Patatas guisadas viudas
Las patatas guisadas viudas son uno de esos platos que llevan la etiqueta 100% caseros.
A nosotros, cada vez que lo hemos comido nos ha provocado esa reconfortante y hogareña sensación que solo causan los platos de toda la vida. Y, estas patatas, lo son.
Hace años curioseamos un poco acerca del origen de su nombre y, en casa, nos contaron que durante épocas de escasez y hambruna, se cocinaban guisos que aplacasen ese hambre, calentasen el cuerpo y, además, empleasen los pocos alimentos que se tenían en la despensa, siendo, uno de ellos, las patatas.
Y es que la patata ha tenido desde siempre un papel protagonista durante esos terribles tiempos en los que la comida escaseaba. Una de las elaboraciones más frecuentes era la de las patatas guisadas, que consistía en ponerlas a cocer en una olla con agua hasta que ésta última espesase un poco gracias al almidón que soltaban las primeras. Y, acompañadas de pan suponían el menú de muchos. Ante esta condición de «soledad» de ingredientes (el guiso no llevaba más que la patata), se comenzó a conocer este plato como patatas guisadas viudas.
Con el paso del tiempo, se fueron añadiendo más cosas, pero se siguió conservando el nombre con el que este plato había sido bautizado.
Nosotros hoy os proponemos preparar esta receta que, aunque no lleve tan solo patata, se aproxima bastante a muchas de las variaciones que llegaron después.
¿Comenzamos con esta patatas guisadas viudas?
Ingredientes:
Elaboración:
Comenzaremos pelando y picando finamente la cebolla. Reservamos.
Lavamos las patatas, las pelamos y las troceamos haciendo hendiduras, es decir, en vez de cortar, meteremos el cuchillo y tiraremos hacia fuera como si quisiéramos partirla. De esta forma, conseguiremos que las patatas suelten mayor cantidad de almidón y actúen como el mejor de los espesantes. Reservamos.
En un cazo echamos el agua y calentamos hasta que rompa a hervir. Agregamos la pastilla de caldo, bajamos el fuego y removemos hasta que se disuelva. Cuando lo haya hecho, retiramos y reservamos.
En una cacerola ponemos algo de aceite de oliva (como unas 3 cucharadas) y, cuando esté caliente, añadimos la cebolla para que se rehogue durante unos minutos.
Cuando veamos que ésta empieza a dorarse, agregamos las patatas, y, sin dejar de darles alguna vuelta, mantenemos durante 5 minutos más, momento en que echaremos el pimentón, dejando un par de minutos para que tanto las patatas como la cebolla se impregnen bien.
Transcurrido este tiempo, incorporamos el agua. Recomendación: Solo necesitaremos la cantidad suficiente para que queden cubiertas, por lo que si os sobra, reservadla por si tuviésemos que echar mano de ella más adelante.
Probamos y sazonamos. Consejo: Tened en cuenta que las pastillas de caldo concentrado ya aportan un sabor algo fuerte por lo que es mejor no pasarnos con la sal e ir rectificando.
Picamos el perejil fresco (bastará con unas 3-4 ramitas) y lo machacamos en un mortero junto con algunas hebras de azafrán. Veréis que el contenido se torna en una pasta imposible, así que añadidle una cucharada del caldo que teníamos reservado (o si hemos gastado todo, de la misma cacerola) y removed hasta que se despegue por completo.
Lo incorporamos a la olla y removemos.
Ponemos a fuego medio-bajo y dejamos que cueza durante unos 30 minutos o hasta que las patatas estén blandas. Para comprobar ésto, sacad una patata y pinchar con un cuchillo, si el centro está tierno entonces podréis retirarlas.
Una vez listas, quitamos del fuego y servimos bien calentitas.
¡Y ya tendremos estas deliciosas patatas guisadas viudas!
