. Conocer sus procesos, detalles y lo más importante: todo el trabajo que hay tras uno de los productos más representativos de nuestro país. En definitiva, vivir la experiencia completa de cómo es el proceso de la uva desde la vid hasta la botella.
Esta misma experiencia es la que pudimos vivir con la vendimia VIP de Pradorey. Sólo está disponible hasta el 26 de octubre y hay que darse prisa para poder disfrutarlo: las plazas son limitadas y sólo tiene 13 fechas abiertas disponibles. Aunque también existe la posibilidad de reservar con grupos o parejas experiencias privadas, que permiten vivir esta experiencia desde un punto de vista más privado. El precio de la experiencia es de 120 € por persona o 215, con alojamiento en la Posada Pradorey.
Una finca que perteneció a Isabel la Católica
Para quienes vivimos en Madrid, viajar poco más de una hora hasta llegar a la finca de Pradorey no se aleja de la realidad de las distancias en la ciudad que vivimos entre semana. Y si es para dejar atrás la jungla urbanita y sustituirlo por el paisaje campestre de Gumiel del Mercado (Burgos), desplazarse merece aún más la pena. Sobre todo, porque no estamos ante una finca cualquiera.
Pradorey se sitúa en el Real Sitio De Ventosilla, una gran finca de tres mil hectáreas que compró Isabel la Católica en 1503, mismo año del pleito del plano de la Villa de Aranda del Duero. Conviene señalar este hito porque justo de esta época proviene el nombre de la bodega, cuando los propietarios se encontraron con un documento de que Felipe III tenía su cazadero dentro de uno de los pagos de la finca: el denominado prado del rey.
Sin embargo, no fue hasta 1989 que esta finca comenzó a actuar como bodega, siendo una de las primeras en formar parte de la DO Ribera del Duero. Por aquel entonces la suma apenas llegaba a las 30 bodegas; hoy, son más de 300. El precursor de la bodega fue Javier Cremades de Adaro, ingeniero agrónomo que plantó un total de 520 hectáreas en los 10 pagos actuales: Hoyo Dornajo, La Mina, Prado del Rey, El Pino, Los Robles, Valdelayegua, Salgüero, La Recorba, Los Quemados y Las Tasugueras.
Hoy su rostro y su apellido integran una de las etiquetas más populares y consumidas de la bodega, ADARO, que forman parte de la cata. Pero no nos adelantemos, porque antes de catar los vinos que se elaboran con cada vendimia hay que salir al campo.
Por supuesto, toda esta lección de historia es la carta de presentación con la que te recibe el equipo de Pradorey. Al fin y al cabo, sin contextualizar el entorno y el lugar, la magia de la experiencia pierde valor. Vamos con la vendimia, porque en Ribera del Duero es algo más complicada porque tiene que ser seca: sin llover y sin niebla. Hay que esperar a que la planta esté seca, de lo contrario, la uva mojada puede diluir el contenido de azúcar de los racimos, reducir la calidad del mosto y, por consiguiente, reducir la calidad del vino.
A ello se suma que aquí la vendimia no es mecanizada, es manual, comenzando el proceso de selección de la uva en el propio campo. Y esta debe encontrarse en un racimo perfecto. Reconocerlos resulta sencillo: los racimos adecuados tienen una forma triangular bien definida y presentan dos hombros a cada lado. Una vez recolectados, se realiza una segunda selección dentro de cada racimo, eliminando las uvas secas, cuya presencia podría alterar la calidad del mosto.
Del campo a la bodega
La magia real ocurre dentro de la bodega, donde ocurre el despalillado, pisado y cata de mosto. Lo realmente imponente es la sala donde te recibe el despalillado, presidida por grandes tinajas con nombres de las carabelas, El Cano… Y es que en Pradorey la tradición tiene un propósito y en esta sala se demuestra su carácter como pioneros en la Ribera del Duero en la elaboración de vino en tinajas de barro centenarias.
También porque la tradición cambia, y mucho, las notas del vino. Ejemplo de ello es el despalillado, el proceso en el que la uva se separa del racimo. Cuando se hace mediante el despalillado mecánico, la uva se exprime y el resultado es un mosto dulce (muy dulce, de hecho), con la presencia de taninos que dejan cierta sensación arenosa en boca. Por el contrario, cuando el proceso es manual la experiencia cambia completamente.
Primero se despalilla la uva «ordeñando» el racimo, para después remangarse los pantalones y empezar con el pisado. Aquí el mosto es totalmente equilibrado, sabroso y con un equilibrio de sabores que luego se trasladan a la barrica y la botella para su fermentación.
La cata
«El vino bueno es el que te hace repetir un segundo sorbo de la copa, independientemente de la etiqueta»
Lo mejor tras una jornada de trabajo es poder disfrutar del producto de la cosecha. Si bien es cierto que harán falta un par de años para degustar los frutos del trabajo de la vendimia de este año, sí que podemos hacernos una idea de cómo serán disfrutando de las etiquetas que llevarán su nombre. Y en este punto Pradorey nos dejó una gran lección: «El vino bueno es el que te hace repetir un segundo sorbo de la copa, independientemente de la etiqueta». Aunque las dos etiquetas que asentaron la cata fueron un aval de calidad.
El primero, Adaro 2023, una etiqueta que salió pronto al mercado, «pero no podíamos esperar más para sacarla, ya que es el best seller de la bodega», nos explican desde el equipo de Pradorey. Un vino homenaje al fundador de la bodega que representa su carácter: intenso y elegante. Con una fusión de aromas afrutados ensamblados con los aromas terciarios como la vainilla y el regaliz, aportados por su crianza en barrica y que pasa por la boca de forma elegante para dejar una sensación inigualable
Finalmente acompañado por Finca La Mina, un vino tinto reserva clásico de la Ribera del Duero elaborado en su totalidad con tempranillo. La nota de cata presenta un vino rojo cereza, presente también en nariz. Le acompaña un toque aromático especiado y ahumado. Para entrar en boca con una textura sedosa con sensaciones de fruta madura, aterciopeladas y balsámicas.
Un final con historia
Dicen que las mejores sorpresas se dejan para el final y en el caso de la vendimia de Pradorey, la guinda del pastel viene con una dosis de historia real en la posada de Pradorey. Una joya barroca en cuya arquitectura encontramos la procedencia de las serigrafías de etiquetas como Finca La Recorba o Finca Los Quemados. Tienes que situarte frente a la puerta principal y mirar hacia arriba, al balcón que se encuentra justo encima de la puerta principal. A los lados: los escudos grabados en piedra de Lerma y Medina.
Claro que si antes hablábamos de la historia de la finca y su relación con Isabel la Católica, al hablar de la Posada Pradorey tenemos que volver a las lecciones de historia. Concretamente a través de la figura de Francisco Gómez Sandoval y Rojas, Primer Duque de Lerma y Primer Ministro del rey Felipe III.
Para poder alojar al monarca, construyó un palacete diseñado por el arquitecto real Francisco Mora. Su interior es singular, privado y bucólico, y hoy acoge una posada de solo 18 habitaciones y un restaurante donde el comedor acogedor te hace sentirte un invitado más.
Sus jardines fueron testigos del paso de grandes figuras de la historia, como Lope de Vega, quien representó en ellos diferentes obras de teatro para el rey. Ese mismo espíritu se mantiene hoy con las representaciones teatrales en las jornadas de teatro barroco, aunando gastronomía, vino y cultura.