Sánchez tiene a Iglesias grogui

Sánchez tiene a Iglesias grogui

El presidente en funciones y el líder de Podemos mantienen una relación paradójica. Ambos se necesitan –el reparto de escaños en el hostil Parlamento no les facilita el lujo de ignorarse–, pero su trato de mutuo reconocimiento no tiende en ningún caso hacia la cooperación sino, por el contrario, hacia el dominio de uno sobre otro. La comunicación, en su caso, no implica encuentro, sino subordinación. El resultado de la lucha decidirá, parafraseando a Hegel, quién asume el papel dominante, de amo, y el servil, de esclavo.

Sánchez persigue un gobierno estable y, a ser posible, monocolor, que cumpla con todos los certificados de calidad que otorga Bruselas y los grandes poderes nacionales e internacionales. Precisará para ello que Podemos le apoye desde fuera con sus 42 diputados o, al menos, que se abstengan. El presidente intuye que otorgar cargos ministeriales a Podemos significaría introducir cargas de profundidad de imprevisibles consecuencias no ya dentro de su futuro Gobierno, que también, sino para la propia supervivencia del Estado y la unidad de España en cuanto a nación. Ante semejante tesitura, la estrategia del líder del PSOE para someter a Podemos es meterles el miedo en el cuerpo con unas nuevas elecciones. Sánchez, lejos de ver peligrar su identidad asumiendo el riesgo de otros comicios, intuye que podría salir reforzado. No va falto de razón.

En cuanto a Iglesias, está en el flanco débil. Teme otras elecciones; podrían significar el batacazo definitivo y la expulsión del liderazgo de su partido. Sabe que Sánchez le necesita, cierto, pero en posición subordinada; justo lo contrario del papel que tanto le gusta interpretar de rebelde perfecto. Todo parece indicar que la fuerza de la negociación le conducirá hacia la incómoda situación de entregarle a Sánchez los frutos de su trabajo en el campo de la izquierda.

Iglesias está sujeto al mundo político ya que al final preferirá vivir cómodamente en la oposición parlamentaria a asumir el riesgo de oponerse de nuevo a Sánchez y perderlo todo. En cambio, Sánchez, que arriesgó su carrera política, venció en las primarias del PSOE, en la moción de censura y en las elecciones generales y, por tanto, venció también a Iglesias –el líder podemita lo intentó en su momento con el sorpasso, pero fracasó–. Alexandre Kojève, hegeliano de pro, concluiría que Sánchez ha aceptado la muerte conscientemente e Iglesias la está rechazando.

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