2018: el año en que España descubrió el verbo dimitir

2018: el año en que España descubrió el verbo dimitir
Joan Guirado

Si hay una palabra que ha marcado este 2018 en España es dimisión. Nunca, en nuestra joven democracia, tantos políticos con cargos relevantes habían cesado de sus cargos por voluntad propia tras descubrirse que no habían actuado de buena fe. Otros, por eso, todavía se resisten a conjugar este verbo. Hoy, España se parece un poco más a las democracias más avanzadas del norte de Europa.

La ex presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes abrió el camino de las dimisiones este año gracias a una exclusiva de OKDIARIO en el mes de mayo. Semanas más tarde, en junio, era un recién nombrado ministro de Cultura y Deporte Màxim Huerta quien dimitía a raíz de una información desvelada por Elconfidencial.com. En septiembre, otra ministra, la de Sanidad Carmen Montón, lo hacía como consecuencia de una investigación de Eldiario.es. Los diarios digitales, este año, hemos contribuido a mejorar nuestra calidad democrática. Deberían tomar nota Dolores Delgado, Isabel Celaá, Ignacio Cosidó o Pedro Duque…

Este 2018 también hemos aprendido que en cualquier momento puedes perder todo el poder. Hasta ahora, las mociones de censura las habíamos visto en los ayuntamientos o en la lejanía de otros países cuando se trataba de hacer caer el Gobierno de una nación. Un enfado generalizado con el ex presidente Mariano Rajoy y una alineación de astros hizo que, sin tan siquiera ser diputado, Pedro Sánchez lograra contra todo pronóstico ganar una moción de censura. Y en La Moncloa está, sin intención de irse a pesar de las dificultades que tiene para gobernar.

Carles Puigdemont, Susana Díaz, Soraya Sáenz de Santamaría, Maria Dolores de Cospedal… Son otros nombres que han desaparecido de la primera línea política del poder cuando todo apuntaba a que serían los nombres de los próximos años mientras nos hemos tenido que acostumbrar a otros como Pablo Casado, Juanma Moreno, Teo García EGea, Quim Torra, Santiago Abascal o VOX. Como nuestra democracia, la política española está en constante cambio.

El año que dejamos atrás también nos ha hecho normalizar ver a cargos electos entrar y salir de prisión para visitar casi semanalmente a los miembros del ex Govern que se encuentran en prisión preventiva a la espera de juicio. Unos cargos electos que recién llegados del activismo, han desprestigiado aún más si cabía las instituciones catalanas para continuar impulsando un desafío que tendrá mayor recorrido el año que entra. Rodrigo Rato o Iñaki Urdangarin también han cambiado sus lujosas viviendas por una prisión, aunque en estos casos para cumplir condena, dejándonos imágenes como la de miembros de la familia real entrando a escondidas a una cárcel.

Y hablar del año que dejamos atrás también es hablar de refugiados. Como campaña de marketing vendido como gesto de humanidad, nada más llegar a Moncloa Pedro Sánchez abrió las puertas de nuestro país a más de 600 refugiados a bordo del Aquarius, que posteriormente cerró a otros inmigrantes que querían llegar a nuestras costas hasta volverlas a abrir hace solo unos días para recibir 300 refugiados más del Open Arms. Todo ello mientras en Ceuta, la inmigración irregular ha asaltado la valla en más de una ocasión utilizando la violencia contra las fuerzas de seguridad.

Hombres y mujeres al servicio de la Policia y la Guardia Civil, que este 2018 también han salido masivamente a nuestras calles para reivindicar sus derechos mientras con gran profesionalidad han resuelto casos que nos han entristecido a todos como el del pequeño Gabriel Cruz o la maestra Laura Luelmo. La violencia en el ámbito doméstico continúa siendo una lacra que, por mucho que le empujemos, se resiste a marcharse.

Si el 2018 nuestro país ha aprendido a conjugar el verbo dimitir, el año que viene tendremos que aprender a conjugar el verbo dialogar. Con un 2019 lleno de convocatorias electorales que amenazan una fragmentación jamás vista, dejar atrás los sectarismos y pensar de una vez por todas en los ciudadanos y su bienestar nos obligará a todos a hablar, negociar y acordar. Los diarios digitales también ayudaremos a ello.

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