Ana Madera, la escritora que conquistó la Feria del Libro con su poesía: «También es teatro, es vida»
Hay libros que se leen y hay libros que se sienten. El de Ana Madera (Cómo vas a abandonar todo el cuerpo de algo, Aliar Ediciones, 2025) no sólo se siente: se habita. Es un poemario que duele y sana a la vez, que desarma con ternura, que entra por la piel pero se instala en el estómago. Y es, sobre todo, un primer libro con la potencia de una última revelación. Un gesto de valentía que nace en una piscina, madura en una cabaña y culmina con una ovación en la Feria del Libro de Madrid.
‘Cómo vas a abandonar todo el cuerpo de algo’, de Ana Madera
Una piscina. Un momento de silencio. El agua como origen y destino. Fue ahí, sumergida en una pausa líquida, donde Ana Madera comprendió que había cosas que sólo podían nacer en el margen, en el silencio, en la suspensión del tiempo. De esa sensación de flotar sin rumbo, de habitar un instante sin ruido mental, surgió Viene, el primer poema que escribió con plena conciencia de estar diciendo algo esencial. «El agua me devolvió una forma de olvido, pero también una certeza. Algo se activó en mí. Y escribí», cuenta Ana.
Así comienza su primer libro: Cómo vas a abandonar todo el cuerpo de algo (Aliar Ediciones, 2025), un poemario que emerge del fondo como quien sube a la superficie tras aguantar la respiración demasiado tiempo. Un texto que rompe el cascarón del miedo, que conmueve a quienes lo leen en voz alta o en la intimidad, y que se ha convertido, por méritos propios, en una de las apuestas poéticas más intensas y singulares del año.
«Tardé diez años en atreverme. Siempre he escrito, pero me daba miedo enfrentarme a lo que salía»
Pero antes del salto hubo vértigo. «Tardé diez años en atreverme. Siempre he escrito, pero me daba miedo enfrentarme a lo que salía. Escribir te pone cara a cara contigo misma, con zonas que no siempre quieres mirar. Es un proceso que va desde la vergüenza hasta la liberación».
Sobre Ana Madera
Ana estudió Arte Dramático en Asturias. Su Trabajo de Fin de Carrera fue una dramaturgia. «Ahí empecé a escribir en serio. Adapté Un largo viaje hacia la noche, de Eugene O’Neill, y me di cuenta de que tenía cosas propias que contar. La escritura se convirtió en una vía de desahogo, para ordenar el caos. Mis problemas familiares, mis preguntas sobre la identidad, el amor, la pertenencia… Todo eso fue apareciendo».
«Eso también está en el libro: la renuncia, el desapego, dejar atrás cosas sin perder las raíces»
Después llegó Madrid, una ciudad que la deslumbró y la expulsó al mismo tiempo. «Fue un momento de expansión. Llegar con 23 años, sola, es muy potente. Me enfrenté a lo desconocido. Eso también está en el libro: la renuncia, el desapego, dejar atrás cosas sin perder las raíces».
Pero fue en una cabaña en medio de un bosque en Costa Rica donde el poemario terminó de nacer. «Conocí a un chico, surgió una historia muy intensa. Él me preguntó si quería irme con él a su cabaña en la selva. Y dije que sí. Necesitaba parar, escribir, estar conmigo misma. Allí escribía cinco horas al día, sin internet, sin distracciones. Terminé el libro allí. Fue un parto en el bosque».
Agua, cuerpo, tiempo
El libro está dividido en tres partes: El ancla, El cepo que nos duerme y Arganeo, llévame. Cada una es un estado. «La primera parte son certezas: el amor, la ternura, la sorpresa. La segunda parte es la represión, lo que no me dejaba ser. Y la tercera es un ascenso, una liberación, la catarsis de decidir ser libre».
«Yo creo que escribir este libro fue eso: un intento de fundirme con algo más grande»
El mar atraviesa todo el poemario como un personaje silencioso. «Cuando terminé de corregir el libro, me di cuenta de la cantidad de veces que aparece el agua, el océano. Investigué sobre la sensación oceánica, ese término que Freud le atribuye a Romain Rolland: es el sentimiento de eternidad, de unidad con el mundo. Yo creo que escribir este libro fue eso: un intento de fundirme con algo más grande».
En sus páginas hay versos que se graban como tatuajes: «La ausencia es como dormir tres años seguidos en febrero», «El calor del otro es corrosivo y colorido», «Trabajo, luego no muero. Ese es el silogismo». Hay imágenes de infancia, enfermedades, vermuts, castañas, calcetines de lana y churros, pero también mujeres que sueñan con correr desnudas por las calles, lamer un mostrador, escupir la tristeza o simplemente tumbarse en la hierba y oler tres girasoles sin tener que mirarse los pantalones.
“Este libro no es sólo poesía. También es teatro, también es vida”
A Ana no le gusta definir su libro sólo como poesía. «Tiene un potencial teatral. A veces no sé si es más un monólogo, una dramatización, una performance. En las presentaciones lo leo de forma dramatizada, muevo el cuerpo, uso el espacio. Me doy cuenta de que necesito tejer con el público. Que no me basta con el papel».
Lo confirma cuando habla de la Feria del Libro de Madrid, donde agotó todos los ejemplares. «Fue brutal. Yo no sabía si alguien lo querría. Me daba vértigo. Pero vendí todo. Y lo más bonito es cuando alguien se me acercaba y me decía: «no me gusta la poesía, pero esto me ha llegado»».
«La poesía está en todos lados. Sólo hay que escucharla»
¿Y qué le diría Ana a esa gente que tiene miedo de leer poesía? «Que muchas canciones que escuchan a diario son poesía. Antonio Vega, Leonard Cohen, Bob Dylan… La poesía no es sólo culta o elitista. Es la raíz de todo. El ritmo, la palabra, la pausa. Está en todos lados. Sólo hay que escucharla».
«Espero que este libro inspire a alguien a dejar de tener miedo»
Ana confiesa que ha recibido muchísimo cariño. «Me sorprendió cómo se despiertan vínculos. Gente que creías lejana, aparece. Te escriben cosas preciosas. Y al mismo tiempo, te sientes muy vulnerable. Porque en este libro estoy yo. No hay personajes. Es mi piel».
«La vida se construye con gestos sencillos: un café con tu prima, una canción, una toalla al sol. Que sepa que se puede soltar sin desaparecer».
Le preguntamos qué espera que sienta un lector al terminarlo: «Ojalá sienta que puede abrazar la incertidumbre. Que la tristeza no es una locura. Que la vida se construye con gestos sencillos: un café con tu prima, una canción, una toalla al sol. Que sepa que se puede soltar sin desaparecer».
Hay una imagen que resume el espíritu del libro. Ana la vio en un sueño y la quiere convertir en dibujo: «Una figura humana, yo quizás, levantando algo muy pesado mientras todo el mundo a su alrededor va y viene, habla, entra, sale. Pero yo sigo. Impertérrita. Eso es escribir. Eso es vivir».
«Me gustaría lanzarme al mar y quedarme estancada;
y si alguna vez saliera,
que absolutamente nada
me entumeciera»
Si Cómo vas a abandonar todo el cuerpo de algo tiene algo, es que no se puede abandonar fácilmente. Te atraviesa, te abraza, te zarandea y luego te susurra que puedes seguir. Porque, como escribe Ana Madera, «cuando decides caminar, ya no puedes dejar de caminar».
Y ella ha empezado a hacerlo.