La rapiña como forma de vida

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El que fuera todopoderoso vicepresidente y ministro de Economía Rodrigo Rato ha sido durante años todo un símbolo del «milagro económico español» registrado durante las dos legislaturas de Gobierno de José María Aznar, con unas tasas de crecimiento y creación de empleo que causaron auténtica admiración en toda la Unión Europea.

Su impecable imagen se ha deteriorado de manera irreversible desde su vuelta a España tras dejar el FMI. Sus empresas recibieron, siendo ministro y después de dejar el cargo, todo tipo de dádivas pero nunca serán ejemplo en las grandes escuelas de negocios de este país. No hay empresario en este país que pueda acreditar un volumen similar de créditos y pellas como el que acumula «Don Rodrigo».

Para rematar, su aterrizaje en Bankia supuso el mayor estropicio que se le pudo hacer a la rescatada entidad con sede en Madrid. Engañó a miles de preferentistas con un producto tramposo y desató la gran tormenta con la fallida salida a bolsa, de nuevo engañando a jubilados, familias, pequeños ahorradores y a todo el que atisbaba en Rato un gran estadista y gurú de la economía por su currículo.

Okdiario viene publicando durante los últimos días las informaciones que revelan también el lado más oscuro de la herencia de Rodrigo Rato, a través de sus negocios particulares: condonación de deudas, créditos black otorgados con la simple «garantía de Don Rodrigo» y, tal como explicamos hoy, el desvío de 14 millones de euros a través de una sociedad administrada por un empresario al que el juez identifica como el «testaferro» del exministro de Economía.

No es ningún secreto que José María Aznar llegó a considerar a Rodrigo Rato como su sucesor al frente del PP, un cargo que probablemente le habría convertido en presidente del Gobierno. Su trayectoria personal, después de verse desairado por la decisión de Aznar, ilustra cómo se puede malograr una carrera política que en su día llegó a ilusionar a millones de españoles con su gestión.

Rato se enfrenta a un puñado de causas judiciales. Se espera que en muchas la pena no sea sólo de telediario, sino de algo más. Que aplaque la indignación de unos ciudadanos que ven, con pruebas publicadas en este diario, la barra libre financiera, el acceso fácil, por la geta y por el nombre, a millones de euros que se pierden en sociedades de dudosa solvencia y cuya aportación a la sociedad es más que dudosa.

Rato pagará, debe hacerlo, de otra manera siempre quedará la duda de si alguna ayuda extra, la de sus amiguetes, ha inclinado la balanza de la justicia en favor del exbanquero, del exministro.

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