Beatriz Rico, actriz: «Las redes sociales dan visibilidad pero no garantiza una carrera duradera»
"Nunca me he planteado dejarlo todo, quizás porque los actores somos de los pocos que nunca queremos jubilarnos"
"Como alguien dijo: trabaja en lo que te gusta y no tendrás que trabajar un sólo día de tu vida"
La actriz Beatriz Juarros Rico nació en Avilés, Asturias, aunque pasó la mayor parte de su adolescencia en Gijón. Al finalizar sus estudios se trasladó a Madrid para formarse en ballet y arte dramático. Poco después consiguió su primer trabajo en televisión como azafata en El Precio Justo. A partir de ahí, su carrera continuó con películas como Hermana, pero ¿qué has hecho?, Los hombres siempre mienten o Carmen y familia. En televisión ha destacado en producciones como Un paso adelante y, más recientemente, en el programa Tu cara me suena, donde ha seguido brillando con su talento.
Dentro de la música fundó el grupo musical Rico&Roll. Cine, televisión o teatro han sido parte de sus escenarios donde ningún papel se le ha resistido a la actriz y presentadora.
Entrevista a Beatriz Rico
Pregunta.-Reflexionar sobre tu trayectoria profesional implica hacer un balance del arduo trabajo y la evolución que has experimentado a lo largo de los años. Iniciaste tu carrera en televisión y, rápidamente, tus apariciones en destacados programas te dieron a conocer. ¿Qué recuerdos guardas de esos primeros años en el mundo del entretenimiento?
Respuesta.-En mi caso, y quizá influenciada por la distancia que da el tiempo, la nostalgia ha transformado mis recuerdos en algo más amable, y no conservo memorias duras de aquellos días. Siempre defiendo el mundo de la televisión, especialmente porque El Precio Justo fue mi primer trabajo y el trampolín que me permitió entrar en Telecinco y dedicarme a la actuación que era mi gran sueño. Cuando comienzas, al menos en mi experiencia, el entusiasmo te impulsa a crecer y a construir, o al menos intentar construir una carrera que te apasiona profundamente.
Recuerdo haber hecho el casting de El Precio Justo, y aquella chica que salió de Gijón se encontró de repente inmersa en un programa que veía toda España. Además de la experiencia profesional, gané la amistad de mis cinco mejores amigas en un entorno donde cada día era una nueva oportunidad de aprendizaje. Trabajar con un presentador como Joaquín Prat fue inigualable; él conocía el ritmo del programa, el manejo de las cámaras y la importancia del guion, y trataba al equipo con una humanidad que hizo de aquel trabajo la mejor escuela que pude tener.
Luego, en Telecinco pasé al siguiente escalón: los programas infantiles, donde por fin pude hablar frente a las cámaras. Tener un programa infantil diario y en directo fue una experiencia formativa inmensa. Aprendí muchísimo, compartiendo plató con profesionales como Concha Velasco y Carmen Sevilla. Recuerdo que, al terminar, me cambiaba rápidamente para quedarme a ver a Carmen junto a Agustín Bravo. A veces me escabullía en el plató de Querida Concha sólo para observar y aprender de Concha Velasco y su manera de entrevistar. Fue ahí donde conocí a Tom Jones… ¡una experiencia maravillosa!
P.- ¿Pensaste en aquel momento que esos primeros trabajos darían forma a tu carrera?
R.- Sí, era consciente de que esos trabajos incipientes podían ser el trampolín que necesitaba para convertirme en actriz. Son pocas las chicas que llegan y reciben la oferta de un productor para ser lanzadas al celuloide. Por eso, cada una debe trazar su propio camino. En mi caso, comencé como azafata en televisión y luego sentí la necesidad de expresarme, así que envié un video a Telecinco, como se hacía entonces. Cuando fui seleccionada, y llevaba apenas un año en programas infantiles, supe que esa era la oportunidad que me abriría las puertas del cine.
Es importante mencionar que en aquel momento, el cine, la televisión y la música estaban más separados. Si te etiquetaban como «la chica guapa de la tele», era difícil deshacerte de ese estereotipo. Así que tuve que jugar muy bien con los tiempos. Me siento orgullosa de haber sabido cambiar y dar ese salto. Salía a la calle y todos me conocían, y aunque cantaban la canción de Hugo, realmente quería que me pusieran la etiqueta de presentadora y quedarme atrapada en ese rol, por lo que era el momento del cambio.Recuerdo que desde niña había soñado con ser actriz, y para lograrlo, dejé atrás cualquier distracción, como las cartas de admiración y el dinero que empezaba a ganar, que a menudo pueden desviar tus objetivos y persistir en mi trabajo y lo que deseaba hacer. En mi caso, tenía muy claro lo que quería. Por eso, decidí decir adiós a Telecinco; no para ir a otra cadena, sino para regresar a casa y estudiar, con el fin de poder hacer cine -que era mi pasión-o actuar en el María Guerrero. Y, al final, pues mira, la vida premia no las decisiones kamikaze, sino las valientes y te ofrece el mejor futuro.
P.- Da la impresión de que antes las carreras se construían a lo largo de los años y se consolidaban con el tiempo. En contraste, ahora parece que la gente joven busca resultados inmediatos. ¿Es esto realmente posible?
R. Hoy en día, vivimos en un entorno de inmediatez donde todo ocurre rápidamente. Con las redes sociales la información se vuelve obsoleta en cuestión de minutos. Esta inmediatez nos afecta a todos, y a menudo siento que quiero que las cosas sucedan de inmediato, esa impaciencia se hace presente. Sin embargo, no me gusta generalizar y afirmar que todos los jóvenes son así. La mayoría parece haber perdido la tranquilidad en cuanto a cómo se estudia en las escuelas de arte dramático. Pero a pesar de ello, mi contacto actual con muchas de esas escuelas no ha revelado cambios significativos en comparación con las que yo asistí, como la de Cristina Rota, la de Zulema Cart y el laboratorio teatral de William Leyton. En esencia, el proceso en estas escuelas sigue siendo el mismo que antes: paciencia, paciencia y más paciencia.
Es cierto que las redes sociales pueden ofrecerte una visibilidad momentánea para un trabajo específico, pero no garantizan una carrera duradera. Aquellos que realmente se dedican a esta profesión con pasión comprenden que los resultados inmediatos son pan de hoy y hambre para mañana. Esta carrera es una maratón, y aunque un trabajo viral pueda traerte reconocimiento temporal, no asegura tu futuro en el medio.
Creo firmemente que, a pesar de los años de experiencia, siempre es necesario seguir formándose y realizar cursos de continuo. El aprendizaje nunca se detiene. Es más, Javier Bardem, cuando estaba aquí y tenía tiempo, asistía a talleres con Juan Carlos Coraza. Estoy convencida de que quienes aman esta profesión entienden que el camino es lento; aquellos que busquen resultados inmediatos deberían dedicarse a otra cosa, porque ser actor requiere paciencia, esfuerzo y amor por lo que se hace.
P.-Has probado casi de todo, pero si tuvieras que elegir, ¿con qué te quedarías? ¿Cine, televisión, teatro o música?
R. He hecho casi de todo lo que mencionas, y además he escrito novelas. La primera se titula Más sin pasar por Albacete y la segunda, que es su continuación, se llama Tú quédate conmigo, yo me encargo de que merezca la pena. Creo que lo ideal en esta profesión es poder alternar todas estas facetas de la manera adecuada. En ese sentido, me considero un poco “chaquetera”, y lo digo porque al estar en un escenario con mi banda, haciendo una versión de AC/DC, por ejemplo, sientes la adrenalina recorriendote y, al ver a la gente saltar y vibrar, experimentas una sensación de libertad indescriptible. Luego, te das la vuelta y ves tu imagen en la pantalla grande y piensas: ¡qué magia, qué maravilla! ¡qué arte! hacer todo esto.
También he estado en el teatro, donde la gente guarda un silencio reverente, y en esos momentos en vivo sientes cómo se te pone la piel de gallina, por ese respeto que sientes. Ahora, con mi gira de monólogos cómicos, escucho las carcajadas del público y a veces me esperan en la puerta para agradecerme esa distracción en ocasiones por desviarles de duros momentos; es un verdadero reseteo para mi mente. Sientes y vives cada instante. Después, paso a escribir, algo tan íntimo, y saber que alguien está leyendo tus palabras en otro espacio de intimidad también es magia. Me sumo así a la frase de Concha Velasco: «Quiero ser artista».
P.-Como en cualquier carrera profesional, supongo que no todo ha sido un camino de alfombra roja. ¿Ha habido algún suceso o situación que te haya llevado a considerar dejarlo todo?
R.-La verdad es que nunca me he planteado dejarlo todo, quizás porque los actores somos de los pocos que nunca queremos jubilarnos; nos apasiona lo que hacemos. Ha habido épocas de mucho cansancio en las que tuve que detenerme, y otras en las que, a nivel mental, esta profesión exige estar al cien por cien. Cuando falleció mi padre, prioricé mi salud mental durante dos años. El público merece que le des lo mejor de ti, y en ese momento no estaba en condiciones. Una vez que me recuperé a través de la terapia y el trabajo interno, supe que estaba lista para volver.
A menos que se presente una causa mayor, no creo que alguna vez considere dejarlo. Esto es lo único que sé hacer, para lo que me he formado, y tengo pocas alternativas en la vida. Además, tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta; como alguien dijo: Trabaja en lo que te gusta y no tendrás que trabajar un sólo día de tu vida.
P.-Si tuvieras que elegir el trabajo del que más has aprendido a lo largo de tu carrera, ¿cuál sería?
R.- He tenido la suerte de trabajar con personas muy especiales y talentosas a lo largo de mi carrera. En cada una de las tres escuelas por las que he pasado, he aprendido valiosas lecciones que he sabido aprovechar. He tenido la oportunidad de colaborar con grandes figuras del cine y la televisión, y de cada uno he extraído enseñanzas importantes. Soy una gran observadora; cuando trabajaba en 11 en Casa y no tenía que rodar, no regresaba a casa, sino que me quedaba en el plató para ver cómo trabajaban Antonio Resines y Carmen Maura. Pensaba: «Esta es la mejor escuela que puedo tener».
Lo mismo sucedió durante el rodaje de Abierto 24 horas, donde observaba a Pilar Bardem y Pedro Reyes, fijándome en cómo jugaban con las frases y las miradas. También tuve la suerte de ser dirigida por José Luis Garci y Fernando Fernán Gómez. ¡Para describir lo que he aprendido de ellos, necesitaría escribir enciclopedias! Garci me dirigió en dos películas: Historia de un beso y El tiburón, mientras que Fernán Gómez lo hizo en Pesadilla para un rico y Lazarillo de Tormes. En su caso, además de ser mi director, fue un gran amigo. Todo el mundo habla de su genio y su elocuencia, pero pocos mencionan lo buen escuchador que era. Lo llamaba a menudo para compartir mis dudas y preocupaciones, y siempre me respondía con su potente voz: «¡Ven a mi casa!».
P.-Recientemente has participado en una obra de teatro producida por Carlos Sobera y ahora te unes a una producción propia que te llevará a diferentes escenarios de todo el país. ¿Podrías contarnos un poco sobre este nuevo proyecto?
R.- Sí, he estado en el Teatro Reina Victoria con la obra Remátame otra vez, una producción de Carlos Sobera dirigida por Alberto Papa. Se trata de una producción maravillosa que fusiona el estilo de Agatha Christie con el humor de los Hermanos Marx. Es una función de misterio que incluye un cadáver, pero con un toque de humor que hace que estas versiones funcionen muy bien.
Tuve que pausar mi propia obra, que estoy llevando por España, para participar en esta producción en Madrid. Sin embargo, he visto que, al salir de Madrid esa obra, mis fechas coinciden con mi espectáculo titulado Pepa, no me des tormento. Esta profesión es así: a veces se presentan muchas oportunidades y hay que tomar decisiones. En este caso, estoy trabajando en mi tercer espectáculo. El primero fue Mejor viuda que mal casada, y el segundo, Antes muerta que convicta, con el que sigo de gira y participando en actividades con la Junta de Andalucía.
Pepa, no me des tormento es un espectáculo que he escrito yo misma, con la colaboración de compañeros como Goma Espuma y Elena Martín de las Virtudes, quienes también aportan sus voces en off. No puedo dejar de mencionar que Juan Luis Cano, de Goma Espuma, interpreta el papel de Dios en la obra, cuando se presenta a hablar con Pepa. Estoy muy contenta con el resultado de este proyecto y nos encontramos en gira por toda España.
P.- Para terminar, algo que tal vez muchos desconocen sobre actores, escritores y otros profesionales del arte y la música es su compromiso y dedicación a diversas ONG. En tu caso, has participado en numerosas colaboraciones desinteresadas. ¿Qué aspectos de nuestra sociedad te preocupan o inquietan tanto como para involucrarte en tantos proyectos sociales?
R.- Actualmente colaboro con organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Agua Pura, la Fundación Josep Carreras, Luna Gatuna y Greenpeace, porque creo firmemente en la necesidad de apoyar proyectos que mejoren la vida de las personas. En el caso de Agua Pura, es una pequeña ONG ubicada en Valencia, pero con un impacto enorme. Tengo el honor de ser vicepresidenta honoraria, y allí no sólo se construyen pozos en distintas regiones de África, sino también se desarrollan sistemas de riego para que las aldeas puedan cultivar huertos y ser autosuficientes, especialmente en épocas de hambruna.
Desde hace ocho años también trabajo como cooperante en hospitales, y cada miércoles soy voluntaria en un hospital de la Comunidad de Madrid, donde acompaño a personas mayores. Esa experiencia es como una inyección directa de vida; las lecciones que me transmiten de fortaleza, aceptación y humor, a pesar de las dificultades, son invaluables. Es impresionante ver cómo se mantienen erguidos ante las adversidades, como ellos mismos dicen. Esa sabiduría no tiene precio.
¿Por qué dedico tanto tiempo y recursos a estas causas? Porque siento un deseo profundo de ayudar. Un día me di cuenta de que soy una persona muy afortunada, con tantas cosas buenas en mi vida, y sentí la necesidad de devolver parte de esa fortuna. Decidí que la mejor forma de dar las gracias era a través de estas acciones. Cuando empecé como voluntaria en el hospital, me dije a mí misma: «Beatriz, tienes que hacer algo más significativo con tu vida». Y, al darme cuenta de que tenía lo suficiente para vivir cómodamente, me pregunté si realmente estaba haciendo algo importante o simplemente enfocándome en mi carrera profesional y en mis logros personales.
Quería sentir que mi vida tenía un propósito más allá de mirarme el ombligo, y trabajar como voluntaria en el hospital me ha dado eso: la certeza de que mi presencia y mis acciones tienen valor y pueden marcar una diferencia real en la vida de los demás.