La ciencia y la muerte, por Carlos Pérez-Carracedo
No sé muy bien cómo titular este artículo de hoy sin levantar ciertos miedos a leerlo, y quizá por ello me haya decidido por dejarlo sin título. Pero si tuviera que decidir por uno sería LA CIENCIA Y LA MUERTE.
Hay un tema que siempre me ha fascinado, también a la ciencia, que siempre se ha preguntado qué es lo que le ocurre a nuestra mente y cerebro cuando morimos.
Dejad que os lleve por el camino de la ciencia para desvelar algunos de los estudios muy recientes que han arrojado mucha luz en esta materia tan fascinante de lo que hasta ahora se sabía muy poco.
Todos habremos oído hablar de personas que, habiendo sido declaradas clínicamente muertas por las autoridades médicas competentes, a pesar de ello, a través de técnicas de resucitación y reanimación han logrado a los pocos minutos recuperar alguna de ellas.
Han sido pocas, desgraciadamente, pero las que sí lograron sobrevivir a ese momento, han relatado su experiencia en ese ‘tránsito’ o ‘limbo’, como queramos llamarlo.
Según un estudio realizado entre Reino Unido, Australia y Estados Unidos en más de 2.000 pacientes declarados clínicamente muertos, se pudieron recuperar, resucitar y reanimar a tan solo 140 personas. Estas contaron su experiencia y se pudo comprobar que el 54% sencillamente no pudo tomar conciencia de nada, absolutamente nada, mientras que un 46% sí pudo relatar su experiencia, donde, entre otras cosas, manifestaron haber visto una luz blanca, familiares o incluso animales y algún que otro dato abstracto inconexo pero consciente.
Lo que en ciencia denominamos el ‘efecto Lázaro’ y donde el famoso Dr. Parnia, experto en reanimaciones y director de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Estatal de Nueva York, escribió un protocolo y manual muy interesante.
Este tema ha interesado a lo largo de la historia a filósofos, historiadores, religiosos y místicos, pero lejos de la opinión y especulaciones del pasado, hoy tenemos pruebas científicas de que la muerte no es un instante, es más bien un proceso por el cual una vez se tiene una parada cardiorrespiratoria, a los pocos instantes, aproximadamente 20 segundos, el cerebro deja de recibir sangre y por tanto oxígeno, declarándose la muerte clínica, pero no neuronal ni celular ya que se ha podido establecer un periodo de transición en relación a cuánto tiempo pasa hasta que realmente dejamos de tener actividad eléctrica en el cerebro y en nuestras células.
Según este estudio llamado ‘AWARE’ y otros muchos, son justo esos impulsos eléctricos del cerebro los que nos dotan de la capacidad de pensar, emocionarnos y tener conciencia. Pues bien, desde 2017, lo que se pudo contrastar es que los pacientes, las personas que lograron ser reanimadas después de haber sido clínicamente declaradas fallecidas, como ya hemos mencionado, lograron seguir teniendo conciencia sobre incluso las conversaciones que el equipo médico estaba teniendo en esos instantes, lo que nos lleva a la conclusión de que las personas en ese proceso son conscientes de su muerte!
Cuando alguien fallece y es declarado muerto por un equipo de médicos, a los pocos segundos de que el cerebro deja de recibir sangre y oxígeno, hay un gran número de neuronas que muere prácticamente en ese instante. También especialmente las que se encuentran en nuestro cerebro pensante, en nuestro córtex prefrontal, pero no todas las áreas cerebrales a nivel neuronal mueren en ese instante, hay otras zonas del cerebro que requieren más tiempo para su apagado final y definitivo.
Esto se pudo comprobar en los experimentos que la Universidad de Míchigan realizó en 2013 con ratas de laboratorio inducidas a paro cardiaco y medir la actividad eléctrica del cerebro una vez muertas.
Una de las certezas que se conocían hasta ahora, y que estudios recientes de alguna forma empiezan a tener dudas razonables, es que el cerebro sufre daños prácticamente irreversibles a los cinco minutos después de ser declarado muerto. Ya hay estudios muy recientes donde se trabaja con la posibilidad de que este dato pueda ser más extenso en el tiempo.
Las observaciones científicas, por tanto, están demostrando que morir no es un instante, es un proceso que requiere su tiempo.
Seguimos sin saber mucho del proceso de morir desde el punto de vista conciencial, estamos muy al principio de entender exactamente, de forma empírica y científica, qué es lo que ocurre cuando morimos.
Uno de los mayores especialistas en España en este tema es el Dr. Enric Benito, oncólogo y médico de cuidados paliativos que resume que cuando iniciamos el proceso de morir entramos en unos espacios de conciencia ampliados, amplificados y que tomamos conciencia de lo mas profundo de nuestro ser, de nuestro YO, de nuestra espiritualidad.
Para ir concluyendo este artículo, me asoma una reflexión que me gustaría compartir con vosotros en base a estos últimos y recientes descubrimientos.
Si cuando estamos en presencia de una persona querida y tenemos la oportunidad de acompañarle en los últimos instantes de su vida, como a muchos nos habrá ocurrido, especialmente a los que ya peinamos canas y tenemos ciertos años, sabiendo que una vez declarados clínicamente muertos porque no existe pulso, su corazón se ha parado y sus ondas cerebrales ya no son suficientes como para que se puedan registrar, y por tanto, encefalograma plano, quizá debamos ser conscientes nosotros de que cierta parte de su cerebro sigue funcionando y teniendo cierto tipo de conciencia, y que, durante algunos minutos más pueda oír, percibir y sentir algún tipo de emoción inconexa de lo que se dice y lo que ocurre a su alrededor.
Me hace pensar que, quizá, y en base a los descubrimientos del Dr.Parnia de la Universidad de Nueva York, si algo tenemos que decir en ese momento, que siempre sea algo que la persona fallecida se pueda llevar con ella a ese otro lugar.
Como dice el Dr. Benito, en ese justo momento todo es verdad y nada es mentira.