CHAMPIONS LEAGUE: NÁPOLES 1-3 REAL MADRID

Ramos es Dios

Nápoles vs Real Madrid: Sergio Ramos - Champions League
Ramos celebra uno de sus dos goles en Nápoles. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Sergio Ramos nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Y tus goles. Y tu carácter. Y tus huevos. Otra vez el gran capitán del Real Madrid fue el ángel de la guarda que sacó al equipo del infierno de San Paolo donde estaba a punto de quemarse. Cuando peor estaban las cosas, Sergio Ramos emergió de la tierra y subió al cielo para cabecear dos goles que salvaron al Madrid en su momento más difícil. Desde aquí, mi voto para que Sergio Ramos tenga una estatua ecuestre en el nuevo Bernabéu, entre otras cosas porque demostró, en la casa de Maradona, que Ramos es Dios.

Sin sorpresas. Sin rotaciones. Sin debates. Sin cambio de sistema. La alineación de Zidane, cantada desde que Bale volvió de su lesión, era la que todo el mundo mundial tenía en la cabeza. El once de La Undécima. No se lo repito, que se lo saben de memoria. El Real Madrid ponía sobre el césped de San Paolo todos sus cañones por banda. La BBC dispuesta a emitir en alta definición para toda Europa.

Cuán gritan esos malditos. Rugía San Paolo como si se hubiera metido dentro del estadio del Nápoles el Vesubio en erupción. Los tiffosi napolitanos eran 60.000 clones de Maduro con megáfonos en la mano. Era un ambiente de Champions, pero no de un partido cualquiera, sino como si cada hincha del Nápoles se aprestara a vivir el último partido de su vida.

Y entre el ruido y las pancartas, como si de una manifestación se tratara, empezó el fútbol. Menos de un minuto tardó el Nápoles en ganar su primer córner. Y antes de los dos Keylor mostraba sus costuras en una cesión envenenada de Kroos en la que se quedó a media salida. Rezaba el madridismo porque el tico estuviera más acertado que en la ida, aunque no tenía mucha pinta. Apretaban los locales, sufría el Real Madrid.

A los de Zidane les duraba la pelota lo que dura un pincho en una barra de San Sebastián. El Nápoles se gustaba en sus arreones, aunque le sobraba un punto de precipitación. Percutían a la espalda de los laterales del Real Madrid y acumulaban llegada tras llegada. Keylor sacó en un gran vuelo un tiro envenenado de Mertens que olía a gol olímpico. Apenas corría el minuto 7 y los hombres de negro –los del Madrid, se entiende– aún  no le habían cogido el aire al partido.

Sufrir, correr, volver a sufrir

Sergio Ramos y Pepe sujetaban con jerarquía los ataques del Nápoles, que eran avispas furiosas por las bandas. Un tiro lejano de Mertens en el 13 se envenenó y Keylor Navas lo sacó a córner tirándose de tripa. ¡Qué manera de sufrir! El Real Madrid seguía divorciado de la pelota. Una llegada de Bale por la derecha la culminó Kroos con una volea lejana que atrapó abajo Reina. Por fin los de Zidane pasaban el Rubicón del centro del campo.

Bale volvió a llamar a las puertas de Reina tras un pase de Casemiro al más puro estilo Schuster. Reina no le abrió. Respiraba algo el Madrid a medida que empezaba a aparecer sus mejores futbolistas. Eso sí, en los primeros 20 minutos, sin noticias de Cristiano ni de Benzema. El Nápoles iba perdiendo gas, el Madrid carburaba. Despacio, pero carburaba con un omnipresente Bale.

Pero una emboscada comandada por Insigne –que estaba haciendo lo que le daba la gana– apoyada a un toque en Hamsik y definida a la perfección por Mertens, ponía al Real Madrid contra las cuerdas. El belga reventó en velocidad a Pepe y se plantó delante de Keylor Navas, que en lugar de salir a achicar, se quedó bajo palos y fue fusilado. El partido se les torcía a los blancos, que estaban a un gol del batacazo.

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Insigne, Mertens y Hamsik celebran el 1-0. (AFP)

El Real Madrid necesitaba reaccionar con urgencia. Y lo hizo tres minutos después con una buena maniobra de Cristiano, que por fin apareció. El luso se plantó en el área tras una jugada de genio de Benzema, sentó al horrible Koulibaly, regateó a Reina y cuando iba a marcar, su disparo se estrelló contra el poste izquierdo del Nápoles.

Un palo, dos palos

Insigne estaba destrozando al Real Madrid. El mediocampo, la mediapunta, el área… todo era suyo. Ni Modric, ni Kroos ni Casemiro podían con él. Cada vez que tocaba la pelota a los madridistas se les aceleraba el pulso. La espalda de Carvajal era una finca de la Duquesa de Alba. Un disparo mordido de Mertens dentro del área se estrelló contra el palo derecho de Keylor Navas. A los blancos les salvaba la madera. Cada contra del Nápoles era una colonoscopia para el madridismo. Los de Zidane estaban fuera del partido.

El Madrid se aferraba al juego directo y buscaba constantemente a Bale, pero necesitaba que la BBC echara una mano al mediocampo. Ni Kroos ni Modric la olían en el mediocampo y el partido estaba justo donde lo había soñado Sarri. Por el marcador y porque su equipo estaba haciendo al campeón de Europa más daño que Pedro Sánchez al PSOE. El descanso sobrevino en San Paolo en plena crisis del Madrid, que al menos estaba medio clasificado al descanso. O medio eliminado, según se mire.

Voceaba Sergio Ramos a sus compañeros para insuflarles parte de su sangre ganadora en el inicio de la segunda mitad. Salió de otra manera el Real Madrid en la segunda mitad. Una volea de Benzema en el 46 se fue al lateral de la red de Reina. Contestó el Nápoles al aprovechar un error en el pase de Casemiro. El desaguisado, como siempre, lo tuvo que arreglar Ramos.

El Salvador Sergio Ramos

Y fue Sergio Ramos, el de siempre, el ángel de la guarda del Real Madrid, el que hizo el 1-1 después de haber salvado a su equipo en el área propia. Fue a balón parado, en un córner que botó Toni Kroos y cabeceó en el primer palo el capitán del equipo para salvar, una vez más y ya son tropecientasmil en su carrera, a un equipo que debería erigirle ya una estatua ecuestre al pie del nuevo Bernabéu.

Y tres minutos después, otra vez Ramos, otra vez el ángel de la guarda, otra vez el gran capitán, el emperador del Real Madrid, hizo el 1-2, un gol que metía al Real Madrid en los cuartos de la Champions por la vía rápida. Otra vez en un córner que botó Kroos y otra vez con su salvadora cabeza. Sergio Ramos, qué huevos tienes.

Sus dos goles, además de salvar al Real Madrid, desactivaron al Nápoles, que se fue del partido. Pasaban los minutos y Zidane metió a Lucas Vázquez por Bale en busca de más trabajo defensivo y para aprovechar su velocidad en las contras. El partido, y con él la eliminatoria, parecía resuelto. Porque lo estaba. Sarri sacó del campo a Insigne y a Hamsik porque empezaba a pensar en la Liga y se daba por eliminado de la Champions. Tenía razón.

Zidane metía más oxígeno al campo al sacar a Morata por Benzema en el 78 y a Isco por Modric en el 79. Pasaron los minutos, rondaron el tercero los hombres de negro hasta que lo consiguió Morata en la prolongación y el partido se fue muriendo de inanición. El Real Madrid selló su pase a cuartos de la Champions en un duelo donde le tocó sufrir como un mártir hasta que su santo particular, San Sergio Ramos, hizo el milagro nuestro de cada Champions. Lo hizo en La Décima, en La Undécima y lo ha vuelto a hacer camino de La Duodécima.

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