Sánchez es Nerón

Sánchez es Nerón
Sánchez es Nerón

El narcisismo tontaina de Pedro Sánchez ha provocado desde siempre que la ciudadanía le vea como un chulín de tres al cuarto y en los últimos tiempos le está jugando malísimas pasadas que le sitúan como un desalmado. La foto que se hizo en la localidad extremeña de Casas de Miravete le iguala al Nerón emperador que tocaba la lira como si tal cosa mientras Roma ardía a sus espaldas a consecuencia del macroincendio que él mismo había provocado.

Esa pose del tipo de 1,90, cuadradote, con los vaqueros apretados, El Guapo, como le llaman despectivamente en Ferraz, mientras al fondo se observa un paisaje desolador es el colmo de la metedura de pata, de la provocación y de la imbecilidad. Tanto fardar de body y de guapura para terminar ofreciendo la peor de las imágenes, la de un individuo que frivoliza también con el dolor de unos extremeños que han visto cómo el 6,7% de las siempre olvidadas Hurdes quedaba deforestado para décadas y cómo el 2,6% de esa superlativa joya medioambiental que es Monfragüe presenta un aspecto cuasilunar.

Dicen que en realidad no fue un posado de Sánchez sino un tajo de una imagen coral en la que figuraban el presidente, su barón Guillermo Fernández Vara y la delegada del Gobierno, Yolanda García Seco. Y que, por ende, no fue un retrato buscado por el obseso del Falcon ni mucho menos. Le echan la culpa al fotógrafo pero olvidan que en la agencia Efe las instantáneas del presidente de turno se tratan con el mismo mimo que las del Papa en El Vaticano. Nada sale por salir. Nada se corta por cortar. Nunca se toma en vano ni la palabra ni la imagen de dios.

Culpan al fotógrafo pero olvidan que en la agencia Efe las fotos del presidente se tratan con el mismo mimo que las del Papa en El Vaticano

Pues eso, que no hay foto del presidente que salga al tuntún en la agencia gubernamental. Ningún fotógrafo se expone a ir por libre por el obvio temor a acabar en galeras. Se les debió de ir la mano: querían una versión del todopoderoso Superman que ha llegado a Extremadura a apagar la pira del fin del mundo con un simple soplo y se les quedó todo en una modelo Nerón. Por no hablar del efecto óptico, o no, de ese vaquero ajustado hasta la náusea, en el que se apreciaba un bulto sospechoso que intuíamos en Nacho Vidal pero no en Pedro Sánchez. Conociendo al personaje no descartaría yo que hasta ese detalle sea deliberado.

Sea como fuere, manipulada o no, la imagen de Pedro Sánchez en Extremadura es perfecta metáfora de lo que está aconteciendo en España en general y en el PSOE en particular. La que está liando el pollo pera del Ramiro es de las que hacen época, al punto que no descarto que consiga lo increíble: hacer bueno a Zapatero. Una inflación ya de dos dígitos, y eso que cuando se situaba en el 8% la inútil de Calviño dijo que había tocado techo, un PIB que, a tenor del crecimiento del primer trimestre (0,2%), nos aboca a la recesión más pronto que tarde y una deuda en la estratosfera son ingredientes infalibles para el apocalipsis. Allá nos dirigimos.

Del problema general pasamos sin solución de continuidad a uno particular llamado PSOE. Siempre he pensado que lo mejor que nos ha pasado en nuestra historia es esta España constitucional en la que en una suerte de turnismo posmoderno un partido de centroderecha y otro de centroizquierda se alternaban en el poder. Gracias a eso y a la paz social facilitada en la Transición por los sindicatos conseguimos transitar de la dictadura a la democracia con unas dosis de prosperidad razonables sin dejar a nadie en el camino y sin derramamiento de sangre.

Adolfo Suárez por un lado y Felipe González por otro son el paradigma de cuanto digo. El primero embridó al franquismo y lo metió en los usos y costumbres democráticas y el segundo lanzó un órdago en el XXVIII Congreso del PSOE al negarse sus correligionarios a renunciar al marxismo contrariando lo que antes había hecho la socialdemocracia europea en pleno, desde Olof Palme hasta Willy Brandt, pasando por François Mitterrand. Dimitió, vio y volvió venciendo en el Congreso extraordinario.

Renunciar al marxismo le permitió presentarse ante la sociedad como alguien confiable, votable, que no daba miedo y que no iba a implosionar el sistema. Precisamente por eso el 28 de octubre de 1982 obtuvo la más grande mayoría jamás alcanzada por un político en España: 202 diputados. Y gobernó tal y como llegó: más cerca del centro que de los extremos. Al punto que ningún ADN de derechas puede decir que los casi 14 años de mandato felipista metieron el miedo en el cuerpo a los que no pensaban como él.

Ningún ADN de derechas puede decir que los casi 14 años de mandato felipista metieron el miedo en el cuerpo a los que no pensaban como él

España está partida en dos mitades, las que entraron y salieron de la Guerra Civil, desde que el necio de José Luis Rodríguez Zapatero se cargó ese pacto de la Transición que consistía en mirar hacia adelante para construir juntos el futuro evitando reeditar esas contiendas fratricidas que moralmente son las peores. Lejos de deshacer el terrible camino recorrido, Pedro Sánchez, antaño fiel exponente del ala centrista del partido, “es el concejal más de derechas que hay, incluidos los míos”, decía de él Gallardón, ha optado por echarse al monte pactando con todos los satanases que anidan en el Parlamento: ETA, los golpistas catalanes y un Podemos que está financiado por una dictadura venezolana que asesina a los líderes opositores, tiene muerta de hambre a la población y persigue la libertad de expresión.

Con todo, el gran pecado original, el que no le perdonaremos jamás, es su alianza con Bildu, comandada por dos ex jefes de la banda terrorista que segó la vida de 856 compatriotas: Arnaldo Otegi y David Pla. Esta salvajada moral, unida a que es un sujeto que cae entre muy mal y peor, ha provocado que sea el presidente menos votado de la democracia. Sus indisimulados vínculos con ETA, que lejos de aminorar, van a más, han asestado una puñalada moral a esa institución sagrada que es la Presidencia del Gobierno y otra mortal al partido.

¿Cómo carajo le explican Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara o Juan Espadas a sus conciudadanos que van de la manita de los terroristas? ¿Qué hacen para que a sus votantes les molen los indultos a los tejeritos catalanes? ¿O qué le cuenta el propio Pedro Sánchez a un entorno personal en el que hasta 2019 maldecía todo lo que oliera a Podemos y en el que llamaba de todo menos guapo al delincuente de Pablo Iglesias?

El punto de inflexión de un personaje a caballo de la psicopatía y la necedad llegó el 4 de mayo de 2021, cuando Isabel Díaz Ayuso recogió el guante y le dijo: “Vamos al ring”. El KO que le propinó la de Chamberí fue sencillamente memorable. ¿Y cómo sanó las heridas? Muy sencillo: echando la culpa a los demás. Sacrificó a José Luis Ábalos, que le abrazó cuando todos le daban la espalda, guillotinó a Carmen Calvo e hizo lo propio con el iluminado de Iván Redondo que, en lugar de matar a la presidenta de Madrid, la convirtió en el personajazo que es a día de hoy.

¿Cómo carajo le explican Emiliano García Page, Fernández Vara o Juan Espadas a sus conciudadanos que van de la manita de los terroristas?

La historia se repitió en Andalucía. Nuestro prepotente protagonista se cargó a su mejor activo, Susana Díaz, lo remplazó por Juan Espadas y repitió exactita la jugada madrileña. Bofetón que te crio. La moraleja es la misma que hace un año: la culpa es de los demás. Ha mandado a esparragar a una Adriana Lastra que ha vendido como dimisión lo que en el fondo es una destitución, ¿acaso una mujer con embarazo de riesgo no se puede coger una baja laboral?, y ha perdido a Dolores Delgado por razones no del todo aclaradas. La gran pregunta que se hace todo quisqui en el número 70 de la calle Ferraz es perogrullesca: “¿Seré el próximo?”.

Lo de ayer en el Comité Federal fue para mear y no echar gota. Dedicó 30 de los 35 minutos de su discurso a hablar del ¡¡¡cambio climático!!! —no es broma— y tan sólo cinco a los cambios orgánicos registrados en los últimos tiempos. La espantada de Ximo Puig, al que se quiere cargar como candidato para poner a su amiga Diana Morant, y las críticas del siempre sensato Page a los inexplicables e inexplicados pactos con Bildu indican que las aguas bajan muy revueltas en el cuartel general del puño y la rosa. Claro que siempre les quedará el recurso de echar un vistazo a los libros de historia para recordar cómo se frenó el delirio de Nerón: invitándole sus propios gobernadores a suicidarse. Y Roma sobrevivió. Vaya si sobrevivió. Más de cuatrocientos años ni más ni menos. No digo yo que haya que forzar la muerte física del personaje, Dios me libre, pero no estaría de más provocar el suicidio civil. Por el bien de España y del PSOE.

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