Los Reyes entregan los Premios Princesa de Asturias

Los Reyes entregan los Premios Princesa de Asturias
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La gran dama del teatro español Nuria Espert ha resaltado este viernes en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias su relación de pasión y entrega que, durante su dilatada carrera como actriz, ha mantenido con esa «bellísima profesión» que es el teatro.

La actriz catalana, que cuenta con distinciones como el Premio Nacional de Teatro (1986) o la Medalla de Oro del Gran Teatro del Liceo (2010), ha querido compartir el Premio Princesa de las Artes, que le ha entregado el rey Felipe en el Teatro Campoamor de Oviedo, con todos su compañeros de profesión.

«El teatro se apoderó de mí a los 13 años. Me eligió. Al principio, suavemente, pero en tres, cuatro años se había convertido en dueño absoluto de mi vida, de mis deseos, de mis sueños. Cada vez con más fuerza, con más exigencia», ha subrayado.

Espert ha añadido que la escena hizo de ella «una persona apasionada, ambiciosa y tan entregada» que consiguió que no pudiera ser ella misma más que en el escenario, «más que transformada en otra persona, no un personaje, una persona».

«Esas transformaciones no son nunca placenteras», ha precisado Espert, que lleva actuando y dirigiendo montajes de ópera y teatro desde los 12 años.

«Mi dueño es muy duro; me he lastimado muchísimas veces tratando de servirle. Aún lo intento. Pero él nunca dice, ‘basta, para, basta ya, para, basta…’», ha recalcado.

La premiada ha valorado que el jurado que le concedió este galardón la destacara como nexo de unión entre el clasicismo y la modernidad, y que haya construido su carrera en sus dos lenguas «amadas»: el catalán y el español.

«Ambas cosas agradezco y me emocionan», ha resaltado Espert, la primera mujer que ha recibido el Premio Princesa de las Artes por su trabajo como actriz y su labor para recuperar el teatro español.

La actriz ha resuelto su agradecimiento por el galardón concedido premiando a los asistentes a la ceremonia con sendos textos de dos clásicos que son también contemporáneos, Federico García Lorca y William Shakespeare, «dos genios» del teatro.

Recitando «Doña Rosita», la veterana actriz ha rememorado la soledad de la solterona de Lorca que clamaba por la libertad de la mujer, pero con la esperanza muerta por el hombre amado.

Entre los aplausos de un auditorio entregado a la actriz, ha continuado con el «Rey Lear» y, recitando en catalán al dramaturgo inglés, ha reivindicado la figura de aquellos desamparados que viven el día a día una situación invivible como en la que se encontraba el legendario soberano de Bretaña.

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El Rey entrega el premio al novelista estadounidense Richard Ford (Foto: Efe).

Por su parte, el novelista estadounidense Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016, ha celebrado el privilegio que supone para un escritor hacer, con la ayuda de la imaginación, «que sucedan más cosas», acrecentar la riqueza de las posibilidades humanas y «aportar alegría».

En su discurso durante la ceremonia de entrega, el autor de «Canadá» ha hecho una reflexión sobre la función de la literatura y de la «tarea poética» del literato de acrecentar el número de cosas que pueden concebirse, lo que convierte su oficio en una vocación «gozosa».

Los escritores son, a su juicio, «optimistas natos» que viven de su vocación de crear para los demás «algo bueno que antes no existía» aunque en su caso, ha lamentado, su fallo es que la excesiva gravedad de lo que ocurre en el mundo actual no le predisponga demasiado a la alegría.

«Los norteamericanos lo vivimos cuando vemos que Donad Trump puede llegar a ser nuestro próximo presidente y les pasa lo mismo a los ciudadanos españoles cuando ven las desigualdades de renta y el abatimiento económico, a los franceses, a los griegos y a los eritreos que huyen de África», ha añadido.

Estas circunstancias, ha apuntado, hacen «aún más necesarios los actos de la imaginación encaminados a inventarla» en una vida llena de infortunios que permite «aunar la desdicha con la felicidad».

Ford, que ha mencionado en su discurso a autores como Ortega y Gasset, Cervantes y Henry James, ha señalado que, pese a que los intolerantes del mundo se afanen «por dividir violentamente a los seres humanos», para los escritores la primera fuente de consuelo y la encarnación de su optimismo «está en el otro, en lo mutuo».

«Lo que me infunde esperanza -a veces lo único- son los actos cuyo objetivo es expandir la tolerancia, la aceptación del otro y la empatía, más allá de lo convencional, de lo meramente práctico y de lo mezquino. Los actos ‘poéticos’ que son a un tiempo actos políticos», ha apuntado Ford.

Así, se ha definido como un novelista «político», no sólo por el hecho de que escriba sobre elecciones y asuntos del gobierno y sus consecuencias, sino porque la política determina el destino de la humanidad al acrecentar la capacidad de aceptar al prójimo «y de encontrar la empatía mutua y una causa común para todos».

Para Ford, es necesario restaurar el valor de la palabra «política» para que evoque la necesidad de una respuesta imaginativa que permita recuperar «la capacidad de vivir juntos» como puede suceder en la literatura y no acabe siendo, como en Estados Unidos, sinónimo de egoísmo, cinismo, engaño, despropósito e infortunio.

Agradecido por la concesión de un premio que le ha llevado a un escenario como el del Teatro Campoamor, en el que ha ironizado que se le hace difícil sentirse humilde al estar en un estrado «donde un día estuvo Woody Allen», el autor de «El periodista deportivo» ha confesado sentirse «afortunado» de recibir un galardón que convierte la jornada de hoy en «un día de esperanza».

Ford ha rememorado el «revuelo» que generó en la casa que comparte con su esposa Kristina la concesión de este «magnífico» premio a un escritor norteamericano que tiene un contacto nada frecuente «con monarca alguno» y ha asegurado sentir el compromiso de representar a todos sus colegas del mundo «que valerosamente están haciendo grandes cosas en pro de la tolerancia y la empatía».

Muchos de ellos, ha apuntado, lo hacen en circunstancias mucho más difíciles que las suyas dado que, cuando vuelve a casa, no lo hace a Siria ni a Birmania ni a Sudán del Sur, «donde la tarea de la literatura -hacer que algo suceda, hacer que una vida vacía se convierta en poética para bien de todos- es prácticamente imposible».

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