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IKIGAI, por Carlos Pérez-Carracedo

  • Carlos Pérez-Carracedo

En el norte de la provincia de Okinawa en Japón, se encuentra una población llamada “La Aldea de los Centenarios”. Es decir, que prácticamente la totalidad de sus habitantes (alrededor de 3000) superan los 100 años. Dos periodistas, Héctor García y Francesc Miralles, después de visitar la aldea y estudiar a sus aldeanos escribieron un libro, descubrieron los secretos para una vida larga y feliz: ‘EL METODO IKIGAI’.

Detectaron que a parte de tener una filosofía de vida japonesa en relación a su propia cultura y nutrición, que ya de por sí hace que es el país del mundo con mayor expectativa de vida superando los 88 años, cada aldeano tenía su propio IKIGAI. ¡Un sentido en la vida, aquello por lo que vale la pena vivir!

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Son unas personas que viven en perfecto equilibrio y armonía, donde entienden que el pasado ofrece las lecciones, donde el futuro se prepara con ilusión y donde el presente es el lugar en el que reside la felicidad.

Bajo el eslogan del GAMBARIMASU (no rendirse nunca) se esfuerzan al máximo para conseguir su objetivo. Estos aldeanos viven vidas felices.

Descubrir tu IKIGAI

El IKIGAI de cada persona incluye el poder de la paciencia y de la perseverancia. No en vano hay un dicho japonés que se reza:  «Si quieres calentar una roca, siéntate encima de ella 100 años».

Lo que se busca es tener ilusiones renovadas, objetivos reales alcanzables donde el esfuerzo sea recompensado, donde a su vez se exija de nosotros el máximo esfuerzo e implicación para sacar lo mejor de cada uno. Amplificar nuestras capacidades buscando trampolines de superación constantes, actuar con compasión, ayudar a los demás desinteresadamente, cuidar de los demás y de sí mismo, siempre buscar nuevos horizontes, salir de vez en cuando de la zona de confort. Así se ponen  a prueba nuestra fuerza, habilidades, creatividad y espontaneidad.

Objetivos para encontrarlo

Busca cada día ese centímetro cúbico de buena suerte, esa oportunidad que el día te ofrece para aprender, crecer, mejorar y luchar por tu objetivo. Solo se consigue si estás alerta, despierto, atento, si pones tu foco en conseguir tu meta. En buscar tu IKIGAI. 

Recuerda que cada día y cada mañana cuando nos levantamos es como una página en blanco. De la manera en la que vivimos nuestros días, viviremos nuestras vidas. Cada jornada que forma nuestro presente también forma parte de nuestro futuro. Small changes lead to bigger changes!

Los cambios pequeños dan lugar a cambios más importantes. Empecemos por el día a día.

Recuerdo un discurso de graduación, un general dirigiéndose a los recién licenciados en la Universidad de Texas 2014, donde decía que lo más importante era empezar el día haciendo su cama. Se trataba de una forma de concentrarse en algo especifico, de buscar en una cosa pequeña el detalle, la perfección. Porque si uno empezaba el día así, siempre habrá empezado el día con un acto positivo, habrá establecido un orden, habrá hecho una cosa pequeña bien; y a partir de ahí podría desarrollar la jornada.

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Bajo la filosofía de que al hacer algo pequeño bien, podrás hacer algo grande bien y que, si por casualidad has tenido un mal día, siempre volverás a casa y verás una cama bien hecha donde acostarte. No existen días poco importantes, cada día tiene algo excepcional.

No confundir los limites de nuestras capacidades con los limites del entorno de nuestro mundo. 

Debemos ser conscientes de que vemos la vida, y nuestras posibilidades a través de nuestro objetivo, tienen una visión limitada. Además está condicionada por nuestros miedos, nuestras frustraciones, nuestros traumas, nuestros juicios prematuros, nuestro ruido mental, nuestras falsas suposiciones.

Es la hora de limpiar nuestro objetivo

En artículos anteriores hemos hablado del “Efecto Florida”, de cómo lo que pensamos o suponemos que es cierto afecta directamente a nuestro comportamiento, a nuestras capacidades, y a nuestros pensamientos. Es importante que seamos conscientes que lo que creemos se convierta en realidad. Como si fuera una profecía, por coherencia, hacemos lo que creemos, nunca lo contrario, ¿no es así?

Pues, si corremos algo de riesgo saliendo de nuestra zona de confort, es la única manera de ver más allá de nuestro IKIGAI de vida, de ampliar con un objetivo angular nuestra visión. Veremos más y, por ende, encontraremos oportunidades que antes no estaban.

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Realmente tenemos dos opciones: o nos conformamos con nuestro mundo tal y como lo vemos, o abandonamos nuestra zona de seguridad y nos adentramos en lo desconocido para empezar a descubrir nuevos caminos, nuevas oportunidades y nuevas metas más allá de nuestros miedos.

A veces convertirmos ‘un algo en un todo’

¿No os ha pasado que en alguna ocasión convertimos un pequeño problema en algo demasiado importante? Algo que si lo encuadramos bien, dentro de la propia circunstancia, en realidad resulta ser bastante pequeño en comparación con el resto de nuestro día.

Tenemos tendencia a convertir cualquier situación en el momento en que se produce toma gran relevancia y se convierte en algo muy importante, lo cierto es que en un contexto más amplio resulta que ocupa todo nuestro mundo emocional. Lo convertimos en un ‘todo’.

Quitémosle hierro a las cosas. Todo es relativo, no sobre alimentemos nuestras emociones negativas por un suceso o un evento que en realidad con el paso de unos minutos, una hora, o un rato, habrá perdido su intensidad.

Tan solo el 20% de los problemas que nos ocupan son realmente importantes por lo que el otro 80% no lo son.

Take it easy, slow down.

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El poder de la actitud

No podemos ser grandes si no nos sentimos grandes. No podemos hacer que alguien se siente bien si nosotros no estamos bien. Con una mente negativa no podemos llevar una vida positiva.

Be smart.

Victor Küppers, filosofo de la vida y conferenciante catalán de origen holandés, dice que la vida misma es cuestión de actitud. Tiene toda la razón del mundo.

Recuerdo en un taller al que asistí, me invitaron a ponerme de pie y mirar al frente (si os apetece, lo podéis hacer ahora). Todos, por defecto, adoptamos una posición un tanto encorvada, los hombros nos pesan, les falta tensión. Lo curioso es que si miramos a otra persona en esa posición natural que adoptamos y la comparamos con elevar un poco los hombros, quizá tan solo una pequeña tensión muscular, estiramos tan solo un poco nuestra columna, nuestra musculatura, erguimos un poco nuestro mentón… nuestra visión cambiaría radicalmente. Cambia nuestra observación, pues lo vemos desde más altura, con más claridad y empoderamiento. Así deberíamos ir por la vida, más erguidos; con nuestra musculatura con algo más de tensión para estar más alerta y que no se nos escapen las oportunidades.

El momento es ahora

A pesar de existir la posibilidad de vivir más de cien años que esta dentro de nuestra realidad biológica, podríamos decir que la vida sigue siendo demasiado corta.

Así que hazlo ahora.

No le des opción, ni excusas. Hazlo, todo lo demás es procrastinar. No busquemos pretextos: «no tengo tiempo, tengo muchísimo trabajo, mis responsabilidades, es difícil, soy mayor, estoy cansado, ahora no, tengo otras cosas que hacer, tengo miedo, qué pasará …» y una larga lista. 

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Hay que sumarse a la aventura de la vida, a descubrir, aprender, buscar y curiosear. Pintar, bailar, escribir, hacer música, encontrar una afición que te apasione, empezar un deporte nuevo, crear. En definitiva: vivir con mayúsculas cada día hasta los 100 años.

Todo lo demás es ‘dormirse en los laureles’, y si te duermes la vida pasa sin que a penas te des cuenta; como un Shinkansen a toda velocidad.

La técnica de la tortuga

Si algo ocurre: para, piensa y soluciona. Métete en tu caparazón y respira profundamente 3 veces, sal de tu caparazón, y ahora piensa en una solución.

Siempre hay una solución, de hecho, puede haber varias. No levantes muros donde no los hay y si los hay, traspásalos, sáltalos, construye puentes.

Tenemos una gran tendencia a complicar las cosas, a pesar de que la vida no parece fácil; sí, suele ser simple.

Solemos intervenir demasiado pronto en los sucesos y circunstancias de nuestras vidas, no dejamos que las cosas hagan su recorrido. Todo ello porque muchas veces se solucionan por sí mismas y la respuesta suele estar más allá de nuestra primera intervención. Corremos demasiado, actuamos por reacción no por acción y eso finalmente suele complicar las cosas, cuando en realidad si dejamos que fluyan un poco más, nos daríamos cuenta de que muchas de ellas ni tan siquiera requieren de nuestra acción.

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Poner nombre a las cosas importantes

Mirad, en los árboles del jardín, los importantes tienen nombre; el ordenador grande tiene nombre, no por grande, sí por importante. Por ejemplo, mi patinete eléctrico tiene nombre, mi coche tiene nombre, los proyectos, nuestras metas… ¿Porque no ponerle nombre a un IKIGAI que nos hemos marcado? Cuando le ponemos nombre a algo, cambia de identidad, empieza a existir en nuestra realidad mientras que si no lo tiene, mi árbol que a pesar de grande y milenario solo será otro árbol grande y milenario. Pero si le pongo nombre ya no será un árbol abstracto que se diluya dentro de una vasta realidad. Empezará a formar una realidad única, excepcional, poderosa y personal; lo que me invitará cada día a salir al jardín y a cuidarlo de forma especial.

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En este caso, si es un proyecto al que le he puesto nombre, me concentraré en él, pensaré más en él, le habré dado una identidad personal no abstracta, no lo confundiré con otros proyectos ni míos ni de otros. 

Es un ejercicio divertido, con un efecto positivo increíble, es tan sencillo como ponerlo en práctica aquí y ahora.

Ayudar a los demás

Tuve la oportunidad de compartir mucho tiempo con un maestro que hoy es un guía espiritual, pero que antes fue un sin techo, violento y que a día de hoy en su campo es una referencia. De él aprendí una cosa: cuando das, cuando hagas un acto de generosidad no juzgues, sencillamente da.

Muchas veces cuando damos, cuando ejercemos un acto de caridad o generosidad, pensamos en qué va a hacer esa persona con los recursos. O quizá mejor, decido yo qué dar porque yo sé que le va a venir mejor o peor. Lo cierto es que cuando damos se convierte en un acto egoísta, sí. En el fondo la generosidad empieza en nosotros mismos, independientemente del efecto o consecuencia que ello pueda ejercer o resultar de quien la recibe.

¡Los primeros que recibimos cuando damos somos nosotros!

Ayudar a los demás de forma desinteresada, sin juzgar, sin hacer demasiadas preguntas a quien realmente lo necesite; esa es la fórmula.

Y, para cerrar este artículo motivador…

¡Busquemos recompensas diarias, encontremos un IKIGAI!

La vida esta llena de objetivos, metas, proyectos. Sin ellos no avanzas, no te mueves, pero tenemos que ser conscientes de que las recompensas, el premio, la celebración, pueden tardar en llegar y el camino puede ser largo y estar lleno de dificultades. Por eso, es importantísimo marcarse objetivos diarios que nos den recompensas renovadas cada día.

Muchas veces el camino hacia un objetivo que nos hemos marcado o una meta que queremos alcanzar vienen acompañados de esfuerzo, resiliencia y, a veces, cuando lo alcanzamos llegamos cansados, exhaustos. Pero si trazamos un plan de corto, medio y largo el camino será mucho más fácil.

Tenemos que sentir que recibimos algo a cambio todos los días, una recompensa para hacer que cada día tengamos una pequeña celebración; un pequeño premio. Así nos iremos reforzando y el camino hacia las metas y objetivos importantes será más llevadero donde al final nos espere esa gran recompensa por haber alcanzado nuestra meta.

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Los circuitos cerebrales de recompensa funcionan con un neurotransmisor muy potente llamado ‘dopamina’ y en menor medida la ‘serotonina’. Todo nuestro sistema límbico esta asociado a un pequeño centro de control y gestión de placer y sus sensaciones derivadas llamado ‘núcleo accumbens’.

Un pequeño apunte: cuando nos damos un pequeño placer diario, una pequeña recompensa al día, mientras esperamos esa grande estamos activando las dopaminas y la serotonina que nos mantienen en un estado equilibrado, lleno de energía positiva y motivados.

La próxima vez que os llevéis una jícara de chocolate al paladar pensad en forma de recompensa por algo que habéis hecho en el día, os sabrá distinto.  Todos debemos buscar un sentido a nuestra vida, no anclarnos en una rutina, todos tenemos nuestro IKIGAI, solo hay que activarlo.