Guía del viajero: Uzbekistán

Uzbekistán o lo que nunca te esperabas encontrar en Asia

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La belleza arquitectónica y la conservación de los monumentos predomina en Uzbekistán, la joya de Asia Central.
Francisco Rabadán
  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

Vayamos por partes. Uzbekistán, de antemano, tiene muchas cosas que a un turista normal le podrían echar para atrás. Fronterizo con Afganistán, renta per capita baja o un 80% de la población musulmana son más que motivos suficientes para muchos para decir NO a una de las joyas de Asia Central. Sin embargo, si le damos una oportunidad, esos problemas no son tan graves como suenan a la hora de visitar a esta joya, donde servidor apuesta a que en una década será un lugar donde habrá turistas por doquier.

Si en lugar de venderla de forma tan árida, decimos que Uzbekistán lo tiene todo, no estaríamos muy desencaminados de la realidad. Es cierto que la renta per capita del país es baja, pero igualmente es verdad que la gente de allí vive en muy nivel de vida muy aceptable porque el gobierno ha devaluado su moneda un 500% en los últimos cinco años para que no se produzca ningún tipo de revuelta entre sus habitantes y que mantenga el nivel de vida. Como consecuencia, la inversión extranjera y casi que el turismo también están limitados para que nadie se compre el país a precio de ganga. Por seis euros por persona puedes comer en el mejor restaurante de la ciudad. Así son las cosas allí.

Uzbekistán

Uzbekistán no es un país musulmán al uso, ni mucho menos. No hay llamada al rezo –lo prohibió Stalin cuando se integró a la URSS– y todo el mundo toma cerveza al estar considerada refresco y no bebida alcohólica. La cosa mejora por momentos. Y claro el precio también se nota a la hora de salir de fiesta porque ser el amo de la noche uzbeca no te costará más de cinco euros. En España con eso no eres ni soldado raso.

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Nada más llegar al país habrá una cosa que te volverá loco, pero tranquilo es normal. Sólo encontrarás coches Chevrolet y la mayoría de ellos de color blanco. El gobierno tiene un acuerdo con la marca americana para ser su fábrica en Asia –China queda a tiro de piedra como el que dice– y no existen concesionarios de otros coches al tener un arancel prohibitivo. Todo el mundo conduce un Chevy por allí, pero no podrás alquilar tú uno al haber especiales restricciones a ello. Tampoco hace falta. Los taxis valen 1 euro de punta a punta de la ciudad y recorrer una larga distancia puedes coger el talgo uzbeco –sí es verdad que lo hay– a un precio más que competitivo.

La comida es para no perdérsela con el Plov como plato estrella. Podrías pensar que es una imitación de una paella, pero tiene algunas cosas que llaman mucho la atención como pimientos dulces o cordero de única carne. Es un plato rico que se vende en todas partes y que merece la pena ir probando en distintas ciudades porque la calidad está fuera de duda. También destacamos la existencia de un cocido a la uzbeca al que le falta un poco de gracia al no poder llevar cerdo.

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Sobre el tema afgano, servidor cruzó la frontera para ir al templo azul de la ciudad de Mazar e Sharif. Los afganos parecían más interesados en saber si apoyaba al Real Madrid o al Barcelona que saber si me gustaba Donald Trump o no. La carretera estaba dominada por check-points de talibanes que paraban nuestro vehículo cada cierto tiempo y nos preguntaban en un sorprendente inglés por nuestra nacionalidad, equipo de fútbol y religión. Nosotros, por si acaso, dijimos ateos.

¿Qué no perderte en Uzbekistán?

Dentro de Uzbekistán hay que tres ciudades que hay que ver sí o sí. La más famosa y quizá la más masificada es Samarcanda, un lugar lleno de templos donde cada rincón es más especial que el anterior y que fue centro de la famosa Ruta de la Seda. El Registán, finalista de las siete maravillas del mundo moderno, te dejará sin palabras ante su inmensidad y su belleza. Caminando por la zona monumental habrá dos cosas más que son de obligatoria visita: la Bibi-Khanym Mosque (edificio en el que se inspiró el Taj Mahal para ser construido) y la necrópolis de Shah-i-Zinda Ensemble con edificios de mármol azul impresionantes. En un día y caminando se pueden ver estos lugares imprescindibles.

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Siguiendo el camino por Uzbekistán, a apenas hora y media de talgo, nos encontramos con Bukhara, también conocido como la ciudad de Aladdin, pues dice la leyenda que Walt Disney se inspiró en ella para crear al famoso personaje de ficción. Desde luego que los palacios y monumentos que encontramos allí invitan a pensar que esta es la ciudad del genio de la lámpara. La zona de Po-i-Kalyan y su conjunto arquitectónico te dejan boquiabiertos sólo con pasear por allí, mientras que la zona amurallada de Ark Fortress es imponente. Murallas del siglo XIII en perfecto estado de conservación.

Y cuando parecía era imposible mejorar llega Khiva y te conquista plenamente. Una ciudad antigua amurallada llena de minaretes imposibles y palacios pintorescos. Quizá sea la perla de Uzbekistán más oculta y desconocida, pero con mayor encanto de todas. Un lugar precioso que puede compararse a verdaderas obras de arte como Carcassonne, pero con el encanto de la arquitectura árabe del pasado.

Si te sobra el tiempo puedes disfrutar de lo poco que queda del mar Aral y su espectacular estampa de barcos varados en un desierto de sal sin fin o también visitar la caótico, aunque monumental ciudad de Nukus. Uzbekistán es la perla de Asia Central, un país totalmente desconocido para el turista y que a día de hoy se erige como una de las grandes oportunidades para todos aquellos que desean unas vacaciones diferentes. Luego cuando esté de moda dentro de unos años, no digan que no lo avisamos.

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