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Lisboa en 5 paradas mágicas: lo esencial para descubrir la ciudad por primera vez

(Foto: Pexels)

Lisboa envuelve un viaje con cierto arte que oscila entre descubrir e inventar, guiado por una lógica casi infantil. Infantil, porque volvemos a la inocencia prematura de quien vive las cosas por primera vez. E inventar, porque cada paso exige cierta improvisación si estás abierto a dejar que la ciudad te cuente una historia nueva en cada visita. Por qué empezar así hablando de Lisboa tiene su sentido: entre la historia, las calles y el alma viva de esta ciudad que lleva siglos reinventándose a orillas del Tajo. Este no es un listado cualquiera, es el repaso a la ruta más auténtica por la ciudad de Lisboa.

Puede que no recuerdes cuál fue la primera historia que escuchaste de Lisboa, o la primera calle en la que entraste. Aun así, la historia de esta ciudad se va dibujando como un mapa mental en el que cada parada, cada anécdota es una pieza de una perfecta maquinaria que se va ensamblando en cada escapada. Esta máquina de historia milenaria: deberíamos situar su fijación en la época de los fenicios.

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A sus territorios han llegado griegos, fenicios; espías alemanes, americanos e ingleses durante la Segunda Guerra Mundial y republicanos, durante la Revolución del 5 de octubre de 1910, que instauró la Primera República Portuguesa. Todo un trasiego de fechas imborrables para la historia que han tenido como centro de batalla una población que nunca llegó a ser capital. No por ello la capital deja de ser un centro cultural, histórico y legendario para el país. Pero, ¿qué sitios no pueden faltar en Lisboa?

La ciudad del mestizaje

Lisboa no solo es una ciudad impresionante, también es uno de esos enclaves donde se ha escrito la historia de la Península Ibérica. Ciudad de oestrimnios, fenicios, griegos, cartagineses, romanos (formando la provincia de Lusitania), visigodos y musulmanes. Hasta que en 1147  la reconquista cristiana dio origen a la era portuguesa.

Esta historia se puede apreciar en algunas de sus visitas históricas. El recorrido tiene que tener paradas como el barrio de Alfama, el alma “vieja” de la ciudad. Ahí la historia toma forma a través de la arquitectura del Castelo de São Jorge, una de las fortificaciones más importantes de la ciudad. Con la Catedral da Sé y los grandes miradores como respaldo de la autenticidad de este rincón.

(Foto: Castelo de São Jorge)

La Era de los Descubrimientos

Lisboa ha jugado un papel fundamental en varios momentos de la historia. Y si las paredes hablasen ¿a quien tendríamos que acudir a preguntar? Sin duda al barrio de Belén. Su ubicación ha hecho de este lugar un punto de orgullo para sus ciudadanos, siendo un punto clave en lo que hoy conocemos como la Era de los Descubrimientos.

Torre de Belen. (Foto: Unsplash)

Durante los siglos XV y XVI, Portugal fue una potencia marítima mundial. En ese punto, desde Belém partieron las grandes expediciones que exploraron el mundo: vasco da Gama zarpó desde aquí en 1497 rumbo a la India. Mientras, otros navegantes portugueses salieron hacia África, Brasil y Asia. Esa identidad cultural hace que hoy encontremos en este lugar entidades culturales como el Museu Nacional dos Coches – colección única de carruajes reales – el Museu de Marinha – historia naval portuguesa – o el MAAT y Museu Berardo.

El alma bohemio

Lisboa gusta por ser una ciudad viva, que habla en clave de pasado, pero también con una mirada al futuro. Por eso en una ruta de imprescindibles de la ciudad el barrio de Chiado no es un sitio negociable: hay que ir ahí para encontrar ese alma bohemia de la que a veces la ciudad refusa a presumir.

Se encuentra entre la Baixa y el Barrio Alto  y se sube a él por un ascensor situado en Santa Justa, diseñado por un aprendiz de Eiffel. Allí se encontramos las joyas barrocas de Igreja de Nossa Senhora do Loreto y Igreja da Encarnação. La belleza se encapsula en sus comercios, concretamente en uno. Luvaria Ulisses, una pequeña tienda de apenas 4 metros cuadrados donde merece la pena detenerse a observar su belleza. De historia también habla el Café A Brasileira, frente a la que descansa una escultura del escritor Fernando Pessoa en honor a las horas que pasó en este rincón escribiendo.

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Riqueza de sabores

Lisboa actual es una ciudad pluricultural, con una mezcla visible en su gastronomía, música y alma. Lo notas nada más cruzar las puertas de uno de esos lugares que siempre presumen de ser los que realmente te pueden llevar a disfrutar Lisboa a través del paladar. Empezando por sus pasteles de nata, uno de los postres más conocidos de la ciudad y que sitúan a Lisboa en el mapa. Si entramos a evaluar platos principales,la sencillez del caldo verde cautiva a cada persona que lo prueba. No tiene complicación: se trata de una sopa tradicional hecha con col gallega, patata y chorizo.

Sin Duda, es el mar quien toma su protagonismo en esta ciudad. Delicias como las almejas o las sardinas son las guardianas de la excelencia de esta cocina. Pero, de elegir un protagonista, no hay quien le discuta al bacalao que ese juego tiene un protagonista. Más aún, si entramos a degustaciones como el bacalao desmenuzado con huevo revuelto, cebolla y patatas paja o el bacalao con nata.

Pastéis de Belém. (Foto: Visit Lisboa)

Un vistazo a las alturas

El sobrenombre de la Ciudad de las Siete Colinas guarda, y de sobra, honor a uno de los mayores atractivos de la ciudad: sus miradores. Todos te muestran la ciudad desde las alturas, pero pocos dejan que el encanto tradicional se introduzca en las vistas como ocurre cuando asciendes al mirador de Santa Lucía. Desde un pequeño rincón del barrio de Alfama, la ciudad de Lisboa regala a sus visitantes una de las vistas más fotogénicas con la imagen de tejados vintage, el río Tajo al fondo y el ambiente típico lisboeta.

Compite en fama con el mirador de San Pedro de Alcántara, situado en el parque que le da nombre. También el mirador de Gracia es uno de los rincones perfectos para ir a tomar algo, dado el buen precio del que presume su cafetería. Sin duda, el motivo de que se haya popularizado entre el público más jóven.

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