La izquierda zampabollos y los niños desnutridos

La izquierda zampabollos y los niños desnutridos

Volvió a suceder el martes pasado. Apenas dos semanas después del ataque a un agente de la UIP en la frontera de Beni Enzar por parte de un yihadista que blandía un cuchillo contra la policía al grito de “Alá es grande”. El marroquí fue reducido por otro compañero de la Unidad de Intervención gracias a una especie de baliza de tráfico. Para el espectador de la escena la acción fue rápida. Nítida. Incluso hilarante. Para el policía que lo narró en la radio un día más tarde la flema del criminal fue interminable. Aquel policía que iba armado con una defensa de caucho, una pistola, un fusil de asalto, y que para la izquierda política y mediática representaba a la represión uniformada contra los derechos humanos, había evitado muertos con un puñetero espantapájaros de 15 kgs de plástico.

Tras ello hubo de transitar los medios para justificarse. Para explicar cómo un policía tiene que pensar en la proporcionalidad antes que en el machete que le apunta a 3 metros de distancia. Explicó la posible sucesión de consecuencias desprendidas de sus actos: otros heridos por culpa del rebote de un disparo. La pérdida de la placa tras sus años de academia para conseguir la plaza. Estaba seguro de que, tras haber neutralizado con éxito a un terrorista no le esperaban polideportivos con su nombre ni banderitas en Facebook, sino el temor a las consecuencias mediáticas y judiciales.

Y abracadabra, pata de cabra. De nuevo la policía obrando magia el martes en El Tarajal: 9 policías de extranjería tratando de impedir la entrada en tromba de 200 inmigrantes ilegales. Volvieron a sacarse de la chistera a una banda de sin vergüenzas de plató y ONG que tildaban de agresivo al policía que intentó parar a la tropa a costa de su pierna rota por reproducir la performance de Keylor Navas contra el Manchester United. Una de esas fue la periodista y especialista en migraciones, Helena Maleno, quien aseguraba en La Sexta que: “La mayoría de las personas que saltan la valla son niños y adolescentes. Refugiados que sufren devoluciones en caliente puesto que, además, la oficina de asilo de Ceuta está sin estrenar”. Pues bien, la susodicha, tan erudita en la materia como Barragán en física cuántica, mintió a la audiencia y a la cadena para aprovecharse económicamente de los niños desnutridos de África.

En lo relativo al cruce terrestre, la disposición adicional décima de la Ley Orgánica de Protección de Seguridad Ciudadana. Régimen especial de Ceuta y Melilla aclara en su punto 1 que “Los extranjeros que sean detectados en la línea fronteriza de la demarcación territorial de Ceuta o Melilla mientras intentan superar los elementos de contención fronterizos para cruzar irregularmente la frontera podrán ser rechazados a fin de impedir su entrada ilegal en España. Esto es, los inmigrantes que son detenidos en la misma valla antes de cruzar el paso y que, además, y en todos los casos son inmigrantes económicos que forman parte del tejido empresarial e incluso funcionarial de su país de origen. Como aquellos que lograron cruzar en la invasión de los 200 que corrieron hasta su objetivo inmediato, el CETI. Es decir, ninguno huye de una zona en conflicto bélico, puesto que estos últimos, en su mayoría sirios, cruzan el paso a plena luz del día hasta la oficina de asilo formalizando la entrada con pulcra diligencia, como bien recoge la misma disposición que ha arrojado hasta 459 peticiones tramitadas en la ciudad autónoma de Ceuta sólo en 2015.

Quizá la falta de datos de los “expertos” de plató en materia de DDHH se deba a que estos son pescados en el caladero de una izquierda zampabollos que se saca un par de selfies al año con inmigrantes y niños desnutridos que después aparcan en algún campo de refugiados.

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