El museo Hammer de Los Ángeles reabre sus puertas tras 20 años
En los años 90, la ciudad de Los Ángeles vivió el surgimiento de uno de los mayores auges del mundo, el arte. Ya conquistada por el dorado Hollywood, desde hace décadas comenzó a dar pasos a la cultura, camino a dejar huella en la historia. Ubicado en Westwood, la ruta preferida de los estudiantes para llegar al campus principal de la Universidad de California, se encuentra el reconocido Museo Hammer, el cual ha adquirido una gran reputación internacional por sus espectáculos de arte contemporáneo y su programación, que innova sobre la cultura, incluida su exposición bienal ‘Made in L.A.’, pero el museo siempre careció de una presencia en la calle. No obstante, todas las mentes que componen la cultura global le han otorgado ese reconocimiento que lo convierte en referencia. La renovación de este centro cultural ha sido lo equivalente a una pequeña eternidad de más de 20 años de reformas, con un proyecto encabezado por el arquitecto Michael Maltzan, a quien se le encargó el proyecto en el año 2000.
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El Hammer fue inaugurado en 1990, apenas unos días antes de la muerte del hombre que le dio su nombre y su vasta colección de arte, Armand Hammer. Hijo de un emigrante ruso, Hammer fue uno de los titanes industriales del oeste americano. Conoció a Lenin, quien le ofreció explotar una concesión de asbesto. El negocio fracasó, pero la relación, en cambio, floreció. El joven empresario le pidió a cambio explotar grafito y se hizo millonario vendiendo lápices. Hammer se convirtió en uno de los empresarios estadounidenses que más se enriquecieron con la relación entre su país y la Unión Soviética, gracias a sus vínculos con Breznev o Gorbachov.
El coleccionista falleció a los 92 años y su colección de arte estaba llena de grandes maestros europeos del siglo XIX, como Van Gogh, Gustave Moreau, Paul Gaugin, Claude Monet y Paul Cézanne. Su valor es de unos 400 millones que, en el momento de su muerte, fueron disputados por sus herederos.
Bajo la misión de la expansión y la renovación del museo, Maltzan ha diseñado lo que él llama un nuevo “porche de bienvenida” en la esquina de los bulevares Wilshire y Westwood para recibir a los visitantes. En realidad, por primera vez desde hace dos décadas, se tendrá una entrada adecuada al museo e incluirá una gran cartelera digital que mostrará información sobre el arte y el museo.
A su vez, desde hace unos días, se halla una escultura de bronce de siete metros de alto y siete toneladas de peso. Oráculo, del artista angelino Sanford Biggers, es una figura africana sentada en un trono y sosteniendo una antorcha a la espera de quienes quieran hacerle alguna consulta a cambio de una ofrenda. Esta obra, fue encargada en 2021 por el Rockefeller Center de Nueva York, pero podrá ser vista en la costa oeste hasta marzo de 2024. Su presencia hace resaltar el nuevo rostro del Hammer, un museo que abrió sus puertas hace más de 30 años, pero que ha culminado una transformación tras una serie de reformas que se extendieron a lo largo de dos décadas.
Bajo el ala de este proyecto, el interior del espacio gana más de 3.000 metros cuadrados de espacio de exhibición, al expandirse al área de al lado que estuvo ocupada por City National Bank. Entre los nuevos espectáculos que se inauguran, como novedad y como parte del renacimiento del Hammer, se encuentran las instalaciones de la artista japonesa residente en Berlín, Chiharu Shiota, conocida por enhebrar lana de colores a través de los espacios para crear “una experiencia muy envolvente y muy física” y la aclamada Rita McBride cuyo trabajo, Partículas, presenta 16 láseres que son activados por una suave lluvia de niebla que proviene del techo.
Muchos se preguntarán cómo el museo ha podido asumir esta reforma titánica y de tantos años y esa respuesta tiene nombres, Lynda y Stewart Resnick, quienes donaron los 30 millones de dólares definitivos, de los 156 millones recaudados en total. Los Resnick son de los agricultores más destacados de Estados Unidos y tienen una fortuna que asciende a los 8.000 millones de dólares, gracias a la compañía de frutos secos Wonderful. El donativo ha puesto su nombre en la fachada del centro.
Esta ocasión ha servido también para que el centro exponga una selección de arte contemporáneo, su colección principal. Bajo la apuesta de Ann Philbin, directora del espacio desde 1999, el museo profundizó su compromiso con los artistas jóvenes, en especial con quienes están basados en Los Ángeles. Desde 2005, el Hammer ha comprado más de 4.000 piezas para alimentar esta colección, una de las cinco que forman un acervo con más de 50.000 objetos. Together in Time, que muestra 70 obras, algunas por primera vez, consta de trabajos de creadores como John Baldessari, Robert Gober, Sasha Gordon, Mario Ayala, Rafa Esparza, Tishan Hsu, entre varios.
No se puede decir que es el relanzamiento del Hammer, porque el museo nunca cerró completamente sus puertas, a excepción de la pandemia, mientras el estudio de Maltzan transformaba varios de los espacios. A lo largo de más de dos décadas se han añadido la sala de proyecciones Billy Wilder (2006), un patio central (2012) y el estudio Leonard Nimoy y Susan Bay (2015). Además, el arquitecto ha ampliado el espacio de exhibición casi 3.700 metros cuadrados, redistribuyendo los espacios de las galerías, ante la imposibilidad de que el museo creciera físicamente. En 2015, la Universidad compró el edificio y tiene un contrato para gestionarlo durante el próximo siglo.
Una inversión en un espacio, que ya existe, con destino próspero en la escena artística de la ciudad y la creencia de que seguirá siendo una institución valiosa en el futuro.